domingo, 31 de enero de 2016

NUESTRO GENOCIDIO

Me avergüenzo de pertenecer a la raza humana. El uso de la razón, la capacidad de socializar y el sentido común son los que nos diferencian de los animales y los que nos permiten tachar de "animal" a quién no cumple las pautas del raciocinio. Por eso, mirando alrededor se puede afirmar drásticamente que es muy mal momento para presumir de ser ser humano, de pertenecer a esta inhumana humanidad. Uno pensaba que en el siglo XXI, entre nanorobótica, redes sociales y geolocalizadores, los estados, los gobernantes y la sociedad no permitirían que ocurriesen ciertas cosas, pero tristemente los valores no han mejorado con la revolución tecnológica y se mantienen en los mismos niveles que sirvieron para alimentar tantos vergonzosos episodios que engrosan el dramático y sangriento currículum de la clase humana.
El escepticismo se basa en datos, allá van. Varios millones de sirios han huido de su país dejando atrás su vivienda derruida y sus familiares enterrados, escapan como pueden de los bombardeos de no sé sabe bien quién y que no se sabe bien quién no consigue parar. No os cuento nada nuevo. Un millón de ellos ha conseguido llegar a Europa cruzando el mar en patera y caminando en penosas y humillantes condiciones hacia no se sabe dónde. Venían buscando cobijo en el civilizado viejo continente, que mostró su lado solidario cuando se le humedecieron los ojos ante la imagen de un pobrecito niño muerto en la playa. Pero, como ocurre con todos los asuntos de actualidad en nuestros días, la ternura social apenas duró un par de semanas.
Los miles de refugiados que cada país se había comprometido a recibir quedaron difuminados entre alambradas y estaciones (de los 17.600 que debían llegar a España, apenas ha llegado un puñado) y los estados del norte de Europa que están recibiendo una mayor cantidad, están empezando una lamentable e insolidaria exhibición de todos los ismos: racismo, clasismo, egoísmo y hasta fascismo. Muchos de ellos han ido poniendo barreras y escuadrones de policía para evitar su paso; casi todos están de acuerdo en suprimir los acuerdos de Schengen para evitar la libre circulación de personas por Europa; en Dinamarca han decidido quitarles sus pertenencias para cubrir los gastos que generan; en Suecia van a fletar aviones para devolverlos a su país de origen; en Alemania, los neonazis hacen redadas persiguiendo inmigrantes; en Francia, la mayoría de los votantes apoya a los partidos xenófobos; en Grecia alguien sugiere recogerlos en la costa y directamente meterlos en un ferry que los devuelva a Turquía; los bomberos voluntarios que se juegan la vida para salvar a los náufragos son detenidos y juzgados por tráfico de personas... Uno ya se ha acostumbrado a este recital de disparates hasta el punto que no me sorprendería que cualquier día alguien proponga poner francotiradores en la costa para reventar los botes y evitar sufrimiento a los náufragos o incluso lanzar una bomba atómica sobre Siria y así liquidamos de una vez a Al Asad, al ISIS y a todos estos turistas sin visa ni Visa, que nos invaden. Quizás sería mejor.
Y cada día, los telediarios nos salpican nuevas imágenes de niños espanzurrados contra las rocas, madres llorando desesperadas o abuelos con la vista perdida preguntándose cuántos más sufrimientos les depara el destino. Las acusaciones a las mafias que trafican y se aprovechan de esas personas no sirven de excusa, ni las vociferantes narraciones de hechos delictivos cometidos por algún desesperado refugiado, ni el temor al efecto llamada, ni siquiera la siempre presente amenaza de los insensatos asesinos del Daesh. Lo que está ocurriendo en el Mar Mediterráneo es un auténtico genocidio y Europa tiene sus manos manchadas por pasividad y los dirigentes de la Comunidad Europea son cómplices a conciencia de esta situación. Suena fuerte, pero así es, un genocidio, y los responsables pueden serlo por acción o por omisión. Por el uso de machetes, cámaras de gas o ametralladoras, pero también por no evitarlo, teniendo los medios para hacerlo.
Los libros de historia hablan de los genocidios de la Edad Media, las películas nos cuenta el genocidio Nazi, los documentales recuerdan el genocidio de Ruanda y los que peinamos canas hablamos sonrojados del genocidio de los Balcanes... Algún día, los libros de texto y los nietos de nuestros hijos recordarán avergonzados el genocidio de los refugiados... el nuestro.