sábado, 27 de enero de 2018

A COMPRAR TANQUES...

Dudaba el escritor argentino Roberto Arlt si la gente es idiota en serio o se toman tan a pecho la burda comedia que representan en todas las horas de sus días y sus noches. Leerlo me ha catapultado contra el ordenador porque esa es la sensación que me invade últimamente y que todavía me niego a aceptar. La sociedad, palabro menos despectivo que "gente", está totalmente anestesiada, superada por los acontecimientos, aburrida por los vaivenes políticos que nunca llevan a nada, narcotizada por unos medios que nos manejan y centran el foco en lo que les interesa en cada momento, ya sea para vender periódicos, ya sea para atender los deseos de los poderes económicos que en el fondo ordenan y mandan sobre su línea de opinión y sobre todos nosotros.
Nos acojonamos con Catalunya, nos indignamos un poquito con la corrupción, despotricamos de Trump,  nos creemos los brotes verdes de la economía y sobre todo nos centramos en nuestra vida. Ya nadie lee el periódico, nadie escucha las noticias, muy pocos ponen el telediario y apenas un puñado siguen en redes sociales algún medio informativo, por supuesto afín a tu ideario. Todos y cada uno de nosotros estamos centrados en otros menesteres, que si el bocata del niño, la extraescolar de la niña, el examen del jueves, el saldo de la Visa, los deberes de inglés, qué hay de cena, la nueva temporada de tu serie favorita o la estúpida historia que acaba de colgar tu sobrina en Instagram. Eso significa que nuestro instinto revolucionario, nuestro indignado grito justiciero se ha ido desvaneciendo, el de los mayores porque ya estamos de vuelta y el de los jóvenes porque el exceso de contenido y ocio digital es tal que su neurona guerrillera está totalmente adormecida.
Y así, cada día nos van colando alguna sin que nadie diga nada, sin que los editoriales de los periódicos rechinen, ni perdamos un solo minuto de sobremesa, ni por supuesto salgamos a la calle a pedir explicaciones. La última, ha pasado prácticamente desapercibida y debería ser una de esas cuestiones que pusieran en pie de guerra (nunca mejor dicho) a una sociedad concienciada y sensata. La Cospe, reunida con el Secretario General de la OTAN, se ha comprometido a casi duplicar el presupuesto militar de nuestro país en los próximos seis años. El compromiso supone pasar del 0,86% del PIB que se dedica actualmente al 1,53% en 2024 y eso serían unos 18.000 millones de euros (18.000.000.000 €) anuales. Los argumentos son tan sólidos como que hay que atender al llamamiento de Donald Trump o que hay que recuperar lo que se perdió con los recortes. Que nos arrodillemos ante el cretino del flequillo amarillo me parece lamentable y cómico, pero que el primer sitio donde se habla de revertir los recortes sea en el ejercito, me parece un insulto. Precisamente porque cuando empezaron los tijeretazos defendieron a muerte que no se podía tocar mucho el gasto militar porque había pagos ya comprometidos por la compra de aviones y armamento y porque ninguna de las otras partidas recortadas salvajemente va a ser ahora compensada en el mismo porcentaje (ni educación, ni sanidad, ni cultura, ni cooperación...)
Como alguien me llamará demagogo, lo seré. España va a duplicar el gasto militar, vamos a gastar 18.000 millones al año, lo que significan 400 euracos por barba, por si nos invade Corea, Marruecos, Portugal o Puigdemont. Uno de los grandes objetivos por un mundo justo era que cada país aportara un 0,7% del PIB para cooperación; ja, ja, ja, no llegamos ni a la mitad, pero nos comprometemos a un 1,53 para el ejercito, siguiendo ese viejo dicho de más vale curar que prevenir. De esa forma tendremos contenta a Trump y a la OTAN, para que sigan adelante con sus humanitarias acciones en Siria, Yemen o Libia y mirando con los prismáticos como van hundiéndose cabecitas en el Mediterráneo.
Lo sacarán de la bolsa de las pensiones, de mayores impuestos, de recortar otras cosas más nimias... Nunca de ningún impuesto o tasa creativa a la banca o la energía. Buenas razones tiene para brindar el lobby de la industria armamentística; una vez más ganan la partida y el que la pierdes eres tú, pero no se te olvide que no hay yogures y mañana hay que ir al Mercadona.