Ana Pastor insiste en acorralar a Pablo Iglesias para que se decante: "bombardeos sí o bombardeos no".
Me revienta el simplicismo con que se tratan temas tan delicados. La guerra es uno de ellos. Tras los salvajes atentados de Egipto y París ha surgido la inevitable necesidad de reaccionar contra el agresor de la manera más dura posible y ante los inmediatos bombardeos franceses y rusos han aparecido las esperadas voces discrepantes, rápidamente minimizadas con el simplista "o estás conmigo o contra mí". Dicen que en estos momentos hay que estar unidos y mostrarse contundentes contra el enemigo común, pero eso no puede significar dar un cheque en blanco a estrategias que ya han demostrado su fracaso.
Quienes son contrarios a los bombardeos o a la guerra abierta contra el DAESH no son o somos sus defensores, les odiamos como el resto de la sociedad, queremos acabar con ellos, pero discrepamos en la forma. Se puede llegar a entender que Hollande, con la rabia acumulada ante tanto dolor, envíe rápidamente sus aviones a bombardear Raqa, algo que sirve para acallar a la opinión pública occidental, para debilitar mínimamente al ISIS y para provocar más dolor y muerte entre los sirios que son las primeras víctimas de estos locos desalmados. Sencillamente los bombardeos indiscriminados sobre ciudades de Siria producen más islamistas radicales.
Que el problema es mucho más complejo de lo que imaginamos lo saben todos los mandatarios mundiales desde hace muchos años y por eso no han hecho nada por atajarlo en todo este tiempo y por eso mismo no se puede esperar que de la noche a la mañana, para vengar la muerte de conciudadanos europeos vilmente asesinados, se pueda arreglar con la varita mágica de los misiles.
Si alguien piensa que va a vencer por la fuerza y desde el aire al islamismo radical, está muy equivocado o desconoce su nivel de implantación y sus múltiples y desestructurados grupos repartidos en Oriente próximo, Asia, Egipto, Libia, Túnez, Mali... Los talibanes, Al Qaeda, Boko Haram, Daesh o ISIS no dejan de ser franquicias de una misma maligna interpretación del Corán, contra la que sólo se puede luchar con una compleja estrategia a corto, medio y largo plazo. Y ¿eso como se hace?: los políticos como los buenos profesionales deberían saberlo, se empieza por el largo plazo, fijando cual es el escenario que quieres que resulte al final del viaje, después se ponen en marcha los mecanismos lentos que van a dar resultado a medio plazo y cuando eso está claro, se remedia lo inminente, incluso bombardeando si la gravedad de la situación lo requiere, pero suele ser interesante saber antes a quién atacas y con quién te alías.
La experiencia no hace más que recordarnos la cantidad de veces en los últimos años en las que no hemos dado los pasos en ese orden, hemos quitado a dictadores por la fuerza, hemos armado hasta los dientes a supuestos rebeldes revolucionarios y no hemos gastado ni un minuto en establecer un plan duradero. El resultado ha sido que todos esos Kalashnikov se han vuelto contra nosotros y jode eso de que te maten con las armas que tú has regalado.
Cuando explicas esto te acusan de buenismo o te dicen que si hubieras perdido a un familiar víctima de estos asesinos, no pensarías igual. A lo que me gusta responder que prefiero el buenismo al malismo y que está demostrado que no es bueno legislar en caliente y que las víctimas deben recibir apoyo y solidaridad, pero no marcar la agenda. Todos queremos acabar con esta lacra, pero definitivamente, y eso conlleva un plan algo más trabajado.
Como punto de partida hay que reconocer y asimilar que los grandes perjudicados de esta situación son los musulmanes y que son muchos millones de personas que viven asustadas ante esta radicalización que les amenaza y que además les pone en el punto de mira de parte de "Occidente" que mezcla churras con merinas. Ese primer paso mirando al futuro debería ser diplomático, de acercamiento a los guías espirituales del Islam, de educación y de generación de esperanza para los jóvenes de países al borde de la quiebra social y estatal.
En paralelo habrá que construir un mapa geopolítico algo más consensuado que el que se hizo en la descolonización, construyendo un complejo equilibrio de fuerzas que no puede ser inmediato. Ya no vale lo de "echamos a Al Asad y hacemos elecciones" porque lo que viene es peor, ni tampoco lo contrario; ni podemos caer en limpiezas étnicas que nos regurgiten las tristes memorias de Hutus y Tutsis, ahora suplantados por Sunies y Chiies. Habrá que establecer un plan transitorio sumando fuerzas incluso con el propio Al Asad, exigiéndole unas claras contraprestaciones. Habrá que contar con Egipto, Turquía y el propio Irán como posibles benefactores. Habrá que reconocer su papel a los kurdos. Habrá que exigir su patrocinio a los "democráticos", pero millonarios, patrocinadores del Madrid y el Barça. Habrá que meter mano de una maldita vez al libre comercio armamentístico y a las hipócritas y sonrrojantes vías de financiación de los radicales. Habrá que aprovechar la ocasión para enfriar la guerra fría, vaya paradoja. Habrá que ocuparse de las víctimas, todas, no solo las de París, también los que han perdido además de su familia, su casa y su país. Lo mejor que podemos hacer para atacar la insensatez del DAESH es acoger a sus víctimas, a esos ciudadanos que huyen del terror de estos descerebrados, para que ellos tengan claro quién es su enemigo. Mientras estemos dando el trato que estamos dando a los refugiados que vienen de esa zona, estaremos fomentando la idea de que tan malo es esto como lo que dejan atrás, serán dobles víctimas, del ISIS y de Europa. En el fondo son los propios musulmanes los que tienen que acabar con ellos.
Y con todo eso en marcha, si hace falta, sí, habrá que actuar de forma quirúrgica y contundente para cercar y acabar con los núcleos activos del terrorismo. Igual esto es el buenismo.
PD. Se me olvidó comentar que también habrá que atender a Bertín Osborne, comentar el partido del Madrid y salir en el Hormiguero antes de tomar una decisión coherente al respecto.
Me revienta el simplicismo con que se tratan temas tan delicados. La guerra es uno de ellos. Tras los salvajes atentados de Egipto y París ha surgido la inevitable necesidad de reaccionar contra el agresor de la manera más dura posible y ante los inmediatos bombardeos franceses y rusos han aparecido las esperadas voces discrepantes, rápidamente minimizadas con el simplista "o estás conmigo o contra mí". Dicen que en estos momentos hay que estar unidos y mostrarse contundentes contra el enemigo común, pero eso no puede significar dar un cheque en blanco a estrategias que ya han demostrado su fracaso.
Quienes son contrarios a los bombardeos o a la guerra abierta contra el DAESH no son o somos sus defensores, les odiamos como el resto de la sociedad, queremos acabar con ellos, pero discrepamos en la forma. Se puede llegar a entender que Hollande, con la rabia acumulada ante tanto dolor, envíe rápidamente sus aviones a bombardear Raqa, algo que sirve para acallar a la opinión pública occidental, para debilitar mínimamente al ISIS y para provocar más dolor y muerte entre los sirios que son las primeras víctimas de estos locos desalmados. Sencillamente los bombardeos indiscriminados sobre ciudades de Siria producen más islamistas radicales.
Que el problema es mucho más complejo de lo que imaginamos lo saben todos los mandatarios mundiales desde hace muchos años y por eso no han hecho nada por atajarlo en todo este tiempo y por eso mismo no se puede esperar que de la noche a la mañana, para vengar la muerte de conciudadanos europeos vilmente asesinados, se pueda arreglar con la varita mágica de los misiles.
Si alguien piensa que va a vencer por la fuerza y desde el aire al islamismo radical, está muy equivocado o desconoce su nivel de implantación y sus múltiples y desestructurados grupos repartidos en Oriente próximo, Asia, Egipto, Libia, Túnez, Mali... Los talibanes, Al Qaeda, Boko Haram, Daesh o ISIS no dejan de ser franquicias de una misma maligna interpretación del Corán, contra la que sólo se puede luchar con una compleja estrategia a corto, medio y largo plazo. Y ¿eso como se hace?: los políticos como los buenos profesionales deberían saberlo, se empieza por el largo plazo, fijando cual es el escenario que quieres que resulte al final del viaje, después se ponen en marcha los mecanismos lentos que van a dar resultado a medio plazo y cuando eso está claro, se remedia lo inminente, incluso bombardeando si la gravedad de la situación lo requiere, pero suele ser interesante saber antes a quién atacas y con quién te alías.
La experiencia no hace más que recordarnos la cantidad de veces en los últimos años en las que no hemos dado los pasos en ese orden, hemos quitado a dictadores por la fuerza, hemos armado hasta los dientes a supuestos rebeldes revolucionarios y no hemos gastado ni un minuto en establecer un plan duradero. El resultado ha sido que todos esos Kalashnikov se han vuelto contra nosotros y jode eso de que te maten con las armas que tú has regalado.
Cuando explicas esto te acusan de buenismo o te dicen que si hubieras perdido a un familiar víctima de estos asesinos, no pensarías igual. A lo que me gusta responder que prefiero el buenismo al malismo y que está demostrado que no es bueno legislar en caliente y que las víctimas deben recibir apoyo y solidaridad, pero no marcar la agenda. Todos queremos acabar con esta lacra, pero definitivamente, y eso conlleva un plan algo más trabajado.
Como punto de partida hay que reconocer y asimilar que los grandes perjudicados de esta situación son los musulmanes y que son muchos millones de personas que viven asustadas ante esta radicalización que les amenaza y que además les pone en el punto de mira de parte de "Occidente" que mezcla churras con merinas. Ese primer paso mirando al futuro debería ser diplomático, de acercamiento a los guías espirituales del Islam, de educación y de generación de esperanza para los jóvenes de países al borde de la quiebra social y estatal.
En paralelo habrá que construir un mapa geopolítico algo más consensuado que el que se hizo en la descolonización, construyendo un complejo equilibrio de fuerzas que no puede ser inmediato. Ya no vale lo de "echamos a Al Asad y hacemos elecciones" porque lo que viene es peor, ni tampoco lo contrario; ni podemos caer en limpiezas étnicas que nos regurgiten las tristes memorias de Hutus y Tutsis, ahora suplantados por Sunies y Chiies. Habrá que establecer un plan transitorio sumando fuerzas incluso con el propio Al Asad, exigiéndole unas claras contraprestaciones. Habrá que contar con Egipto, Turquía y el propio Irán como posibles benefactores. Habrá que reconocer su papel a los kurdos. Habrá que exigir su patrocinio a los "democráticos", pero millonarios, patrocinadores del Madrid y el Barça. Habrá que meter mano de una maldita vez al libre comercio armamentístico y a las hipócritas y sonrrojantes vías de financiación de los radicales. Habrá que aprovechar la ocasión para enfriar la guerra fría, vaya paradoja. Habrá que ocuparse de las víctimas, todas, no solo las de París, también los que han perdido además de su familia, su casa y su país. Lo mejor que podemos hacer para atacar la insensatez del DAESH es acoger a sus víctimas, a esos ciudadanos que huyen del terror de estos descerebrados, para que ellos tengan claro quién es su enemigo. Mientras estemos dando el trato que estamos dando a los refugiados que vienen de esa zona, estaremos fomentando la idea de que tan malo es esto como lo que dejan atrás, serán dobles víctimas, del ISIS y de Europa. En el fondo son los propios musulmanes los que tienen que acabar con ellos.
Y con todo eso en marcha, si hace falta, sí, habrá que actuar de forma quirúrgica y contundente para cercar y acabar con los núcleos activos del terrorismo. Igual esto es el buenismo.
PD. Se me olvidó comentar que también habrá que atender a Bertín Osborne, comentar el partido del Madrid y salir en el Hormiguero antes de tomar una decisión coherente al respecto.
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