Pues eso, la chulería. Es muy española, muy madrileña y aunque no lo
parezca, muy traicionera. Esto es algo de lo que debería haber aprendido
la clase política, pero que no hay forma de introducirles por el
entrecejo. Al contrario, todo político que se precie debe entrenar y
exagerar al máximo sus dotes de arrogancia y si sus niveles son bajos,
ya aparecerá por ahí un asesor de imagen o jefe de gabinete (siempre
quise tener un gabinete) para recomendarle que suba el tono de sus
declaraciones y que refuerce su autoestima para no perder eso que se
llama carisma (siempre quise tener carisma).
No sé de dónde se sacan que a los estúpidos votantes nos gusta que nuestros votados representantes sean unos chulos. Es más, yo diría que es al contrario, que cuando aparece alguien sencillo, sin extridencias, sin insultos, dialogante, razonador y razonable, a los votantes se nos hace el culo pesicola y decimos eso de "este es distinto". Pero na de na, al ratito de recibir palmadas en la espalda y sondeos favorables hasta el más mediocre corderito se convierte en un chuletilla cafre que reta a los rivales, sube el volumen del micro y minusvalora el ya de por sí bajo coeficiente intelectual de sus conciudadanos (lo que de otra forma se denomina ciudadanos de a pie).
Lo digo ahora que ya ha comenzado la campaña electoral y que ya estoy oyendo a todos y cada uno de los poco cándidos candidatos como desprecian a sus rivales, como presumen del tamaño de sus propuestas y como vaticinan que van a ganar las elecciones. Alguien debería explicarles que está empíricamente demostrado que no se gana ni un solo voto por gritar más alto en los mítines, ni por repetir una y otra vez eso de "¡vamos a ganar las elecciones!". Al contrario, cada vez que sacan a relucir su prepotente tono se les caen votos del bolsillo y cada vez que contratan una banderola en una farola tiran dinero y pierden papeletas. Los tiempos han cambiado o deberían. El discurso debe ser distinto y creíble. Lo que ha pasado en los últimos años debería dejar algún calado y si no, habremos merecido ser gobernados por un chulo o una chula. Ya sabéis mi voto: a quien menos arrogante sea.
Eso sí, en la noche electoral todos los chuletas habrán ganado... Ya les estoy oyendo.
No sé de dónde se sacan que a los estúpidos votantes nos gusta que nuestros votados representantes sean unos chulos. Es más, yo diría que es al contrario, que cuando aparece alguien sencillo, sin extridencias, sin insultos, dialogante, razonador y razonable, a los votantes se nos hace el culo pesicola y decimos eso de "este es distinto". Pero na de na, al ratito de recibir palmadas en la espalda y sondeos favorables hasta el más mediocre corderito se convierte en un chuletilla cafre que reta a los rivales, sube el volumen del micro y minusvalora el ya de por sí bajo coeficiente intelectual de sus conciudadanos (lo que de otra forma se denomina ciudadanos de a pie).
Lo digo ahora que ya ha comenzado la campaña electoral y que ya estoy oyendo a todos y cada uno de los poco cándidos candidatos como desprecian a sus rivales, como presumen del tamaño de sus propuestas y como vaticinan que van a ganar las elecciones. Alguien debería explicarles que está empíricamente demostrado que no se gana ni un solo voto por gritar más alto en los mítines, ni por repetir una y otra vez eso de "¡vamos a ganar las elecciones!". Al contrario, cada vez que sacan a relucir su prepotente tono se les caen votos del bolsillo y cada vez que contratan una banderola en una farola tiran dinero y pierden papeletas. Los tiempos han cambiado o deberían. El discurso debe ser distinto y creíble. Lo que ha pasado en los últimos años debería dejar algún calado y si no, habremos merecido ser gobernados por un chulo o una chula. Ya sabéis mi voto: a quien menos arrogante sea.
Eso sí, en la noche electoral todos los chuletas habrán ganado... Ya les estoy oyendo.
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