lunes, 18 de abril de 2016

EL BIENESTAR


Me apetecía escribir, me gusta, pero no siempre tienes la inspiración y cuando llegan las musas no siempre estás sentado delante del ordenador. Ya sé que Picasso y mi padre y todos los creadores siempre han dicho que la inspiración tiene que pillarte en el estudio, trabajando. No es mi caso, ni tengo estudio, ni musa, ni mucho menos ganas de trabajar. También dicen los grandes escritores que la noche es un buen aliado porque aparece esa magia difusa que enloquece las ideas y da rienda suelta a la imaginación, pero es de día, son las cuatro de la tarde y acabo de quedarme solo tras la desbandada familiar después de una suculenta lasaña. También he oído a muchos escritores reconocer que el vino es otro cómplice de la creatividad; esa sí que se la doy. A escondidas, sin que me vea el cardiólogo, me sirvo un buen vaso de Ramón Bilbao, gran vino vasco ¿no? Y me enciendo el puro Romeo y Julieta (qué estupido nombre para un puro) de los sábados. En mi historial clínico dice que soy fumador, pero es una garrafal mentira porque nunca he fumado y ni siquiera sé tragarme el humo. Mi único pecado es ese habano de los sábados, sin tragarme el humo y alternando caladas con sorbitos de vino y con intensas conversaciones con los amigos. Hoy, sin embargo, estoy solo, con los chicos desperdigados por el pueblo y los amigos escondidos del aguacero primaveral que empapa el campo y las calles. La lluvia de primavera es un fenómeno que me atrae como pocos, quizás por su aspecto positivo: es buena para el campo, limpia el aire y hace crecer la vegetación. Miro fijamente las plantas, los arbustos y el musgo para ver si consigo verlos crecer. Na de na.
No quiero ahumar la casa así que me salgo al trastero y me siento sobre una garrafa de gasolina a degustar el momento. Quizás no sea el mejor sitio para fumar, posiblemente estaría más a gusto de sobremesa en casa de unos amigos hablando de los papeles de Panamá, del ministro Soria e incluso de mi repudiado Josemari, pero no es el caso. Estoy solo, con Ramón, Romeo y la cortina de agua que difumina la vista del pueblo. Apenas alcanzo a ver la iglesia con las palomas que se refugian en su campanario. Hace mucho que no suenan las campanas porque la iglesia está casi en desuso, es decir sin cura: mejor. Esto sí que es el bienestar, el único ruido es el del agua rebotando contra las tejas, el único ser vivo que alcanzo a ver es el perro del pastor dando vueltas sobre sí mismo porque es lo único que sabe hacer. El pobrecillo pasó sus dos primeros años de vida atado a una soga dando vueltas en su mundo de tres metros de diámetro y ahora, libre, sigue dando las mismas vueltas, ya sin cuerda, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Su dueño lo ha dejado mojándose en la puerta de la casa porque dentro están cocinando un cabrito. Lo sé porque sale humo de la chimenea y porque me han contado que han hecho un invento para asar el cabrito con un motor de parabrisas y el engranaje de un embrague de coche que hace girar al animalillo (me refiero al cabrito, no al perro).  Los dos dan vueltas y mi cabeza también, con el vino y con el puro. Trato de hacer figuras con el humo, pero no sé y además los goterones que caen del tejado se encargan de disolver las ánimas. Me empieza a llegar la musa creativa y el cuerpo me pide coger el spray de mi hijo Lucio y terminar de pintar su cabaña, pero soy consciente de que se va a enfadar si lo hago y por otro lado, dudo mucho que la pintura agarre con tanta lluvia, seguro que se corre y eso siempre es una guarrada. Además me da miedo meterme ahora bajo los palos y cañizos del cobertizo por si me encuentro algún animal escondido del chaparrón. Imagino una enorme boa constrictor que me aprieta el cuello hasta asfixiarme. No estoy majara, es que llevo toda la semana ayudando al enano en su trabajo de “saiens” que es como se llaman ahora las ciencias naturales. Su educación es lo primero y me preocupa que mi música no sea la más adecuada para ellos porque hoy, que ha cumplido diez años, se ha levantado cantando “hay días que me despierto con un orgasmo…” El puro se acaba, ¡qué rabia!, el vino ya pasó a mejor vida y además está dejando de llover. El otro día escuché en la radio a un investigador que reconocía que el problema de las enfermedades mentales es que todavía no tenemos nadie ni idea de cómo funciona el cerebro. Desde luego.

martes, 29 de marzo de 2016

PROPIEDAD PRIVADA

Nunca nadie me había hecho una acusación tan original y poco ofensiva como la que recibí el pasado fin de semana de un paisano del pueblo: "Tú siempre tan diplomático, no hay quien discuta contigo..." Claro, que no lo decía en un tono muy conciliador, porque previamente me había amenazado con denunciarme a la Guardia Civil y había agitado al aire una vara a modo de bastón, para reforzar sus argumentos de discusión. Yo intentaba bajarle los ánimos porque viendo con que rabia apretaba sus puños y sus dientes, veía que el corazón se le iba a saltar de un momento a otro y aunque últimamente voy preparado con una pastillita de infartos, no estaba muy dispuesto a compartirla.
Nunca me he dado de tortas con nadie y, aunque el hombre pedía a gritos que manchase mi currículum, no lo hice por dos motivos, porque no me parecía demasiado ético soltarle un gancho a un pobre abuelo que casi duplica mi edad y porque me consta que tiene una escopeta de caza y, conociendo al personal, no quería ser protagonista del reestreno de Puerto Hurraco. 
El doctor me había recetado tranquilidad y eso también me llevó a vivir este incidente de la España profunda como una experiencia enriquecedora para conocer más a fondo los límites de la estupidez humana en defensa de la propiedad privada. Todos los que tenéis pueblo, ya sea de origen o de adopción, sabéis de qué hablo, de ese mezquino, mediocre y miserable sentido de la propiedad tan altamente desarrollado que hay en ciertos ámbitos rurales y que lleva a enemistades, odios, conflictos y mucho más por lindes, servidumbres de paso o derechos vecinales. En nuestro pueblo, el primer día que fuimos como visitantes, nos agachamos a coger una nuez en un camino y una voz nos avisó: "Las nueces tienen dueño, aquí todo tiene dueño". También hay un paisano que no le deja al vecino poner un andamio para enfoscar y pintar su pared porque las patas del andamio posarían sobre su terreno. Hay otro que impide instalar un canalón en el tejado de una casa porque sobrevuela sobre su terreno. Otro que ha cortado un árbol del vecino porque sus ramas sobresalen sobre su finca.
La propiedad privada es el valor más sagrado y defendido entre los autóctonos, que ven amenazado su territorio por sus paisanos de toda la vida, pero también por los "forasteros" advenedizos que han llegado a revitalizar su pueblo. Ese fue el motivo de nuestra trifulca. El pequeño Lucio, ayudado por amigos y por sus padres, había construido una cabaña con palos, cañas y tablas en un terreno abierto, que al parecer era propiedad de este cariñoso ser, quien tras abroncar al niño de nueve años, destruyó con saña toda la choza, tirando los palos, cuerdas y herramientas al barranco. Tras su justiciera hazaña se plantó chulesco con la vara a esperar que el niño fuese llorando a buscar al padre y que el padre viniera a pedir explicaciones. El padre llegó y trató de hablarle de valores, de la infancia, de la ilusión de los niños, de tolerancia... demasiada diplomacia para semejante cafre. Como decía mi madre "que los desasne su padre".
PD. La de la foto es la reconstrucción posterior en otro terreno. A ver cuánto dura...

martes, 15 de marzo de 2016

LA HABITACIÓN DE MORIR

Conozco a dos personas que serían absolutamente felices en la U.C.I de un hospital: uno es mi hijo Martín, quien entraría en éxtasis ante tanto cachibache tecnológico y tanto aparataje digital, ruidoso y caro, muy caro. Sería feliz desmontando uno a uno todos esos millones de euros. El otro sería Thomas Bernhard porque reviviría en ella su "habitación de morir" de ese húmedo y lúgubre hospital austriaco para tuberculosos. La cosa ha mejorado en estas décadas y las camas ya no están amontonadas en el cuarto de baño esperando a que sus ocupantes dejen hueco para el siguiente, pero la primera impresión nada más entrar en la sala es la de dolor flotante.
Me acaban de meter dos muelles en las arterias del corazón. Ellos lo llaman angioplastia pero a mí eso me suena a producto de droguería anunciado por Concha Velasco. Prefiero lo de "muelle". El caso es que acabo de pasar por uno de los momentos más jodidos de mi vida (sin contar, por supuesto, con la muerte de mis padres) y ahora estoy aquí en la cama 3, con vistas al patio, de la U.C.I. de una Clínica cercana a casa, con un agujero sangrante en mi muñeca izquierda, dos agujas enchufadas en el otro brazo, mogollón de electrodos sobre el pecho depilado (este detalle es gratuito), un tensiómetro que me oprime el bíceps cada media hora, unos tubos que me suministran oxígeno como si lo necesitara y un dedal que marca mis pulsaciones en un monitor. Cada vez que bajo de 45 pulsaciones la máquina pita y Jessica, la enfermera, viene corriendo a comprobar si estoy vivo: "Tiene usted corazón de deportista" -me dice-. "Sí, como Induráin"-le digo-, pero se marcha extrañada porque no sabe de quién hablo.
En la habitación de morir estoy rodeado de enfermos críticos, postoperatorios, jodidos y sobre todo mucho mayores que yo y aquí, hoy, yo soy la persona más feliz del mundo. Quizás porque he empezado mi segunda vida cuando no terminaba de tenerlo claro. Porque hace tan solo dos horas, al entrar al quirófano, he firmado, sin leer (tal como me ha recomendado la enfermera), unos papeles que he supuesto que eran una autorización para incinerar mi cuerpo, algo con lo que no estoy conforme porque me hace más juntarme con mis padres y con Pablo Iglesias, el auténtico, en el Cementerio Civil. Y por eso soy feliz en la U.C.I. porque de alguna forma soy consciente de que este susto lo que ha hecho ha sido dar el pistoletazo de salida a la segunda vida o, como me dijo el doctor al terminar su trabajo: "para volver a nacer".
Siempre me he considerado una persona afortunada, no lo puedo negar, y siempre he temido que esa suerte cambiara, como ha sido con ese mareo que llevó a ese tac que llevó a ese catéter que urgió a implantar esos muellecitos. No esperaba que ese golpe llegara tan pronto, a los 52 y siendo el más joven de la habitación de morir y por eso, después de todas estas tensas semanas comiéndome el coco, sufriendo por los míos, ordenando papeles y poniéndome en lo peor, ahora siento un gran alivio al comprobar que hay vida después del quirófano.
Pensaréis que soy un paranóico hipocondriaco (que sí) o que esta es la típica milonga de buenos propósitos que todos nos hacemos cuando perdemos a alguien cercano o vemos los ojos de la muerte, pero la verdad es que la U.C.I. con sus constantes pitidos nocturnos es un buen lugar para meditar, la habitación de pensar. La de la segunda oportunidad, la del carpe diem, la de no repetir errores, la de repescar valores, la de la segunda vida (que es más corta que la primera)... La noche es larga y con la llegada de la luz la habitación de morir, que se había convertido en la habitación de pensar, entraba en una frenética actividad por despertar a la anestesiada, tranquilizar a la abuela, repartir medicamentos... en un ejemplo impresionante de funcionamiento coordinado, solidario y eficiente, digno de ser calcado por cualquier empresa, institución o incluso país. Los médicos chocan las cinco con las enfermeras cuando despiertan a una mujer de su postoperatorio; la abuelita llama "zorras" y "perras" a dos ATS que sonríen con paciencia; la enfermera más joven se agacha a cambiar una sonda plantándole el tanga rojo en la cara a un infartado que está a punto de sincopar... Y yo asisto a todo sorprendido y feliz en la habitación de vivir, de volver a vivir.

domingo, 31 de enero de 2016

NUESTRO GENOCIDIO

Me avergüenzo de pertenecer a la raza humana. El uso de la razón, la capacidad de socializar y el sentido común son los que nos diferencian de los animales y los que nos permiten tachar de "animal" a quién no cumple las pautas del raciocinio. Por eso, mirando alrededor se puede afirmar drásticamente que es muy mal momento para presumir de ser ser humano, de pertenecer a esta inhumana humanidad. Uno pensaba que en el siglo XXI, entre nanorobótica, redes sociales y geolocalizadores, los estados, los gobernantes y la sociedad no permitirían que ocurriesen ciertas cosas, pero tristemente los valores no han mejorado con la revolución tecnológica y se mantienen en los mismos niveles que sirvieron para alimentar tantos vergonzosos episodios que engrosan el dramático y sangriento currículum de la clase humana.
El escepticismo se basa en datos, allá van. Varios millones de sirios han huido de su país dejando atrás su vivienda derruida y sus familiares enterrados, escapan como pueden de los bombardeos de no sé sabe bien quién y que no se sabe bien quién no consigue parar. No os cuento nada nuevo. Un millón de ellos ha conseguido llegar a Europa cruzando el mar en patera y caminando en penosas y humillantes condiciones hacia no se sabe dónde. Venían buscando cobijo en el civilizado viejo continente, que mostró su lado solidario cuando se le humedecieron los ojos ante la imagen de un pobrecito niño muerto en la playa. Pero, como ocurre con todos los asuntos de actualidad en nuestros días, la ternura social apenas duró un par de semanas.
Los miles de refugiados que cada país se había comprometido a recibir quedaron difuminados entre alambradas y estaciones (de los 17.600 que debían llegar a España, apenas ha llegado un puñado) y los estados del norte de Europa que están recibiendo una mayor cantidad, están empezando una lamentable e insolidaria exhibición de todos los ismos: racismo, clasismo, egoísmo y hasta fascismo. Muchos de ellos han ido poniendo barreras y escuadrones de policía para evitar su paso; casi todos están de acuerdo en suprimir los acuerdos de Schengen para evitar la libre circulación de personas por Europa; en Dinamarca han decidido quitarles sus pertenencias para cubrir los gastos que generan; en Suecia van a fletar aviones para devolverlos a su país de origen; en Alemania, los neonazis hacen redadas persiguiendo inmigrantes; en Francia, la mayoría de los votantes apoya a los partidos xenófobos; en Grecia alguien sugiere recogerlos en la costa y directamente meterlos en un ferry que los devuelva a Turquía; los bomberos voluntarios que se juegan la vida para salvar a los náufragos son detenidos y juzgados por tráfico de personas... Uno ya se ha acostumbrado a este recital de disparates hasta el punto que no me sorprendería que cualquier día alguien proponga poner francotiradores en la costa para reventar los botes y evitar sufrimiento a los náufragos o incluso lanzar una bomba atómica sobre Siria y así liquidamos de una vez a Al Asad, al ISIS y a todos estos turistas sin visa ni Visa, que nos invaden. Quizás sería mejor.
Y cada día, los telediarios nos salpican nuevas imágenes de niños espanzurrados contra las rocas, madres llorando desesperadas o abuelos con la vista perdida preguntándose cuántos más sufrimientos les depara el destino. Las acusaciones a las mafias que trafican y se aprovechan de esas personas no sirven de excusa, ni las vociferantes narraciones de hechos delictivos cometidos por algún desesperado refugiado, ni el temor al efecto llamada, ni siquiera la siempre presente amenaza de los insensatos asesinos del Daesh. Lo que está ocurriendo en el Mar Mediterráneo es un auténtico genocidio y Europa tiene sus manos manchadas por pasividad y los dirigentes de la Comunidad Europea son cómplices a conciencia de esta situación. Suena fuerte, pero así es, un genocidio, y los responsables pueden serlo por acción o por omisión. Por el uso de machetes, cámaras de gas o ametralladoras, pero también por no evitarlo, teniendo los medios para hacerlo.
Los libros de historia hablan de los genocidios de la Edad Media, las películas nos cuenta el genocidio Nazi, los documentales recuerdan el genocidio de Ruanda y los que peinamos canas hablamos sonrojados del genocidio de los Balcanes... Algún día, los libros de texto y los nietos de nuestros hijos recordarán avergonzados el genocidio de los refugiados... el nuestro.

lunes, 30 de noviembre de 2015

BOMBARDEO O BUENISMO

Ana Pastor insiste en acorralar a Pablo Iglesias para que se decante: "bombardeos sí o bombardeos no".
Me revienta el simplicismo con que se tratan temas tan delicados. La guerra es uno de ellos. Tras los salvajes atentados de Egipto y París ha surgido la inevitable necesidad de reaccionar contra el agresor de la manera más dura posible y ante los inmediatos bombardeos franceses y rusos han aparecido las esperadas voces discrepantes, rápidamente minimizadas con el simplista "o estás conmigo o contra mí". Dicen que en estos momentos hay que estar unidos y mostrarse contundentes contra el enemigo común, pero eso no puede significar dar un cheque en blanco a estrategias que ya han demostrado su fracaso.
Quienes son contrarios a los bombardeos o a la guerra abierta contra el DAESH no son o somos sus defensores, les odiamos como el resto de la sociedad, queremos acabar con ellos, pero discrepamos en la forma. Se puede llegar a entender que Hollande, con la rabia acumulada ante tanto dolor, envíe rápidamente sus aviones a bombardear Raqa, algo que sirve para acallar a la opinión pública occidental, para debilitar mínimamente al ISIS y para provocar más dolor y muerte entre los sirios que son las primeras víctimas de estos locos desalmados. Sencillamente los bombardeos indiscriminados sobre ciudades de Siria producen más islamistas radicales.
Que el problema es mucho más complejo de lo que imaginamos lo saben todos los mandatarios mundiales desde hace muchos años y por eso no han hecho nada por atajarlo en todo este tiempo y por eso mismo no se puede esperar que de la noche a la mañana, para vengar la muerte de conciudadanos europeos vilmente asesinados, se pueda arreglar con la varita mágica de los misiles.
Si alguien piensa que va a vencer por la fuerza y desde el aire al islamismo radical, está muy equivocado o desconoce su nivel de implantación y sus múltiples y desestructurados grupos repartidos en Oriente próximo, Asia, Egipto, Libia, Túnez, Mali... Los talibanes, Al Qaeda, Boko Haram, Daesh o ISIS no dejan de ser franquicias de una misma maligna interpretación del Corán, contra la que sólo se puede luchar con una compleja estrategia a corto, medio y largo plazo. Y ¿eso como se hace?: los políticos como los buenos profesionales deberían saberlo, se empieza por el largo plazo, fijando cual es el escenario que quieres que resulte al final del viaje, después se ponen en marcha los mecanismos lentos que van a dar resultado a medio plazo y cuando eso está claro, se remedia lo inminente, incluso bombardeando si la gravedad de la situación lo requiere, pero suele ser interesante saber antes a quién atacas y con quién te alías.
La experiencia no hace más que recordarnos la cantidad de veces en los últimos años en las que no hemos dado los pasos en ese orden, hemos quitado a dictadores por la fuerza, hemos armado hasta los dientes a supuestos rebeldes revolucionarios y no hemos gastado ni un minuto en establecer un plan duradero. El resultado ha sido que todos esos Kalashnikov se han vuelto contra nosotros y jode eso de que te maten con las armas que tú has regalado.
Cuando explicas esto te acusan de buenismo o te dicen que si hubieras perdido a un familiar víctima de estos asesinos, no pensarías igual. A lo que me gusta responder que prefiero el buenismo al malismo y que está demostrado que no es bueno legislar en caliente y que las víctimas deben recibir apoyo y solidaridad, pero no marcar la agenda. Todos queremos acabar con esta lacra, pero definitivamente, y eso conlleva un plan algo más trabajado.
Como punto de partida hay que reconocer y asimilar que los grandes perjudicados de esta situación son los musulmanes y que son muchos millones de personas que viven asustadas ante esta radicalización que les amenaza y que además les pone en el punto de mira de parte de "Occidente" que mezcla churras con merinas. Ese primer paso mirando al futuro debería ser diplomático, de acercamiento a los guías espirituales del Islam, de educación y de generación de esperanza para los jóvenes de países al borde de la quiebra social y estatal.
En paralelo habrá que construir un mapa geopolítico algo más consensuado que el que se hizo en la descolonización, construyendo un complejo equilibrio de fuerzas que no puede ser inmediato. Ya no vale lo de "echamos a Al Asad y hacemos elecciones" porque lo que viene es peor, ni tampoco lo contrario; ni podemos caer en limpiezas étnicas que nos regurgiten las tristes memorias de Hutus y Tutsis, ahora suplantados por Sunies y Chiies. Habrá que establecer un plan transitorio sumando fuerzas incluso con el propio Al Asad, exigiéndole unas claras contraprestaciones. Habrá que contar con Egipto, Turquía y el propio Irán como posibles benefactores. Habrá que reconocer su papel a los kurdos. Habrá que exigir su patrocinio a los "democráticos", pero millonarios, patrocinadores del Madrid y el Barça. Habrá que meter mano de una maldita vez al libre comercio armamentístico y a las hipócritas y sonrrojantes vías de financiación de los radicales. Habrá que aprovechar la ocasión para enfriar la guerra fría, vaya paradoja. Habrá que ocuparse de las víctimas, todas, no solo las de París, también los que han perdido además de su familia, su casa y su país. Lo mejor que podemos hacer para atacar la insensatez del DAESH es acoger a sus víctimas, a esos ciudadanos que huyen del terror de estos descerebrados, para que ellos tengan claro quién es su enemigo. Mientras estemos dando el trato que estamos dando a los refugiados que vienen de esa zona, estaremos fomentando la idea de que tan malo es esto como lo que dejan atrás, serán dobles víctimas, del ISIS y de Europa. En el fondo son los propios musulmanes los que tienen que acabar con ellos.
Y con todo eso en marcha, si hace falta, sí, habrá que actuar de forma quirúrgica y contundente para cercar y acabar con los núcleos activos del terrorismo. Igual esto es el buenismo.

PD. Se me olvidó comentar que también habrá que atender a Bertín Osborne, comentar el partido del Madrid y salir en el Hormiguero antes de tomar una decisión coherente al respecto.


domingo, 11 de octubre de 2015

EL PERIODISMO DE CLICS

Hace poco, en una reunión de trabajo, el editor y un redactor jefe de uno de los periódicos más vendidos en nuestro país me daban lecciones magistrales de como se distribuye la información en un diario digital: es muy sencillo, la redacción y los editores o portadistas van subiendo información según se va produciendo y son los propios lectores los que después deciden qué permanece y qué es condenado a ir bajando en la pantalla hasta desaparecer. Las noticias con más clics se quedan arriba y las demás se van hundiendo en eso que se llama scroll, hasta volatilizarse. Una mera cuestión de audiencias, muy similar a lo que ocurre en las televisiones, donde el programa que no da el share esperado se va al garete.
Vale, ya lo había notado yo hace tiempo, pero nunca pensé que los propios responsables iban a presumir abiertamente de tal aberración periodística. Los criterios democráticos no pueden ser aplicados a todo porque al final terminamos sumidos en la sociedad de Gran Hermano y sálvame, algo cuestionable en el entretenimiento, pero totalmente rechazable en la información.
Este sistema provoca la rápida desaparición de las portadas de temas de gran relevancia que son inmediatamente sustituidos por nueva actualidad, más jugosa y más sangrienta, aunque sea menos importante. Por eso asuntos que se meten de lleno en nuestras vidas y nos obsesionan durante unos días son efímeros y borrados de nuestra memoria como por arte de magia. Un ejemplo claro son los refugiados, que tanto nos enternecieron e indignaron, y que han debido volver a su país porque ya no se habla de ellos en ningún sitio. Ahora entiendo la teoría tan utilizada por ciertos políticos de aguantar los chaparrones informativos durante una semana porque no hay noticia ni escándalo capaz de mantenerse en el candelero más de ocho días.
Por eso los redactores tienen ahora más presión para conseguir "clics" en sus noticias, por eso los titulares han pasado a tener más importancia que nunca. Para entender todo esto, explicado por alguien que escribe un poquito mejor que un servidor, leed el artículo de Juan Goytisolo que me ha incitado a escribir esto. Se merece unos cuantos clics.
PD. La entrada, no lo sé, pero la foto sí que he conseguido que tenga muchos clics...

jueves, 1 de octubre de 2015

PERDEDORES

Una última reflexión para cerrar el culebrón catalán aunque solo sea por un par de minutos. Estábamos tan acostumbrados al espectáculo de cada noche de elecciones viendo las celebraciones de todos los partidos como ganadores de la consulta, que lo ocurrido el domingo en Catalunya nos ha dejado un tanto desconcertados. Es la primera vez en la que no solo no ha habido ganadores sino que todos han perdido.
Es verdad que el tema es tan complejo que cuando escuchas entrevistas a personajes tan distintos como Borrell, Baños, Arrimadas o Iceta piensas que todos tienen razón. Así que un día te levantas cantando Els Segadors y al siguiente vestido de "la roja". Sinceramente si fuese catalán no sabría qué pensar ni qué votar. Y eso se nota en los resultados, en la enorme división de pareceres, en la fractura social, posiblemente innecesaria, que los más radicales de uno y otro extremos se han encargado de alimentar con enorme inconsciencia.
Es curioso, pero los extremos siempre se tocan y al igual que pasa con los extremistas políticos, también pasa con los extremistas nacionalistas. Tiene cierta guasa ver como quienes atacan el catalanismo nacionalista lo hacen defendiendo un nacionalismo español tan antidiluviano, insolidario y corto de miras como el otro. Y viceversa. Tiene gracia como se interpretan los datos de la historia, las fechas y los movimientos de fronteras caprichosamente dependiendo del interés político de cada uno. Todo ello con la misma frivolidad y nula objetividad que cuando se discute si es mejor Leo Messi o Cristiano Ronaldo.
El caso es que hubo elecciones, parlamentarias para unos, plebiscitarias para otros y lo que es ya de partirse de risa es que todos las han perdido. Los nacionalistas porque las plantearon única y exclusivamente como un referéndum de apoyo a la independencia en busca de una sonada mayoría de votos y no consiguieron pasar ni siquiera del 50%. Los no independentistas porque no dieron validez a ese plebiscito y enfocaron la consulta como lo que técnicamente era, una elección de parlamentarios y perdieron porque los partidos independentistas sacaron más diputados. Y ya para troncharse verles a todos por la noche defendiendo lo contrario de lo que han dicho durante toda la campaña, Junts pel sí hablando de elecciones parlamentarias y los antinacionalistas hablando de referéndum.
La papeleta que hay ahora por delante es complicada y necesita de mucha más mano izquierda, empatía, diálogo y cordura. Sin tanta amenaza, tanta chulería, tanto insulto, tanta denuncia, tanto victimismo, tanto Mas, tanto Rajoy...
Tíos, que no ha ganado nadie, que habéis perdido todos y sobre todo los ciudadanos que siguen puteados sin que nadie se centre a resolver sus problemas de verdad. Que ha perdido Catalunya y ha perdido España, Espanya y Cataluña.