Vivimos en un mundo de mentira. Lo sabemos y presumimos de ello. Lo virtual se impone a lo real. Quien no está conectado a la revolución digital es considerado un ermitaño negacionista del progreso y peligroso para la sociedad. Alguien a quien esquivar y denigrar. Todos los círculos, familiares, profesionales, amistades... pasan a ser un permanente concurso de innovación y tecnología en los que presumir de estar al día del último gadget, la penúltima aplicación o la novísima red social. Si no estás no eres y casi siempre llegas tarde. Todo está inventado y millones de personas están a cada momento pensando lo mismo que tú. Pero nadie da un paso atrás y nadie se atreve a criticarlo por miedo a ser tildado de anticuado.
Los chavales quieren ser desarrolladores de aplicaciones, los niños sueñan con ser youtubers de mayor, los quinceañeros buscan el pelotazo en el mundo del gaming y el tejido empresarial cambia por la aparición de un gigantesco enjambre de hambrientas y voraces Startups en busca de dinero fácil y rápido. El efecto pelotazo ya no está soportado por ladrillo sino por código nativo android. Un bloguero es ya algo del pasado, casi un juglar con su pergamino. ¡Cómo me identifico con el méster de juglaría!.
Las relaciones sociales también sufren un dramático terremoto que permuta el calor de la amistad, de las sonrisas, las expresiones y las palabras, por la frialdad de los clics, los whatsaps, los "me gusta" y los emoticonos. No lo critico y además lo practico compulsivamente, pero siendo consciente de que el rumbo que le estamos poniendo al mundo no es el apropiado. La vanidad, el ego y el exhibicionismo han sobrepasado los límites de la vergüenza y el ridículo para ser todo un espectáculo, en muchas ocasiones deleznable. El selfismo, los vines, instagram y el monologuismo youtuber son escaparate donde romper con la timidez o exponer la desvergüenza para que los demás, cuantos más mejor, mejores tus números de la fidelidad. Uno vale por sus "me gusta".
Mentira, todo es una gran mentira, y a menudo me planteo cómo va a evolucionar este universo digital. Incluso dudo si bajarme provisional o definitivamente y pasar a ser un negacionista proscrito. El vértigo me lo impide, pero cada día que pasa estoy más convencido de que el siguiente movimiento que está a punto de llegar es la contrarrevolución, en la que se pondrán de moda los cafés sin wifi, se prohibirá entrar con móvil a los conciertos, los mapas recobrarán el terreno perdido y las tertulias no serán por whatsapp sino alrededor de una ración de bravas.
Entonces la creatividad se plasmará en cuadros, en novelas, en pelis y en discos. Habrá vuelto la cordura y no será ídolo de nadie un imbecil que se graba vídeos haciendo el imbécil, ni seremos esclavos del puto móvil, ni se matará la gente en el coche por contestar el whatsapp de su cuñao sobre el Pequeño Nicolás, ni tendremos tantos amigos que nunca hemos visto ni conocemos sus caras,
pero que jalean nuestras ocurrencias con generosos "likes".
Ahora o nunca, salvemos al mundo del calentamiento global, de las injusticias sociales, de las salvajadas humanas y de la estupidez general en la que estamos sumidos por la mala utilización de la revolución tecnológica.
Hachetetepebarrabarra y después lo que quieras poner. Es un título demasiado ambíguo para un blog, demasiado abierto. Pero así es este espacio. Unos días abierto para la alegría, otros para la pena; para la esperanza o el escepticismo; la reflexión o la ironía... Lo que salga de los huevos ¿no?
lunes, 29 de diciembre de 2014
domingo, 21 de diciembre de 2014
NÚMEROS Y LETRAS
Lucio, ocho años, orgulloso comentaba sus éxitos en su materia preferida: "Me gustan mucho las matemáticas, son mi asignatura favorita". Martín, quince años, con rechazo y cierta indignación le reprendía: "Eso es porque tus matemáticas sólo tienen números, ya verás cuando les pongan letras como no molan tanto". Tenía toda la razón del mundo el chiquillo, a quién se le ocurriría llenar las operaciones de cálculo de X ó Y para volver locos a todos los chavales.
A partir de ahí me he ido dando cuenta de que uno de los principales problemas del mundo en el que vivimos es que en la otrora igualada pugna entre letras y números, han salido ganando de forma aplastante estos últimos. Ya nadie duda que los buenos estudiantes son los que optan por ciencias y los vaguetes los que se van a letras; el propio sistema de ingreso en las universidades es numérico y establece que las carreras premium son las de ciencias, mientras se abarata el acceso a cualquier titulación relacionada con letras o humanidades. He llegado a oír a chavales ironizar sobre el tema e insultar con el término "letrasado".
Eso lleva como consecuencia que un buen bancario sea mucho más reputado que un buen profesor, que un currículum de administrativo es mejor valorado que uno de periodista o historiador; en definitiva que el Excel ha derrotado al Word. Y pensaréis que es otra paranoia anecdótica de las mías, pero el caso es mucho más profundo de lo que parece.
La derrota de las humanidades es obvia en un mundo donde escuchar una ópera, escribir un relato, leer una poesía o pintar un cuadro son actividades y actitudes trasnochadas e improductivas dignas de gente obsoleta sin futuro. Ante eso, el planteamiento educacional exige estudios de materias productivas, que vayan a servir en un futuro para ganar dinero, cuanto más mejor y cuanto más rápido, mejor todavía.
Hace poco observé aterrado como un padre me contaba con cierto sentimiento de culpa, algo de vergüenza y una enorme sensación de fracaso, que su hija estaba estudiando periodismo. Casi tuve que darle el pésame y un abrazo para animarle porque la pobre chica había escogido un camino profesional bonito como pocos, abierto a la creatividad, al compromiso y de gran servicio a la sociedad. Posiblemente la chica no se iba a forrar a corto plazo, pero podría ser muy feliz y muy útil. Supongo que ese mismo padre sería feliz si su hija hubiese hecho económicas y hubiese terminado llevando la gestión de compras de terminales de cualquier multinacional sonada; un trabajo mucho más alienante y feo.
Seguimos viviendo en la titulitis, pero también en un mundo en el que lo cuantitativo se ha impuesto a lo cualitativo, los rendimientos a los valores, los beneficios a los principios y los mercados a los museos. Tenía razón Martín, a las matemáticas les sobran letras y en la cultura no pintan nada los números (los del IVA tampoco). Y a este planeta le hace falta una buena dosis de filosofía existencial frente a tanto pragmatismo economicista, por no decir capitalista. Vivan las letras!!!
A partir de ahí me he ido dando cuenta de que uno de los principales problemas del mundo en el que vivimos es que en la otrora igualada pugna entre letras y números, han salido ganando de forma aplastante estos últimos. Ya nadie duda que los buenos estudiantes son los que optan por ciencias y los vaguetes los que se van a letras; el propio sistema de ingreso en las universidades es numérico y establece que las carreras premium son las de ciencias, mientras se abarata el acceso a cualquier titulación relacionada con letras o humanidades. He llegado a oír a chavales ironizar sobre el tema e insultar con el término "letrasado".
Eso lleva como consecuencia que un buen bancario sea mucho más reputado que un buen profesor, que un currículum de administrativo es mejor valorado que uno de periodista o historiador; en definitiva que el Excel ha derrotado al Word. Y pensaréis que es otra paranoia anecdótica de las mías, pero el caso es mucho más profundo de lo que parece.
La derrota de las humanidades es obvia en un mundo donde escuchar una ópera, escribir un relato, leer una poesía o pintar un cuadro son actividades y actitudes trasnochadas e improductivas dignas de gente obsoleta sin futuro. Ante eso, el planteamiento educacional exige estudios de materias productivas, que vayan a servir en un futuro para ganar dinero, cuanto más mejor y cuanto más rápido, mejor todavía.
Hace poco observé aterrado como un padre me contaba con cierto sentimiento de culpa, algo de vergüenza y una enorme sensación de fracaso, que su hija estaba estudiando periodismo. Casi tuve que darle el pésame y un abrazo para animarle porque la pobre chica había escogido un camino profesional bonito como pocos, abierto a la creatividad, al compromiso y de gran servicio a la sociedad. Posiblemente la chica no se iba a forrar a corto plazo, pero podría ser muy feliz y muy útil. Supongo que ese mismo padre sería feliz si su hija hubiese hecho económicas y hubiese terminado llevando la gestión de compras de terminales de cualquier multinacional sonada; un trabajo mucho más alienante y feo.
Seguimos viviendo en la titulitis, pero también en un mundo en el que lo cuantitativo se ha impuesto a lo cualitativo, los rendimientos a los valores, los beneficios a los principios y los mercados a los museos. Tenía razón Martín, a las matemáticas les sobran letras y en la cultura no pintan nada los números (los del IVA tampoco). Y a este planeta le hace falta una buena dosis de filosofía existencial frente a tanto pragmatismo economicista, por no decir capitalista. Vivan las letras!!!
miércoles, 17 de diciembre de 2014
POR SIGLAS MOSCAS
Tengo un problema, he hecho una foto en RAW y la quiero
pasar a JPEG, pero me han dicho que pruebe mejor con un PNG o un BMP porque si
lo que al final voy a hacer es subirla a la FTP en un PDF, me valdría con un
GIF, pero como la tengo en la CPU del PC, me ocupa mucha RAM, con lo que o lo
grabo en un CD o en un DVD o lo envío por SMS o partiendo de su RSS desarrollo
una APP o lo paso a HTML utilizando la GPU y lo cuelgo en una URL desde mi IP,
compartiéndolo en RRSS, ya sea FB o TW, pero dependo del EFI y el SMC del MAC
por no hacerlo en IPV4 ni usar una SSL para guardar en el CRM. Si fuera vídeo
lo pondría en MOV o en AVI o en MVI,
aunque si encuentro el adaptador de AC-DC del TDT me ahorro el IVA del
IRPF como hace el PP y hago un XLS con el IPC estimado por el FMI y la CEE que
es distinto al de la OCDE y la CNMV, pero he oído en RNE que te piden el DNI como
cuando coges el AVE o pagas el IBI para ver si tienes el VIH o eres de ETA o
tener datos de tu ADN y es que sin duda detrás de esto está el CNI o la CIA o
hasta la KGB y o lo para la ONU o la OMS o vamos directos al KO a velocidad de
DRS, pasados de RPM, por haber dicho OK por culpa del IBEX y de la CEOE y ahora
estamos en la UVI. Esa es la preocupación que os transmite http//, agente de la
TIA.
PD. Con lo que a mí me gustaba viajar en el Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol de la Red Nacional de Ferrocarriles Españoles...
domingo, 14 de diciembre de 2014
EL EXORCISTA
Soy de los pocos seres que nunca jamás ha visto El Exorcista. Tiene explicación: si la veo me cago en los pantalones y eso es molesto y muy poco estético. A lo más que he llegado es a entrar en la casa del terror del Parque de Atracciones, donde había una recreación de la habitación con la niña poseída; entré agarrado al de delante y la de detrás y cuando la niña se levantó, grité compulsivamente y a punto estuve de soltarle un puñetazo. Evidentemente, me cagué en los pantacas.
Así es, no me gusta el cine de terror porque me da miedo. Prefiero el de humor, que me hace reír. Simplón que soy. Aunque por encima de todo me gusta la realidad, más que la ficción. Sin embargo, leyendo la información fechada recientemente en Burgos, uno no alcanza a distinguir si estamos ante una narración de pánico, cachondeo o durísima realidad.
Resulta que los juzgados están dirimiendo posibles responsabilidades por la práctica de un exorcismo a una joven anoréxica que se había intentado suicidar, a quien sometían a largas sesiones purgatorias, atada y con varios crucifijos en su cabeza, mientras el sacerdote autorizado como exorcista, rezaba oraciones y trataba de expulsar al demonio de su cuerpo. No te rías que va en serio, no me lo invento.
El exorcismo sigue vigente en la iglesia católica del siglo XXI, es reconocido por El Vaticano, que concede los títulos oficiales de exorcista, y justificado por todos los obispados, arzobispados, diócesis, archidiócesis y archidiocisiete. Leo en el periódico declaraciones de un exorcista que dice que los poseídos tienen síntomas muy parecidos a los esquizofrénicos; ¡pobres! De verdad, no es broma, es realidad.
Es verdad, al igual que es cierto que el Obispo de Córdoba está intentando cambiar la historia y hacernos pasar a todos por tontos diciendo que la Mezquita siempre fue, es y será un templo católico y cambia su nombre para llamarla Catedral de Córdoba. Un gesto que sólo puedo entender como beligerante, qué necesidad tendrá, si ya es el único beneficiario de todo el negocio que genera. Le va a costar que todos dejemos de llamar Mezquita de Córdoba a la Mezquita de Córdoba. Me río.
Y lo que es más triste de todo y no tiene ni puta gracia son las reincidentes historias de acosos, pederastia y otras aberraciones a las que parte de ese colectivo nos tiene acostumbrados, con la connivencia de buena parte de sus jerifantes. Tiene trabajo Francisco para poner al día a esta institución anacrónica, ventajista, dominante y medieval. Miedo, mucho miedo es el que siento cuando pienso en la Iglesia como institución y en todos estos disparates. Mucho más miedo que si durmiera cada día con la niña del exorcista.
Pie de foto: Mirad la pancarta que hay en la iglesia de al lado de casa. Yo, por si las moscas, prefiero aliviarme solo.
Así es, no me gusta el cine de terror porque me da miedo. Prefiero el de humor, que me hace reír. Simplón que soy. Aunque por encima de todo me gusta la realidad, más que la ficción. Sin embargo, leyendo la información fechada recientemente en Burgos, uno no alcanza a distinguir si estamos ante una narración de pánico, cachondeo o durísima realidad.
Resulta que los juzgados están dirimiendo posibles responsabilidades por la práctica de un exorcismo a una joven anoréxica que se había intentado suicidar, a quien sometían a largas sesiones purgatorias, atada y con varios crucifijos en su cabeza, mientras el sacerdote autorizado como exorcista, rezaba oraciones y trataba de expulsar al demonio de su cuerpo. No te rías que va en serio, no me lo invento.
El exorcismo sigue vigente en la iglesia católica del siglo XXI, es reconocido por El Vaticano, que concede los títulos oficiales de exorcista, y justificado por todos los obispados, arzobispados, diócesis, archidiócesis y archidiocisiete. Leo en el periódico declaraciones de un exorcista que dice que los poseídos tienen síntomas muy parecidos a los esquizofrénicos; ¡pobres! De verdad, no es broma, es realidad.
Es verdad, al igual que es cierto que el Obispo de Córdoba está intentando cambiar la historia y hacernos pasar a todos por tontos diciendo que la Mezquita siempre fue, es y será un templo católico y cambia su nombre para llamarla Catedral de Córdoba. Un gesto que sólo puedo entender como beligerante, qué necesidad tendrá, si ya es el único beneficiario de todo el negocio que genera. Le va a costar que todos dejemos de llamar Mezquita de Córdoba a la Mezquita de Córdoba. Me río.
Y lo que es más triste de todo y no tiene ni puta gracia son las reincidentes historias de acosos, pederastia y otras aberraciones a las que parte de ese colectivo nos tiene acostumbrados, con la connivencia de buena parte de sus jerifantes. Tiene trabajo Francisco para poner al día a esta institución anacrónica, ventajista, dominante y medieval. Miedo, mucho miedo es el que siento cuando pienso en la Iglesia como institución y en todos estos disparates. Mucho más miedo que si durmiera cada día con la niña del exorcista.
Pie de foto: Mirad la pancarta que hay en la iglesia de al lado de casa. Yo, por si las moscas, prefiero aliviarme solo.
viernes, 12 de diciembre de 2014
SINFINES
Soy un apasionado de los sinfines y toda clase de derivados. Es todo un mundo, algo que se lleva dentro, una filosofía de vida, diría... No tengo ni repanjotera idea de lo que realmente es un sinfín y no quiero comprobarlo porque ya de por sí la palabra me da mucho miedo o quizás vértigo. Algo sin fin sería infinito o incluso infinito doble. Sin embargo los sinfines y derivados que fabrica el tío Espilete se han cruzado en mi camino hasta tal punto de meterse de rondón en este distinguido espacio.
Resulta que hace unos días procedía a ordenar unas estanterías repletas de material donado para llevar al Sahara cuando encontré una caja llena de camisetas regaladas por corredores populares; no voy a entrar a describir el olor ácido y turbio que desprendía la ropa cuando abrí la caja porque ya lo he hecho. Entre las generosas donaciones encontré numerosas joyas del nivel de calcetines tomateros, camisetas de manga larga convertidas en manga corta de manera artesanal y otras muchas. Pero por encima de todo destacaba una camiseta de algodón, de 70 gramos o menos, en blanco que son más baratas y con el logotipo de la compañía que todos conocéis: Espilete, sinfines y derivados.
Por deformación profesional me intenté poner en la mente de Espilete o de su director de marketing, que supongo que es su cuñado, para entender cómo habían llegado a la conclusión de que ese nombre, ese logotipo y sobre todo esa campaña de merchandising, les iba a llevar al éxito. Puedo entender el nombre por motivos familiares y de apellidos; puedo entender el logo porque se supone que eso que representa es un sinfín; pero lo que no me entra en la cabeza es que se gasten la pasta en una camiseta con semejante diseño. ¿Quién es el inconsciente que se enfunda ese cacho algodón y sale a correr la carrera de su pueblo de esa guisa?
Mi siguiente análisis fue químico, porque la camisetilla llevaba unas sospechosas manchas amarillentas en los sobacos y si te arrimabas un poco todavía podías olisquear cierto tufo a vendimia castellano manchega o a meta de la milla urbana conquense. Por último me adentré en el estudio social y psicológico para tratar de entender la mente de ese corredor que estaba donando su apreciada y sudada camiseta de Espilete S.L. para ayudar a ese pobre africano que nunca ha visto un sinfín y tampoco ninguno de sus derivados.
Recordé entonces ese gran documental de hace poco en TVE2 en el que un trabajador social en Ghana rogaba encarecidamente al mundo que dejasen de enviarles ordenadores estropeados. Su petición era algo así como: "la brecha digital entre los países subdesarrollados y Occidente es enorme y seguirá creciendo mientras nos sigan mandando la basura que ustedes no quieren para nada". Entonces recordé una máxima del mundo de la ayuda humanitaria que todo el mundo debería aprenderse: solidaridad es compartir lo que tienes, no deshacerte de lo que te sobra.
Resulta que hace unos días procedía a ordenar unas estanterías repletas de material donado para llevar al Sahara cuando encontré una caja llena de camisetas regaladas por corredores populares; no voy a entrar a describir el olor ácido y turbio que desprendía la ropa cuando abrí la caja porque ya lo he hecho. Entre las generosas donaciones encontré numerosas joyas del nivel de calcetines tomateros, camisetas de manga larga convertidas en manga corta de manera artesanal y otras muchas. Pero por encima de todo destacaba una camiseta de algodón, de 70 gramos o menos, en blanco que son más baratas y con el logotipo de la compañía que todos conocéis: Espilete, sinfines y derivados.
Por deformación profesional me intenté poner en la mente de Espilete o de su director de marketing, que supongo que es su cuñado, para entender cómo habían llegado a la conclusión de que ese nombre, ese logotipo y sobre todo esa campaña de merchandising, les iba a llevar al éxito. Puedo entender el nombre por motivos familiares y de apellidos; puedo entender el logo porque se supone que eso que representa es un sinfín; pero lo que no me entra en la cabeza es que se gasten la pasta en una camiseta con semejante diseño. ¿Quién es el inconsciente que se enfunda ese cacho algodón y sale a correr la carrera de su pueblo de esa guisa?
Mi siguiente análisis fue químico, porque la camisetilla llevaba unas sospechosas manchas amarillentas en los sobacos y si te arrimabas un poco todavía podías olisquear cierto tufo a vendimia castellano manchega o a meta de la milla urbana conquense. Por último me adentré en el estudio social y psicológico para tratar de entender la mente de ese corredor que estaba donando su apreciada y sudada camiseta de Espilete S.L. para ayudar a ese pobre africano que nunca ha visto un sinfín y tampoco ninguno de sus derivados.
Recordé entonces ese gran documental de hace poco en TVE2 en el que un trabajador social en Ghana rogaba encarecidamente al mundo que dejasen de enviarles ordenadores estropeados. Su petición era algo así como: "la brecha digital entre los países subdesarrollados y Occidente es enorme y seguirá creciendo mientras nos sigan mandando la basura que ustedes no quieren para nada". Entonces recordé una máxima del mundo de la ayuda humanitaria que todo el mundo debería aprenderse: solidaridad es compartir lo que tienes, no deshacerte de lo que te sobra.
lunes, 8 de diciembre de 2014
"LO SIGUIENTE"
La RAE se encarga de ir actualizando el idioma español de acuerdo
con sus usos domésticos; a medida que los españolitos vamos desarrollando el
lenguaje en la calle y nos vamos inventando palabros, la Real Academia procede
a admitir esas palabras o expresiones que a base de tanto uso ya son parte de
nuestra lengua. Vamos, las que ya no les quedan más cojones que aceptar.
Cada nueva adaptación crea polémica porque siempre salen los
puristas que se niegan a la adopción de nuevos vocablos y los modernillos que
reivindican otros que se han quedado fuera. Por eso te encuentras con un nuevo
diccionario que incluye a los cansinos hipster, los indefinidos frikis y las
dudosas pilinguis.
Sin embargo siempre hay expresiones populares difíciles de
domar y definir para que pasen a ser normas aceptadas del castellano. Dos de
esas formas de expresión que están tremendamente extendidas me traen por la
calle de la amargura hasta tal punto que estoy a punto de crear un partido
político para su erradicación. La primera de ellas es “lo siguiente” y la
segunda “entre comillas”: las desarrollo.
Lo siguiente es la expresión más utilizada en nuestros días
y sirve para un roto y un descosido, un enorme cajón de sastre al que recurrir
en cualquier narración. Algunos ejemplos: “No hacía calor, lo siguiente”,
“aquel tío no era idiota sino lo siguiente”, “No es que esté cansado, es lo siguiente”… y ahí queda eso,
es nuestra imaginación, los demás tenemos que deducir qué es lo siguiente a
calor, idiota o cansancio y no siempre es fácil.
La otra, “entre comillas” es difícilmente aceptable por la
Academia porque además de la expresión incluye de forma ineludible un gesto
manual que pinta con cuatro deditos unas comillas en el aire. Es una expresión
muy útil porque sirve para decir cualquier soplapollez, mientras la soportes
con el correspondiente “entre comillas” y los deditos que se abren y cierran
como garras de ratoncillo. Voy a decir una “tontería” y la dices moviendo los
deditos y todo el mundo la acepta como tal, como una gran tontería. Una vez vi
a Javier Cansado haciendo una parodia sobre este tipo de expresión gestual y
desde entonces no soporto a todos los que usan ese recurso en cada reunión, en
cada conversación. Y eso que el que aquí firmante ha sido un gran consumidor de
ambas expresiones; no es que fuese adicto, era lo siguiente, pero ahora ya me
estoy, entre comillas, desintoxicando.
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