Lucio, ocho años, orgulloso comentaba sus éxitos en su materia preferida: "Me gustan mucho las matemáticas, son mi asignatura favorita". Martín, quince años, con rechazo y cierta indignación le reprendía: "Eso es porque tus matemáticas sólo tienen números, ya verás cuando les pongan letras como no molan tanto". Tenía toda la razón del mundo el chiquillo, a quién se le ocurriría llenar las operaciones de cálculo de X ó Y para volver locos a todos los chavales.
A partir de ahí me he ido dando cuenta de que uno de los principales problemas del mundo en el que vivimos es que en la otrora igualada pugna entre letras y números, han salido ganando de forma aplastante estos últimos. Ya nadie duda que los buenos estudiantes son los que optan por ciencias y los vaguetes los que se van a letras; el propio sistema de ingreso en las universidades es numérico y establece que las carreras premium son las de ciencias, mientras se abarata el acceso a cualquier titulación relacionada con letras o humanidades. He llegado a oír a chavales ironizar sobre el tema e insultar con el término "letrasado".
Eso lleva como consecuencia que un buen bancario sea mucho más reputado que un buen profesor, que un currículum de administrativo es mejor valorado que uno de periodista o historiador; en definitiva que el Excel ha derrotado al Word. Y pensaréis que es otra paranoia anecdótica de las mías, pero el caso es mucho más profundo de lo que parece.
La derrota de las humanidades es obvia en un mundo donde escuchar una ópera, escribir un relato, leer una poesía o pintar un cuadro son actividades y actitudes trasnochadas e improductivas dignas de gente obsoleta sin futuro. Ante eso, el planteamiento educacional exige estudios de materias productivas, que vayan a servir en un futuro para ganar dinero, cuanto más mejor y cuanto más rápido, mejor todavía.
Hace poco observé aterrado como un padre me contaba con cierto sentimiento de culpa, algo de vergüenza y una enorme sensación de fracaso, que su hija estaba estudiando periodismo. Casi tuve que darle el pésame y un abrazo para animarle porque la pobre chica había escogido un camino profesional bonito como pocos, abierto a la creatividad, al compromiso y de gran servicio a la sociedad. Posiblemente la chica no se iba a forrar a corto plazo, pero podría ser muy feliz y muy útil. Supongo que ese mismo padre sería feliz si su hija hubiese hecho económicas y hubiese terminado llevando la gestión de compras de terminales de cualquier multinacional sonada; un trabajo mucho más alienante y feo.
Seguimos viviendo en la titulitis, pero también en un mundo en el que lo cuantitativo se ha impuesto a lo cualitativo, los rendimientos a los valores, los beneficios a los principios y los mercados a los museos. Tenía razón Martín, a las matemáticas les sobran letras y en la cultura no pintan nada los números (los del IVA tampoco). Y a este planeta le hace falta una buena dosis de filosofía existencial frente a tanto pragmatismo economicista, por no decir capitalista. Vivan las letras!!!
Cómo se nota que eres de letras. Desde las ciencias se ven las cosas de otra manera.
ResponderEliminarDe acuerdo en todo. Mi hijo quiere estudiar periodismo y todo el mundo me dice que le desanime, qué menudo futuro.... Pero cómo voy a desanimarle si yo estudié periodismo cuando todos estaban en contra. Ser A no es menos que ser 1, solo es otra manera de ver el mundo .
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