Gali, nuestro hijo saharaui, en uno de sus geniales comentarios, el otro día confesó su nivel de adicción al Islam: "Yo creo en Alá al 65 por ciento". Obviamente nosotros soltamos una carcajada porque nunca habíamos escuchado ese tipo de matizaciones matemáticas en cuestiones de dioses y religiones. Preguntado por el motivo de esa reserva del 35 por ciento, él supo explicarse rápidamente: "Es que lo de no comer cerdo, no lo tengo muy claro, con lo rico que está el jamón..."
Él, aunque sólo sea con su 65%, es uno de los 1.600.000.000 (mil seiscientos millones) de musulmanes que hay en el mundo. Una cifra que va en aumento y que pronto puede acercarse a esos dos mil millones de cristianos. Conozco personalmente a varios centenares de musulmanes, la mayoría gente excepcional, inteligente, generosa, amable y cariñosa; algún que otro capullo. También conozco a muchos más "cienes" de cristianos, la mayoría gente excepcional, inteligente, generosa, amable y cariñosa; algún que otro capullo e incluso algún hijo de puta.
El otro día, en Francia, unos mal nacidos, asesinos sin cerebro, desquiciados y sin la mínima categoría humana realizaron un brutal y abominable crimen por el que pagaron con sus vidas. Estos exaltados terroristas dementes y repudiables son un peligroso fenómeno en ascenso en algunas partes del mundo donde el radicalismo islamista está levantándose contra lo que consideran la opresión de Occidente. Dicen hablar en nombre de Alá, pero realmente son sólo vengadores de una situación social injusta en la que creen estar y que enmascaran con una ciega argumentación religiosa.
En la misma semana Boko Haram ha matado a más de 2.000 personas en Nigeria, con incomprensibles razones de locos asesinos poseídos por la sin razón evangelizadora. En Siria los rebeldes, transformados en Estado Islámico siguen masacrando a los civiles con las armas que Occidente les dio para luchar contra El Asad. En Pakistan, aquel país lejano situado entre Afganistán e India, la otra semana reventaron las vidas de decenas de niños que cometían el imperdonable delito de estudiar en la escuela.
El mundo ha perdido el norte, el radicalismo islamista pretende contagiar al máximo número de militantes extremistas capaces de luchar por una causa no refrendada ni por la historia ni por sus propios libros sagrados. Las grandes potencias no saben como evitarlo y están más perdidas que nunca, tras los últimos traspies bajo el eslogan "peor remedio que enfermedad". Sin embargo, ante tanta barbarie, los afortunados occidentales deberíamos reaccionar con el sentido común del que ellos carecen, evitando generalizaciones, impidiendo que se criminalice a toda una religión, seguida por tantos millones de gente pacífica, imponiendo la educación, la pedagogía y el diálogo frente a quienes sólo saben hablar con la fuerza y las armas. La barbarie no se combate con controles en los aeropuertos ni con represión y sospecha sobre todos los musulmanes, la forma de combatirla es consiguiendo que ellos sean uno más de los nuestros, que no se sientan rechazados, que tengan los mismos derechos y que no sean señalados como permanentes sospechosos, porque al final terminan por convertirse en lo que creemos que son.
Viendo las noticias tras el atentado de Charlie Hebdo, mi hijo español dijo: "Puto Islam" y yo rápidamente corrí a explicarle todos estos argumentos y muchos más para evitar ese choque de civilizaciones que es estúpido y no nos conviene. Por más que tantos lo promuevan, de un lado y de otro.
Completamente de acuerdo ..... sobre todo en que, como afirma Gali " el jamón esta muy bueno".
ResponderEliminarMuy bueno Diego
Sólo un 35% para el jamón???!!! Vaya, que lástima...
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