Kapuscinski comentaba siempre que la importancia de la actualidad
informativa se reduce al ámbito geográfico en el que estés y que lo que
para unos es de una importancia enorme, para otros, lejanos en
kilómetros, es inexistente. Según viajas por el mundo y coges un
periódico te das cuenta de que la palabra local, nacional o extranjero
tiene un contenido muy distinto. Ese es el verdadero shock cuando
recorres muchos kilómetros y te trasladas a una civilización bien
distinta, cuando sales de tu burbuja. En la India no se habla nunca de
España, ni aunque empate el Barça, ni aunque González Pons diga un
improperio, y en España nunca se habla de la India, aunque una tormenta
de granizo mate a treinta agricultores, ni aunque jueguen el Mundial de
cricket y casi ganen a Australia, ni aunque el presidente se esté
planteando una reforma agraria.
La India realmente solo nos importa si vamos a viajar a ella o si ocurre una de esas catástrofes de la naturaleza que siempre golpean en sitios débiles y que a nosotros nos amargan el telediario de la cena hasta que mandamos "ayuda" al 4455. Es normal.
Durante los últimos días este blog os ha acercado un poquito más a aquella inmensa nación de naciones o país de estados o como queráis llamarlo. Ya sé que estoy pesadito con la India, pero es que mi mujer me sugirió que el blog era la mejor manera de tener un buen recuerdo del viaje y yo soy muy bien mandado.
Ahora, ya de regreso y con más de tres mil fotos que ordenar (porque es mentira que el ordenador las ordene), ya sin los olores, los sabores y los retortijones voy recordando el caótico orden que rige el país, un caos ordenado que mata cada día a cuatrocientas personas en accidente de tráfico (más de 160.000 al año). Lo entendemos porque en cada kilómetro que recorres tienes ya varias ocasiones de reencarnarte y porque ya hace mucho tiempo que se demostró que la moto sin casco, la autopista en dirección contraria o el móvil en la mano son recomendados por 9 de cada 10 tanatorios. De cualquier modo, lo que a nosotros realmente nos importa no son todos esos indios, sino los 2.500 muertos en nuestras carreteras. Es normal.
Y para terminar de comprender tanta incomprensible sensación y emoción, nada mejor que tragarnos en la tarde del domingo la peli de Gandhi y recordar nuestro paseo más místico por el templo de Ranakpur llevados por una audio-guía con acento uruguayo que con pausado ritmo explicaba cada rincón del templo. Al terminar coincidimos en que esa voz era la mismita que nuestro admirado Eduardo Galeano. Allí, con el dios Brahma, la voz de un tipo excepcional, de un ser humano de los pies a la cabeza, de valores irrenunciables y compromiso firme con los más débiles, todo un referente.
La India realmente solo nos importa si vamos a viajar a ella o si ocurre una de esas catástrofes de la naturaleza que siempre golpean en sitios débiles y que a nosotros nos amargan el telediario de la cena hasta que mandamos "ayuda" al 4455. Es normal.
Durante los últimos días este blog os ha acercado un poquito más a aquella inmensa nación de naciones o país de estados o como queráis llamarlo. Ya sé que estoy pesadito con la India, pero es que mi mujer me sugirió que el blog era la mejor manera de tener un buen recuerdo del viaje y yo soy muy bien mandado.
Ahora, ya de regreso y con más de tres mil fotos que ordenar (porque es mentira que el ordenador las ordene), ya sin los olores, los sabores y los retortijones voy recordando el caótico orden que rige el país, un caos ordenado que mata cada día a cuatrocientas personas en accidente de tráfico (más de 160.000 al año). Lo entendemos porque en cada kilómetro que recorres tienes ya varias ocasiones de reencarnarte y porque ya hace mucho tiempo que se demostró que la moto sin casco, la autopista en dirección contraria o el móvil en la mano son recomendados por 9 de cada 10 tanatorios. De cualquier modo, lo que a nosotros realmente nos importa no son todos esos indios, sino los 2.500 muertos en nuestras carreteras. Es normal.
Y para terminar de comprender tanta incomprensible sensación y emoción, nada mejor que tragarnos en la tarde del domingo la peli de Gandhi y recordar nuestro paseo más místico por el templo de Ranakpur llevados por una audio-guía con acento uruguayo que con pausado ritmo explicaba cada rincón del templo. Al terminar coincidimos en que esa voz era la mismita que nuestro admirado Eduardo Galeano. Allí, con el dios Brahma, la voz de un tipo excepcional, de un ser humano de los pies a la cabeza, de valores irrenunciables y compromiso firme con los más débiles, todo un referente.
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