Lo de la tormenta no acabó bien. Al dios Brahma, fiel seguidor de este blog, no debieron gustarle algunos de los comentarios un tanto irónicos sobre su religión, así que decidió castigarme con todo su poder. El caso es que llevo dos días en los que me he arrepentido de los escrito y del destino elegido para este viaje, maravilloso por cierto. La brahmo-bacteria se ha alojado en mi estómago y tengo un malestar general tan chungo que no recuerdo nada igual desde aquella mítica noche con Eduardo Madina. Supongo que tengo fiebre y que algo se está comiendo mi páncreas porque noto retortijones de parto, dolor de cabeza de vino cosechero y la vomitona ha sido tal que ha salido hasta el último roscón de Reyes, con sorpresa y todo.
Entre deliración y deliración (ya sé que no se dice así, pero cuando deliras todos los tiempos son regulares) me han asistido todo tipo de dudas existenciales. Sobre Brahma, Shiva, Saraswati y todos sus secuaces, debido a la sobredosis de templos que llevamos, pero también sobre Alá porque cuando peor lo estaba pasando, abrazado al señor Roca, ha empezado a sonar a todo trapo la megafonía de la ciudad llamando al rezo a la comunidad musulmana, y por si fuera poco me ha venido a la mente la película de Santa Teresa de Jesús que amablemente me ofrecieron anoche en TVE internacional, para recordarme que estamos en Semana Santa. El cacao, sin duda se transformó en fiebre y en idas y venidas al cuarto de baño hasta conseguir dormirme después de los fuegos artificiales que les dio por tirar con motivo de la luna llena.
Lo malo es que me he despertado con los riñones ardiendo, tanto que he pensado que ya me habían facturado y estaba junto al Ganges empezando el proceso crematorio, pero, conociendo lo poco meticulosos que son estos tipos, he pensado que el Ganges puede esperar, he dado un salto de la cama, y me he ido a tomar un delicioso desayuno de antibióticos con suero.
Cuando ya me disponía a volver a la cama a reencontrame con los dioses, ha aparecido en la cafetería el pequeño Lucio, todo sonriente, diciendo: "Papi, por fin, hoy es el día de los elefantes", así que aquí estoy subido en un paquidermo rumbo al Amber Fort...
Podría contaros que hemos visto monos, serpientes, murciélagos, camellos, caballos, elefantes y todo tipo de pajarracos. También os podría decir que hemos llegado a Jaipur, la ciudad rosa, donde está todo patas arriba porque están construyendo el metro. También os podría hablar de la maravillosa y próspera India que sale en los periódicos y en las televisiones, pero de la cual no hemos encontrado ni el más mínimo reflejo en la calle, llena de inmensas bellezas envueltas en miseria y podredumbre. Pero he preferido hablaros de mis otras inquietudes, ahora más acuciantes. Y yo con mi elefante como un gilipollas...
Entre deliración y deliración (ya sé que no se dice así, pero cuando deliras todos los tiempos son regulares) me han asistido todo tipo de dudas existenciales. Sobre Brahma, Shiva, Saraswati y todos sus secuaces, debido a la sobredosis de templos que llevamos, pero también sobre Alá porque cuando peor lo estaba pasando, abrazado al señor Roca, ha empezado a sonar a todo trapo la megafonía de la ciudad llamando al rezo a la comunidad musulmana, y por si fuera poco me ha venido a la mente la película de Santa Teresa de Jesús que amablemente me ofrecieron anoche en TVE internacional, para recordarme que estamos en Semana Santa. El cacao, sin duda se transformó en fiebre y en idas y venidas al cuarto de baño hasta conseguir dormirme después de los fuegos artificiales que les dio por tirar con motivo de la luna llena.
Lo malo es que me he despertado con los riñones ardiendo, tanto que he pensado que ya me habían facturado y estaba junto al Ganges empezando el proceso crematorio, pero, conociendo lo poco meticulosos que son estos tipos, he pensado que el Ganges puede esperar, he dado un salto de la cama, y me he ido a tomar un delicioso desayuno de antibióticos con suero.
Cuando ya me disponía a volver a la cama a reencontrame con los dioses, ha aparecido en la cafetería el pequeño Lucio, todo sonriente, diciendo: "Papi, por fin, hoy es el día de los elefantes", así que aquí estoy subido en un paquidermo rumbo al Amber Fort...
Podría contaros que hemos visto monos, serpientes, murciélagos, camellos, caballos, elefantes y todo tipo de pajarracos. También os podría decir que hemos llegado a Jaipur, la ciudad rosa, donde está todo patas arriba porque están construyendo el metro. También os podría hablar de la maravillosa y próspera India que sale en los periódicos y en las televisiones, pero de la cual no hemos encontrado ni el más mínimo reflejo en la calle, llena de inmensas bellezas envueltas en miseria y podredumbre. Pero he preferido hablaros de mis otras inquietudes, ahora más acuciantes. Y yo con mi elefante como un gilipollas...
Coñe con tanto dato se me ha subido el desayuno a la garganta.....que necesidad ¡¡¡
ResponderEliminarPobreeeeeeeeeeeeee , ¿que penitas nos das?
Esta muy bien, lo de la religión y el elefante, pero te voy hacer otro reto, Montar encima de un camello sin montadura en el sahara...
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