Yo soy racista porque el mundo me ha hecho así... Los viejos que os sabéis como sigue la canción seguid tarareando. Los demás vamos al grano. Yo soy racista y me temo que tú, también. Somos racistas porque decimos que no somos racistas. Porque hemos dejado de hacer chistes de negros a pesar de la gracia que nos hacían. Porque presumimos de tener algún amigo de color con la misma tolerancia y apertura de mente que cuando nos orgullecemos de conocer un homosexual. Porque muchas sueñan con el negro de WhatsApp. Porque decimos "de color" en lugar de negro. Porque cuando cruzas la calle y viene alguien oscuro de frente, haces por pasar cerca de él para que no se note tu xenofobia. Porque cuando le preguntas precio de la camiseta de Ronaldo al mantero, te haces el simpático tolerante y te sorprendes por su amabilidad, ¡Qué encanto el negrito! Porque no tienes nada contra los negros pero sí contra los gitanos del Este que limpian cristales en los semáforos. Porque no huelen mal, huelen fuerte. Porque no todos los negros son mala gente. Porque los chinos están invadiendo el mundo. Chinito tú, chinito yo, qué "lisa" me da. Porque los indios son muy raros, son blancos con la piel negra o negros con rasgos de blancos. Porque los moros no son de fiar. Porque en España nunca hemos sido racistas. Porque siempre hemos trabajado como negros para que luego nos engañen como chinos y nos la líen los moros. Porque yo no los distingo, me parecen todos iguales.
Hoy me he dado el lujo de ver el partido del Rayo Vallecano, un encuentro que se suspendió por los gritos de odio y sectarios contra un jugador. ¿Sabéis de qué color?: ¡Blanco! Toda la puta vida oyendo a los ultras de todos los estadios insultar con aullidos de monos a todos los jugadores negros, pero el castigo solo ha llegado cuando se ha atacado a un blanco. España no es un país racista, por eso tiene un 2,4 de su población de origen africano, un volumen suficientemente alto como para estar bien representados en nuestras instituciones, pero el único rastro oscuro que queda es el del Rey Baltasar tan bién interpretado por miles de concejales blancos teñidos de betún. Dejadme que me salte al negro de Vox porque supongo que es mi racismo lo que me impide entender su libre elección política sin compadecerme de él.
También en el mundo de la empresa la situación es la misma o peor. En treinta y tantos años de profesión y a una media de 4 ó 5 reuniones semanales, no recuerdo haber tenido nunca una reunión de trabajo con un negro. Sí que puedo presumir de que en dos o tres ocasiones hemos tenido en la empresa trabajadores de color, perfectamente identificados por motes en alusión a su piel. Pero notarios negros, abogados, banqueros o marketinianos, ninguno, qué tontería, con lo bien que cocinan, friegan y limpian.
Es cierto que en el colegio y en nuestras casas nos han educado de forma militante contra el racismo (eso debe ser lo de la dictadura progre), conviviendo con naturalidad con la chacha centroamericana y apadrinando a algún "guachupino" con una ONG. Incluso hemos llegado a admirar a Tiger Woods, James Stewart o Lewis Hamilton, de quienes destacaríamos como principal virtud... que son negros. También hemos aceptado que la NBA sea un feudo de gigantones oscuros aunque lo que mola es cuando uno de nuestros blanquitos lo hace bien. Bien es cierto que no es lo mismo un negro rico que uno pobre y su procedencia también marca. Los atletas kenianos o eritreos nunca cobrarán como los jamaicanos o americanos, ni siquiera nos aprenderemos sus rocambolescos nombres. No es lo mismo un árabe Saudí que un moro marroquí, ni un chino que un japo; en el racismo hay muchos rangos. No terminamos de entender que la Selección Francesa esté compuesta por once negros y no asimilamos que pueda haber alguien de otra raza defendiendo la rojigualda. Aunque mola mucho oír a Iñaki Williams hablar con acento vasco o a la Peleteiro en gallego, qué graciosos... Cuando se les entrevista a ellos o a cualquier otro famoso no caucásico, siempre hay alguna alusión a su piel, aunque sea para rechazar el racismo.
Una cuarta parte del mundo somos blancos y supongo que, como decía un famoso tenista español, somos más listos que los negros, tenemos más dinero, vivimos mejor, vamos mucho menos a la cárcel e incluso morimos una cuarta parte menos por el Covid19. Quizás por eso, porque la raza dominante es menos numerosa, tengamos algo de miedo a que la fiebre amarilla siga aumentando, a que los indios sigan reproduciéndose como chinchillas o a que los negros de África aprendan a nadar.
He oído que el otro día la policía americana mató a un negro. Es indignante, no hay derecho, si todos somos iguales, qué animales. Menos mal que a partir de ahora ya se va a acabar esta desigualdad y el mundo será más justo a partir del 3 de noviembre. Aunque, pensándolo bien y, muy a mi pesar, me parece que Trump no es el único culpable. Igual todos tenemos que sacarnos algo de mierda del ombligo. Habréis comprobado que además de racista soy oportunista.
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