domingo, 20 de abril de 2014

CARRERAS CON SALIDAS

 
Siempre he sido contrario a esa generalizada opinión paterna de que los hijos tienen que estudiar carreras que tengan salidas. Al principio pensé que se referían a la facilidad sexual de las jóvenes estudiantes y como padre de tres varones y, llevado por cierto machismo, pensé que no era mal plan, así que me uní al llamamiento para juntar a nuestros donceles con chiquillas salidorras. Luego al comprobar que lo único que se pretendía era elegir el futuro de los chavales desde el más pragmático materialismo, pensando exclusivamente en la salida profesional lo más digna, accesible y, sobre todo, bien pagada que hubiera, empecé a sentir sarpullidos.
Quizás es que tuve mala influencia y al ser hijo de artistas, el tipo de orientación que recibí fue absolutamente contrario. De entrada no trataron de influir en la elección de mi futuro y si lo hacían de forma disimulada era siempre para llevarme hacia el lado menos práctico e intentando despertar la escasa creatividad que habitaba en mi intelecto. Por eso cuando dudaba entre matricularme en Historia o en Periodismo, ellos barrían claramente hacia la menos práctica de las dos, la que podía aportar algo más de conocimiento abstracto, del que dicen que no sirve para nada, pero sirve para todo y más. Yo elegí la otra, pero no porque tuviera más salidas, que de eso nada, todas eran unas estrechas, sino porque simplemente me gustaba más. Ellos aceptaron, aunque seguían de cerca mis pasos para que no me fuese hacia el lado oscuro. Recuerdo muy bien el día que le dije a mi padre que me quería comprar un coche y él me dejó cortado con una sentencia que tardé varios años en entender: “Ya, y lo siguiente que me dirás es que quieres trabajar en un banco…”
Para él era lo peor, era venderse al dinero, entregarse a un sueldo, dar la espalda a la cultura y a otras formas de vida más constructivas, otras salidas. Y eso es lo que ahora se promueve desde nuestro sistema educativo y ese sistema mercantilista que se nos ha impuesto. Ahora ya no hay dudas, la crisis vuelve a ser excusa para cortar por lo sano cualquier atisbo de inquietud cultural o de disidencia; se estudia para trabajar, nunca para aprender, ni para saber, ni para ser más culto, ni mucho menos para ser más sensible. Por eso no queremos que nuestros hijos sean profesores, ni historiadores, ni artistas, ni periodistas y nos cegamos en un “cortoplacismo” pensando que si son diseñadores de aplicaciones digitales, ingenieros informáticos, webmasters o community manager tienen el camino allanado, cuando ni ellos ni nosotros sabemos hacia donde va a ir este mundo y cuáles son las profesiones del futuro.
Por eso ahora, rodeados todavía de oraciones subordinadas, logaritmos y listas periódicas y viendo lo coja que está nuestra educación de la otra parte menos práctica y más creativa, sólo me atrevo a darles un consejo: no os fiéis de las salidas... ni de las estrechas.

Pie de foto: Esto es lo que para mí ha sido siempre una buena salida de una carrera.

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