sábado, 7 de enero de 2017

ADIÓS EMILIO RENZI

Tengo un especial poder, el de hacer morir al autor del libro que tengo en la mesilla de noche. Me pasó con Kapuscinski, con Edward W.Said, con Saramago, con Tiziano Terzani y ayer mismo con Ricardo Piglia. No es que esté poseído ni que se me dé bien el mal de ojo, sino que tengo predilección por autores bien entraditos en años y soy bastante lento leyendo (porque me falta tiempo, porque me duermo fácilmente y porque soy lento, ¡qué coño!). 
Es una sensación desagradable por íntima. Te sientes morir un poco, quieres enterrar el libro, lloras como si fuese alguien de la familia. Cuando uno está metido en un libro está viviendo una segunda vida sumergido en una burbuja aislada de tu realidad y cuando esa realidad se interpone y se entremete para romper esa membrana llevándose al autor, te sientes violentado, violado, derrotado.
Estaba leyendo unas páginas más del segundo volumen de los Diarios de Emilio Renzi (alter ego de Piglia) y tras cerrar el libro y abrazarme a él como hago muchos días, he leído en las noticias que ha muerto Ricardo Piglia. Inmediatamente he sentido ganas de abandonar el libro para siempre en la estantería, pero al momento me ha entrado inquietud por saber si se publicará el tercer y último volumen para seguir leyéndolo y al final he optado por sentarme a escribir, como habría hecho él (pero mucho mejor).
No voy a dármelas de crítico literario ni quiero parecer pedante, pero los diarios de Emilio Renzi me han hecho disfrutar mucho de la lectura, por su mezcla de lo cotidiano, como buen diario, con reflexiones sesudas y con la angustia vital de un joven escritor en la Argentina de los años sesenta. De hecho pensaba escribir un día sobre ese género tan olvidado ahora como son los diarios; algo tan bonito y enriquecedor, pero que ahora está totalmente banalizado y sustituido por otro tipo de diario, el de las redes sociales en las que mostramos de una manera mucho más pobre lo que comemos, lo que hacemos, lo que viajamos o lo que... lo dejo.
Piglia se moría y todo el mundo lo sabía, era víctima del asesino ELA que poco a poco le iba paralizando el cuerpo sin atreverse a tocar su privilegiada mente. Leyéndole he aprendido mucho sobre cómo hay que hacer para ser un buen escritor (no quiere decir que lo sepa aplicar), he discrepado algunas veces con él y me he angustiado con las crudezas del día a día y de la miserable rutina. Seguiré leyendo los diarios de Renzi, aunque esta noche me han hecho "spoiler", ya sé cómo terminan y me jode.

PD: Siento decir que el siguiente libro que está preparado en la mesilla es de Noam Chomsky. Lo siento mucho porque el tipo me cae muy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario