Sigo con los Diarios de Renzi de Piglia, ya os conté. Me chiflan los diarios como género literario, también os lo conté, pero vuelvo a incidir. Quizás sea mi parte cotilla que me permite entrar en la vida de otros y conocer los detalles de su día a día, sus costumbres, sus gustos, sus manías... los estados de ánimo, las borracheras, las depresiones, los tomates en los calzoncillos o la zurraspa en los calcetines, o al revés. En los diarios está todo. Por eso muchas veces no se publican hasta después de muerto su autor, por no revelar secretos o por no ganarse enemistades con opiniones demasiado sinceras.
De pequeño hubo una época en la que escribí un diario, pero no hay rastro de él. También hice uno de un viaje a Valencia en bici con 18 tacos (ver fotaco). A mis hijos les he sugerido algunas veces que lo hagan como terapia emocional de la que disfrutar en el futuro, pero prefieren YouTube como terapia embobecedora con la que disfrutar el presente.
Si lo pienso bien, este blog o el anterior de Nueve horas menos en San Francisco, son, en buena medida, un diario que va almacenando recuerdos, sentimientos, sensaciones y opiniones en la red. Y lo bueno es que no ha hecho falta que se muera el autor, lo cual agradezco. El caso es que a estas alturas no me voy a poner ya a escribir un diario porque no haría más que traerme complicaciones, sobre todo si lo escribo con la sinceridad y falta de pudor con que lo escribe Piglia.
Sería así:
Martes 17 de enero de 2017
-Hoy he madrugado para llevar a Martín al bus y a Lucio al cole, me sigue costando mucho levantarme pronto, lo heredé de mi padre y lo llevo fatal, así que siempre que puedo me hago el remolón y hago que no he oído el despertador para que se levante Montse. (Lo malo es que en ese ratito hasta que aparezco yo, ella se mete en su Facebook y suele leer este blog, así que mañana igual me mira con mala cara).
-Como siempre, hemos soportado el atasco de la M-30 a base de cantar canciones a gritos, hacer diarrea mental y contarnos tonterías el enano y yo. Cómo va creciendo el canijo, ya es casi un adulto, mucho más que yo.
-En la ofi hacía un frío de pelotas, tanto que ha habido un rato que me he bajado al coche a calentarme, mientras escuchaba a Gabilondo. Quienes me ven en el párking se piensan que estoy bobo, pero hago que estoy hablando con el móvil, la misma coartada que los futbolistas cuando se bajan del autobús y no quieren firmar autógrafos. Evidentemente estoy bobo.
-Me voy pitando a una reunión de trabajo. Otra más. Tenía que haber hecho un registro o un diario de reuniones, clasificándolas por su utilidad, interés, atractivo de los contrarios... La de hoy ha vuelto a ser con uno de esos candidatos que tengo para invitar a la cena de los idiotas, uno más de los que vienen a darte lecciones, a presumir de su absoluta falta de humildad, a alardear de su carencia de modestia y nula empatía. Además suele coincidir que son estos los que ofrecen muy buenos negocios...para ellos. La ley del embudo.
-Acudo a una presentación a la que estoy invitado. Al entrar me doy cuenta de que no voy vestido como debería, algo bastante habitual en mi vida, pero me la sopla. Está todo lleno de corbatines, politicastros, palmeros y comerciales de bajos fondos, buitres. Paso de quedarme a los canapés y opto por tomarme una caña con una tosta de gambas en el Cervantes. Placer terrenal.
-Me llama un compañero a contarme incongruencias del trabajo. Si escribiera en mi diario los disparates que se hacen en las grandes empresas, como la mía, posiblemente me echarían, así que seguiré siendo diplomático y conciliador, dos valores que de momento me han funcionado.
-Atiendo una buena ristra de consultas sobre el viaje al Sahara. Me lo paso bien contestando a gente por lo general maja, aunque a veces me desespera lo mucho que le cuesta a alguno leerse las cosas. Me siento más inútil que el autor de las instrucciones de cualquier electrodoméstico. Quizás debería editar yo también una guía rápida.
-Estoy extraño y desubicado sin la tensión de los últimos días siguiendo el Dakar. Cuando te metes en algo muy de lleno, la depresión postparto es dura y el Dakar engancha siempre.
-La clase de BMX de Lucio podría haber sido de bobsleigh en Estocolmo, qué puta rasca hacía en Madrid fRío.
-Mi santa esposa y santa madre de los chicos nos espera con la cena hecha. Qué gran cocinera y qué machistas, nosotros. Vemos Pasapalabra con euforia porque un menda se lleva el bote del Rosco.
-Escribo esta soplapollez en el blog y me voy a leer dos páginas del Diario de Renzi con la angustia de no saber si en la última página del libro contará su propia muerte. Me molan los diarios, ¿os lo había dicho?
De pequeño hubo una época en la que escribí un diario, pero no hay rastro de él. También hice uno de un viaje a Valencia en bici con 18 tacos (ver fotaco). A mis hijos les he sugerido algunas veces que lo hagan como terapia emocional de la que disfrutar en el futuro, pero prefieren YouTube como terapia embobecedora con la que disfrutar el presente.
Si lo pienso bien, este blog o el anterior de Nueve horas menos en San Francisco, son, en buena medida, un diario que va almacenando recuerdos, sentimientos, sensaciones y opiniones en la red. Y lo bueno es que no ha hecho falta que se muera el autor, lo cual agradezco. El caso es que a estas alturas no me voy a poner ya a escribir un diario porque no haría más que traerme complicaciones, sobre todo si lo escribo con la sinceridad y falta de pudor con que lo escribe Piglia.
Sería así:
Martes 17 de enero de 2017
-Hoy he madrugado para llevar a Martín al bus y a Lucio al cole, me sigue costando mucho levantarme pronto, lo heredé de mi padre y lo llevo fatal, así que siempre que puedo me hago el remolón y hago que no he oído el despertador para que se levante Montse. (Lo malo es que en ese ratito hasta que aparezco yo, ella se mete en su Facebook y suele leer este blog, así que mañana igual me mira con mala cara).
-Como siempre, hemos soportado el atasco de la M-30 a base de cantar canciones a gritos, hacer diarrea mental y contarnos tonterías el enano y yo. Cómo va creciendo el canijo, ya es casi un adulto, mucho más que yo.
-En la ofi hacía un frío de pelotas, tanto que ha habido un rato que me he bajado al coche a calentarme, mientras escuchaba a Gabilondo. Quienes me ven en el párking se piensan que estoy bobo, pero hago que estoy hablando con el móvil, la misma coartada que los futbolistas cuando se bajan del autobús y no quieren firmar autógrafos. Evidentemente estoy bobo.
-Me voy pitando a una reunión de trabajo. Otra más. Tenía que haber hecho un registro o un diario de reuniones, clasificándolas por su utilidad, interés, atractivo de los contrarios... La de hoy ha vuelto a ser con uno de esos candidatos que tengo para invitar a la cena de los idiotas, uno más de los que vienen a darte lecciones, a presumir de su absoluta falta de humildad, a alardear de su carencia de modestia y nula empatía. Además suele coincidir que son estos los que ofrecen muy buenos negocios...para ellos. La ley del embudo.
-Acudo a una presentación a la que estoy invitado. Al entrar me doy cuenta de que no voy vestido como debería, algo bastante habitual en mi vida, pero me la sopla. Está todo lleno de corbatines, politicastros, palmeros y comerciales de bajos fondos, buitres. Paso de quedarme a los canapés y opto por tomarme una caña con una tosta de gambas en el Cervantes. Placer terrenal.
-Me llama un compañero a contarme incongruencias del trabajo. Si escribiera en mi diario los disparates que se hacen en las grandes empresas, como la mía, posiblemente me echarían, así que seguiré siendo diplomático y conciliador, dos valores que de momento me han funcionado.
-Atiendo una buena ristra de consultas sobre el viaje al Sahara. Me lo paso bien contestando a gente por lo general maja, aunque a veces me desespera lo mucho que le cuesta a alguno leerse las cosas. Me siento más inútil que el autor de las instrucciones de cualquier electrodoméstico. Quizás debería editar yo también una guía rápida.
-Estoy extraño y desubicado sin la tensión de los últimos días siguiendo el Dakar. Cuando te metes en algo muy de lleno, la depresión postparto es dura y el Dakar engancha siempre.
-La clase de BMX de Lucio podría haber sido de bobsleigh en Estocolmo, qué puta rasca hacía en Madrid fRío.
-Mi santa esposa y santa madre de los chicos nos espera con la cena hecha. Qué gran cocinera y qué machistas, nosotros. Vemos Pasapalabra con euforia porque un menda se lleva el bote del Rosco.
-Escribo esta soplapollez en el blog y me voy a leer dos páginas del Diario de Renzi con la angustia de no saber si en la última página del libro contará su propia muerte. Me molan los diarios, ¿os lo había dicho?
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