En estos tiempos de incertidumbre florecen psicoconsejeros
por doquier que nos recomiendan cómo vivir la cuarentena. Todos dicen lo mismo,
que nos sometamos a rutinas, que marquemos horarios, que nos quitemos el
pijama, que nos aseemos y, por supuesto, que pasemos la escobilla al retrete.
Si no llega a ser por ellos…
Sin embargo ayer me atreví a tomar una decisión en su
contra. Me pareció que esta es una oportunidad única para dejarme el pelo largo
y volver a tener barba como en mi época sanfranciscana. Solicité permiso a los
otros habitantes de la casa y me lo concedieron. Eso implicaba un importante
ahorro de agua para la familia y la comunidad de Madrid, ya que tengo la
costumbre de afeitarme en la ducha, alargando el tiempo de estancia bajo el
chorrito.
Ya sabéis que la ducha, como el alcohol, es la musa que
genera la máxima inspiración creativa y que las grandes decisiones se meditan
bajo el agua (no es recomendable mezclarlos). Si supierais qué grandes ideas y proyectos han salido de un/una
tío/tía en bolas mirando hacia arriba, con la boca abierta y dando vueltas
sobre sí mismo/a sin ningún sentido. Y en esa situación me encontraba yo esta
mañana cuando me ha llegado una revelación divina que me ha hecho cambiar de
opinión y abortar el plan de dejar la barba crecer.
Resulta que llevo varios días oyendo una terrible
información que dice que los hospitales y médicos, ante el desbordamiento, van
a tener que priorizar y elegir a quién salvan y a quién no, en función de su
estado y/o edad. No es nada nuevo, es lo mismo que se ha venido haciendo
siempre en situaciones de crisis y cada día en los accidentes de tráfico, se
atiende al herido salvable y se da una patada a la cabeza que rueda por el
harcén (al que me corrija le cuento la segunda parte del chiste). La noticia es
dramática y cruel, no ya por su realidad sino por su difusión: si eso fuese
verdad, lo último que habría que hacer es comunicarlo y difundirlo para atemorizar a todos los ancianos. No voy a
extenderme en la crítica a la irresponsabilidad periodística que tanto me
enerva.
El caso es que he empezado a imaginar mi aspecto con barba
de varios días o semanas, con este pelo desarreglado que me está empezando a
clarear y directamente he visto el pulgar del emperador señalando hacia abajo.
Si a mi estado convaleciente y mi mediana edad le sumamos una barba pordiosera
y un virus con forma de corona, me temo que los doctores, según me vean me van
a desahuciar. Así que entenderéis que haya salido como un poseso al
supermercado a vaciar las estanterías de Gillettes, que tras la torpeza del
gobierno de cerrar las peluquerías, mi vida corre peligro. Afeitaros y si os
llevan al hospital poned cara de jóvenes robustos que os vais a salvar, aunque
os estéis muriendo por dentro… os lo dice un experto psicopredicador.
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