Voy a echar un poco de fuego por la boca. Estoy deprimido o lo que viene a ser lo mismo, hasta los mismísimos cataplines. El rollito Bambi con el que empezó el cocinamiento se ha quedado limitado a las babosas y pastosas cuñas de radio que bombardean nuestra conciencia con sensiblones mensajes. Ya dediqué una entrada al insoportable "Ahora más que nunca" y a ese solidario llamamiento a la unidad para salir JUNTOS de esta situación. Los medios y los balcones supuraban lo mejor del ser humano y esa unidad nos iba a sacar de la dramática situación.
¡Unas narices! Ha bastado con encontrar el codiciado pico de la curva y ver la luz al final del túnel para que vuelva a emulsionar lo peor de nosotros. El miedo a la muerte se ha desvanecido y ha aflorado el pavor a la crisis que se avecina y eso implica volver a enfundarse la armadura de las grandes batallas: "El que más pueda que más haga". El telediario se ha convertido en un insoportable desfile de pseudo representantes de los distintos sectores reivindicando apoyo para sus negocios de una forma bastante poco solidaria y menos conciliadora. Empezaron los llamados servicios esenciales quejándose justificadamente de falta de protección, después los grandes sectores preocupados por la paralización industrial, poco después el mundo del famoseo también echó su lagrimita y ahora hay sitio para las quejas de tokiski, desde el fabricante de croissants rellenos de Nutella, al dependiente de viveros, pasando por los productores de chiclés de altas para carburadores de dos tiempos o los afiladores de hélices de embarcaciones de recreo. Cada uno tiene su momento de gloria en la tele, su "qué hay de lo mío" reivindicando medidas específicas para su sector y pidiendo que venga el ministro de turno a arreglar lo que el bichito ha destrozado. El "quien no llora, no mama" no debería ser la técnica principal para salir a flote.
Los artífices de esta deshumanización de la crisis son una vez más la clase política, o parte de ella, y sus vocíferos. Nadie parece darse cuenta, o se han olvidado muy pronto, de que el eslogan
"Juntos salimos de esta" era verdad, que la pandemia precisa de unidad, de sumar entre todos, de ser civilizados y de extinguir fuegos en lugar de avivarlos. Y ya no te digo la crisis económica, solo se superará si se hace de ello una cuestión de estado para poder tomar drásticas medidas JUNTOS, en lugar de disfrutar con los fallos del "enemigo". Nunca pensé que nadie podría ser tan miserable y desleal con su país para intentar aprovecharse de una catástrofe de forma partidista. Hay que ser muy ruin para usar féretros y vidas humanas como argumentos para intentar subir en las putas encuestas o desgastar al rival.
Deberíamos dar por hecho que todos los gobernantes, ya sean del Gobierno central, de la Comunidad autónoma o del Ayuntamiento de turno, hacen todo lo posible y más para resolver la que se ha liado. Se equivocan de vez en cuando, no lo niego, a veces meten la pata de forma clamorosa, pero ninguno quisiéramos estar en su piel, gestionando este "merdé" y perdiendo el tiempo en defenderse de las zancadillas y palos en la rueda de la política cuñadista que ha invadido a este país. La España partida en dos de siempre tardará mucho más en salir de esta que si aplicaran todos el eslogan de Churchill: "Si ayudo a mi país, ayudo a mi partido" en lugar del "leña al mono, que da votos".
La crispación la han transmitido y contagiado a toda la
población a través de las redes sociales. Hemos cambiado los abrazos por caceroladas, la solidaridad de los balcones por la desconfiada policía vecinal y las constructivas tertulias sobre el origen de la pandemia, por un "de qué
se trata que me opongo". Si nos dejan salir son unos
inconscientes, si no nos dejan van contra la libertad, si no nos informan son chavistas, si nos informan abusan de los medios, si no nos dejan correr son dictadores, si corremos todos juntos son inconscientes. Os juro que cada día enciendo la tele con miedo de presenciar en directo el suicidio de algún político (hace poco se quitó la vida uno en Alemania) y sueño con el día en el que algún presidente se suba al estrado, se dé la vuelta y nos haga un espectacular "calvo".
Os dejo, que a las ocho salgo a disparar runners y quemar coches.
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