Hay muchos políticos que me producen ardor de estómago. Alguno consigue incluso que la bilis suba hasta la garganta y las piernas empiecen a correr hacia el retrete. La mayoría simplemente me provocan risa, una risa nerviosa de escepticismo, incredulidad y desprecio, pero risa. Sin embargo, hay uno, por encima de todos que, como dicen mis hijos, me da todo el repudio.
No puedo con él porque es oportunista, metepatas, sectario y demasiado conservador (iba a decir facha redomao, pero no quiero ofender). El hombre no pierde oportunidad de salir en los papeles, sabe colocarse muy bien en todas las fotos y usa excepcionalmente el Twitter para descalificar y provocar.
Muchos de sus tuits han conseguido encender a la red y convertirle en controvertido personaje, en un claro ejemplo de búsqueda de protagonismo: "Que hablen de mí aunque sea mal".
Sin embargo, lo que más me molesta del politicucho en cuestión no son sus actos, ni sus comentarios, porque sinceramente no los sigo, lo que realmente no soporto es su nombre. Su apellido es poco usual, Victoria, y su nombre también, poco común, Salvador. La mezcla no puede ser más genuina y original: Salvador Victoria. Suena bien.
Sí, sonaba bien ya en los sesenta, cuando Salvador Victoria empezaba a ser un artista reconocido en su época parisina y siguió sonando bien cuando se convirtió en todo un referente del informalismo geométrico, con esa sutil pintura a base de círculos, óvalos o redondeles. No soy yo crítico artístico para describir o elogiar su obra, pero si tenéis interés, os recomiendo la glosa que escribió mi padre o el emocionante texto de mi hermano Rodrigo. No hace falta decir que Salvador era un gran amigo de la familia y que nosotros crecimos con su permanente sonrisa y cariño. Él se marchó muy pronto, en el 94, pero Mari Claire sigue siendo la gran embajadora que, a sus ochenta años muy bien llevados, sigue empujando ese nombre por el mundo y haciendo que suene tan bien eso de: Salvador Victoria.
Cada uno tiene derecho a llamarse como sus padres quieran, incluso a cambiarse el nombre o su orden, y por eso hay muchos nombres repetidos, muchísimas identidades duplicadas... Busco mi nombre en Google y salen cientos antes que yo, qué más da. Pero tenéis que entender que se me revuelvan las tripas cuando al buscar a un personaje tan emblemático como Salvador Victoria, me encuentre por todas partes a semejante mequetrefe con sus "encomiables" citas. No es justo.
Salvador era un gran pintor y una mejor persona. Tuve la suerte de conocerle y además fui alumna suya en la facultad de Bellas Artes, un lujo.
ResponderEliminarNo te preocupes, la historia efectivamente coloca a cada uno en su lugar. Si bien ahora el politicucho supera en el ranking google al pintor, dentro de unos años del primero no se hablará para nada, habrá pasado por la vida sin pena ni gloria. El segundo, destronado de momento, seguirá teniendo su huequito internético googlero y wikipediero, gracias a Dios.
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