La crítica literaria siempre ha acusado a este blog de escatológico. Qué esperaban de un panfleto escrito por niños para niños. Caca culo pedo pis caca. Sin embargo en esta ocasión me iba a limitar a hablar de una de esas extrañas aficiones-obsesiones del dominguero castellano, entre los que me encuentro. Algunos van a recoger setas, otros quedan a jugar al mus después de comer, los más son de aperitivo en el bar hablando de fútbol, todavía quedan algunos que lavan el coche a cubos, los más jóvenes optan por la vídeo consola portátil y los de mediana edad intentan ocultar el paso de los años dedicándose al deporte de manera compulsiva.
Pero de todos ellos destaca el currante ruidoso, ese ser que se pasa la semana puteado en la oficina, esperando el momento sagrado del fin de semana para armarse de gasolina, aceite, motosierra o desbrozadora y amargar la existencia a todos sus vecinos. Ese soy yo. Muy de cuando en cuando, pero cuando lo hago, lo hago a conciencia. ¿Habéis probado alguna vez una desbrozadora? es un placer divino, vas avanzando a gran velocidad, liberando al mundo de malezas, arrancando cardos, degollando zarzas y de vez en cuando aniquilando pobrecitas flores sin que tu santa parienta lo vea.
Lo reconozco, soy un enfermo de la motocaca (así se ha llamado siempre en casa) y cuando la arranco no puedo parar hasta que se consume todo el depósito y más allá. Siego delante de mi casa, siego el camino de acceso, siego por detrás, siego por delante, siego las cunetas de la carretera y como un demente poseído avanzo a gran velocidad por todo el pueblo dispuesto a acabar con cualquier mal hierbajo, sea o no vegetal.
En el pueblo ya me conocen y cuando me ven ataviado con mi atuendo de motocaca se encierran en las casas con tapones en los oídos. Y como si de una película de terror se tratara, una silueta con un pañuelo del Sahara Marathon, unas gafas de motocross y una indumentaria cochambrosa, va avanzando de amapola en margarita y de cardo borriquero en ortiga. Pero lo peor de todo es que la historia nunca acaba bien y siempre termino guardando la puta máquina en el garaje, lesionado o cabreado o averiado o demacrado... Aunque nunca con una humillación tan grande como la del último fin de
semana, en el que mi falso altruismo me llevó a desbrozar la maleza del
parque infantil, con tal mala suerte de que entre unos matorrales había
una señora ñorda de uno de los perros del pueblo. La motocaca por fin hizo honor a su nombre y a gran velocidad seccionó en mil pedazos el pastoso excremento, esparciendo por el aire pequeñas gotas de eso que todos conocéis como mierda y que produce un desagradable y oloroso impacto cuando se estrella en minúsculas partículas contra tu cara... Y todavía me duele, todavía me huele.
PD Mi motocaca nada tiene que ver con la de la imagen, que es la utilizada por el Ayuntamiento de París para retirar las boñigas perrunas.
Cuando se te acabe el pueblo puedes pasarte por casa, tus sobrinos agradecerán tu colaboración al mantenimiento jardineril, que tanto les gusta. No hay más que darse una vuelta por casa, ¡huy no! que no se puede pasar por los hierbajos...
ResponderEliminarNo seas tan duro contigo mismo, lo puedes dejar en "indumentaria especial""indumentaria distinta""indumentaria a lo Diego"....venga va, tienes razon es "indumentaria cochambrosa".
ResponderEliminarDoy fe. Cuando arranca la motocaca entra en trance. En el último ataque de desbrozadora se llevó por delante, además de la hierba un montón de lilos recien trasplantados por una vecina....
ResponderEliminar!!!!GAMBERRO!!!!!!
ResponderEliminarVecina
En cuba decimos a esta mierda, "Mucha bulla y poco avance" . Otra cosa, como últimamente te dedicas a donar cacharas, esta Motocaca puedes donar a tu amigo el Ministro Almuhem
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