Una noticia me ha sorprendido durante el fin de semana. Después de un larguísimo silencio informativo provocado por un pacto corporativo inusual en este gremio y por una concienciación general de políticos para evitar hablar del tema, el otro día la portada del periódico abría con las cifras del inquietante aumento de suicidios en nuestro país. Cuando casi diez personas se quitan la vida cada día, muchísimos más que en los tan publicitados accidentes de tráfico, el tema tiene cierta relevancia como para abrir el debate.
Parece estar bastante claro que el hecho de hablar tanto del peligro de la carretera y de las cifras de muertos en ella, ha contribuido a mejorar los datos en base a una mayor concienciación de la sociedad (aunque buena parte de esa conciencia se moldee mejor con multas y puntos perdidos). Sin embargo, no es tan evidente que la enorme difusión que tienen los continuos crímenes de la llamada violencia machista, haya servido para mejorar y concienciar a los salvajes asesinos; lejos de ello, parece como si su difusión hiciese a veces de efecto llamada sugiriéndole macabras ideas a algún desquiciado.
Y estos dos ejemplos me sirven para enjuiciar el asunto de los suicidios con dudas. Quizás el apagón informativo no se debe a la supuesta ética periodística, de la que tantas clases nos dan los Pedro Jotas y Cebrianes de turno, sino a la nula rentabilidad que informaciones tan deprimentes pueden dar a los cazadores de audiencias y publicidad. Si realmente fuese una cuestión ética, quizás habrían desaparecido de sus páginas los anuncios de prostitución o dejarían de publicar esquelas de suicidados. La duda es saber qué pasaría si se contara abiertamente, sin ningún tabú, cuando alguien se ha quitado voluntariamente la vida. Todos tenemos a alguien cerca que lo ha hecho y en casi todos los casos el hecho está ocultado, maquillado, disfrazado de accidente o extraña enfermedad. Quizás la propia sociedad reaccionaría de una forma mucho más comprometida y solidaria si supiese que está rodeada de potenciales suicidas, que tu hermano, tu padre, tu hijo o tu amigo pueden pasar por un momento malo y tomar una decisión irreversible, que tú puedes evitar.
No pretendo que los periódicos abran todos los días sus páginas con la lista de suicidios, pero tampoco que vivamos en un mundo de gominola. A, por cierto, y hay maneras mucho más efectivas de suicidarse que asomarse al espigón a ver las olas... Cuanto idiota hay suelto...
Todos tenemos ese puntazo chungo en el que se te pasa por la cabeza un final así ¿no?. Lo bueno es cuando tardas cero coma, en encontrar 1000 motivos para no hacerlo ( aunque con un solo motivo sea suficiente ).
ResponderEliminar