Tengo una amiga que un día se echó un novio multifactorial. Así se autodenominaba él y todavía ninguno hemos entendido a qué se refería; supongo que mi amiga sí que lo sabrá, je, je. El caso es que hoy mismo me ha dado por pensar que a lo mejor yo también soy eso o cuando menos multifuncional. Me ha venido a la cabeza cuando salía de la rueda de prensa del Sahara Marathon con la mente inmersa en la jaima y me he subido al coche rumbo a la inauguración de ARCO, para ver los cuadros del "jefe" y a muchos amigos y en el camino me han llamado para negociar un complejo e interesante evento para los próximos meses. Y uno, que no sabe tirar de la cadena y mover la escobilla a la vez, se hace un lío y termina mezclando conceptos, sensaciones, valores y olores.
Quizás es que soy uno de esos que llaman bipolares o multipolares, porque en el fondo lo que me pasa es que tengo muchos y diferentes "yos" y tengo que ir adaptándolos a las circunstancias. De pronto estoy inmerso en un acto revolucionario, como estoy comiendo con un politicucho fachoso y supuestamente corrupto, o resucito como periodista de motor o soy mánager de ciclistas o saco mi vena musical o tiro de vinito y sofá en las tardes de sufrimiento perico, o ejerzo de jefe o me quejo de los jefes. Qué mareo, qué divertido, pero qué difícil hacerlo sin mezclar churras y merinas y sin caer en algún caso en contradicciones, consulte a su médico.
Este síndrome se ha visto acrecentado por las redes sociales, ese ameno patio de vecindario, en el que uno tiene distintas ventanas y al que me asomo unas veces como Sahara Marathon, otras como Hachetetepebarrabarra, otras como De Box en Box, otras como Last Lap, otras como hijo de, otras como padre de, otras como San Franciscano, otras como marido de, otras como plasta reivindicativo e incluso, alguna vez, como yo mismo. Total, que de tanto entrar y salir de un perfil a un grupo a un Tuit y a un muro, con distintas identidades y distintas contraseñas, llega un momento en el que el pene se te enreda y hablas mal de Rajoy a los moteros, saludas en Hassania a los marketinianos y negocias el presupuesto con los señores del desierto. Laberinto cerebral se llama y se me suele agudizar a finales de febrero. Es entonces cuando el médico me receta mucho te y sentarme a ver las estrellas en medio del desierto. Allá voy.
Vamos, lo que se viene denominando un ¡¡¡ Cansino ¡¡¡¡ ...dicho desde el cariño, claro.
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