No hombre no, la sociedad ya ha evolucionado y se ha civilizado lo suficiente como para dejar atrás esos momentos tan ruines, vergonzantes y salvajes de la raza humana. Ya no somos medievales, nadie se dejará arrastrar por ideales o identidades como para coger el fusil y si alguien lo hiciera, el resto de terrícolas le detendría para que la cordura siga reinando. Quieras que no, hemos alcanzado un nivel de bienestar, derechos y calidad de vida que no podemos echar a perder.
No es una reflexión mía ni de nadie de nuestro tiempo, es un resumen del sentir de los europeos a principios del siglo XX, tal como lo cuenta Stefan Zweig en "El mundo de ayer", su interesante libro de memorias. Cuenta el escritor austriaco que absolutamente nadie creía que podía estallar la I Guerra Mundial, que no había ni motivos relevantes ni ambiente para ello, pero poco a poco se fueron enlazando acontecimientos inoportunos y actitudes irresponsables y Europa se vio inmersa en una disparatada sangría. En el caso de la segunda, sí que el caldo de cultivo era más picante y justificado, pero antes de la primera, todos los comentarios previos al asesinato del Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo hablan de tranquilidad, bienestar y prosperidad.
¿Y a dónde voy? pues es evidente: que aunque me llaméis catastrofista o tremendista, el mundo en el que vivimos ahora es un polvorín si cabe mayor que el de entonces, por mucho que no haya guerra fría, ni telón de acero, ni guerras multinacionales. Y no voy a la teoría de la conspiración, que comparto, de que los fabricantes de armas necesitan guerras, sino a una visión más economicista de los ciclos y creo que hemos pasado de un ciclo de plenitud y holgura a un ciclo de penuria y presión y a continuación pueden volver las golondrinas o los cuervos. La sociedad tiene una amplia capacidad de aguante, pero no infinita, va encajando, encajando, hasta que revienta y cuando reviente, no vale decir eso de ¿por qué te has puesto así?
Abre el periódico y elige tu escenario preferido: Venezuela, Ukrania, Melilla, Egipto, Mexico, Argentina, Corea, Irak, Ceuta, Gamonal... son algunos ejemplos de polvorín, de distinto origen e intensidad, pero en todos los casos con un elemento común, el grito del pueblo harto de ser oprimido, engañado, manejado...
Y para que me toméis en serio, os diré que mis fuentes son el periódico diario, Stefan Sweig y una canción del último disco de La Habitación Roja. ¡Toma Ya!
Joder, Diego, no me asustes que ahora no puedo correr.
ResponderEliminarChema