Vuelvo de viaje, entro en casa, dejo las maletas, abro el
buzón y cojo las cartas. ¡Mierda!, el cartero ha traído una carta certificada
mientras estábamos fuera y, lo peor de todo, es una notificación certificada de
la Agencia Tributaria. Es tarde y ya no puedo ir a recogerla, mañana me pasaré.
Duermo mal, me agobio, ¿qué coño será lo que me notifica Hacienda?, ¿qué he
hecho ahora mal?, espero que no sea ningún susto importante. Realmente soy un
ciudadano bastante ejemplar y cívico, creo yo, pero eso no quita que, como
todos, prefiera que Hacienda no se
acuerde de mí ni para felicitarme el cumpleaños.
A la mañana siguiente me subo a la moto y voy raudo a
Correos. Entrego el papelito y veo la fatídica carta grandota con todos los
sellos y colores de la Agencia Tributaria. Tiemblo. La amable señorita mira mi
DNI y retira el sobre: “no puedo entregárselo, la carta no está a su nombre,
sino al de Herederos de su padre, necesito un documento que acredite que usted
es heredero.” Le enseño el reverso del DNI donde está el nombre de mi padre, le
digo la fecha de nacimiento y de fallecimiento, le demuestro que el domicilio
es el mismo y hasta saco una invitación a la inauguración del jueves en la
Galería Marlborough. Sonríe simpática y piadosa, pero con estricta
profesionalidad guarda la carta y me pide una copia del testamento. No suelo
llevarla encima.
Me voy a trabajar, llamo a mi hermano, se agobia como yo, me
envía un PDF con el testamento, añoro a mis padres mientras lo leo, sigo trabajando
hasta la tarde y después cojo de nuevo la moto y regreso a Correos. Allí otra
mujer bastante amable también, aunque más gorda, me entrega la carta y se queda
con el testamento la muy cotilla. Salgo deprisa a la calle y abro nervioso el
certificado, rompo el sobre, me corto la yema de un dedo y empiezo a leer los
diez folios, por las dos caras, de ese idioma tan estúpidamente enrevesado que utilizan en la Tributaria; no hay que ser muy lince para intuir que vienen a por mí y a por mi
dinero porque leo varias veces la palabra "apremio" y unas cuantas más, la
amenazante "embargo". Estoy perdido, acojonado y desconcertado porque no
entiendo nada. Me tranquilizo y vuelvo a empezar, leo despacio, intento
entender y según voy avanzando mi miedo se transforma en cabreo, empiezo a echar
espuma por la boca y a acordarme de toda la familia de Montoro. Se trata de una
notificación por la que me informan de que el deshollinador que contratamos
hace un montón de años tiene deudas con Hacienda y si nosotros volvemos a
contratarle o si por un casual le debemos algo de dinero, debemos pagárselo
directamente a Cristóbal y su gente. Manda huevos, me limpian la chimenea, pago
y después vienen estos a pedirme explicaciones porque este tipo les debe
dinero. Hay que tener caradura, si te deben dinero denúnciale, llama al
cobrador del frac o contrata un sicario, pero déjanos en paz al resto de
contribuyentes y ten sensibilidad para no mandar este tipo de cartas amedrentando y amenazando al personal.
Y una última reflexión para Montoro y sus secuaces: no creo
que vayas a conseguir demasiado persiguiendo a deshollinadores que, por cierto,
son un oficio que cuenta con toda la autoridad moral del mundo para tener
dinero negro ¿no?
PD. Leo que los diez folios de la notificación proceden de bosques gestionados de forma sostenible para preservar su ecosistema natural. Gracias Monty por cuidar el planeta... Los reciclaré, porque si los quemo igual se atasca la chimenea y...
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