jueves, 20 de marzo de 2014

HABER ELEGIDO ZUZTO

Mi hijo Lucio suele vacilarme con el jueguecito de ¿susto o muerte?, aunque él realmente dice ¿zuzto o muete?... Obviamente siempre elijo "Zuzto", lo que implica sufrir un inocente y esperado susto, seguido de una carcajada contagiosa y un "...haber elegido muete". Ayer, sin embargo, pensé que había elegido "muete" porque unos minutos después de jugar con el enano y mandarle a dormir, sentí que la muerte podía estar cerca. Sé que muchos vais a pensar que exagero, pero lo cuento como lo sentí. Ayer pensé que moría en medio de una avalancha humana.
Fue en Valencia, en las Fallas, donde por un casual me vi "obligado" a estar. Intentaba llegar a mi hotel junto a unos amigos, pero según avanzábamos por la plaza del ayuntamiento, cada vez el paso era más complicado por la marabunta de gente que tomaba posiciones para ver la "cremá". Nosotros seguíamos una oleada de bastante gente que avanzaba en una dirección, pero de pronto nos vimos bloqueados porque de frente venía otra oleada de decenas de personas que intentaban ir en dirección contraria; en medio estaban cientos de espectadores posicionados para ver la falla y nadie cedía ni un centímetro al prójimo.
Al principio nos reíamos, pero pronto perdimos contacto unos con otros y la situación se tornó angustiosa y casi dramática. Desde atrás notabas la fuerza y los empujones de quienes querían seguir avanzando y delante estaba todo bloqueado y de vez en cuando había achuchones en el otro sentido. Tanto que llegaba un momento que costaba respirar porque te apretaban por todas partes y no se podía ni hinchar el pecho; estábamos unas diez personas por metro cuadrado, había niños, gente mayor, turistas, locales, imbéciles, histéricos, descerebrados y muchos irresponsables.
He de reconocer que hubo algún momento en que fui presa del pánico, al igual que otros muchos, pero como sé que es el peor enemigo que hay, hice un esfuerzo sobrehumano por controlarlo; empezaba a hiperventilar, a agobiarme en exceso y a marearme viendo que la situación era cada vez más tensa, que estábamos metidos en una ratonera y que crecían las posibilidades de que aquello acabara muy mal porque hubo varios mareos, gente que perdió los nervios y casi se pelea, gritos, tropezones. Mi salvación psicológica fue la llamada de una de mis amigas, que ya había conseguido salir, lo cual me llenó de esperanza, fue como saber que había vida después de la muerte. La salvación material llegó de la mano de unos descerebrados chavalillos marroquíes que se habían metido en el jaleo con una bicicleta y que ante los insultos de la masa enfurecida, se abrieron camino entre la gente con la bici en alto, en procesión por encima de nuestras cabeza. Fue surrealista, pero allí me enganché yo, detrás de los "moritos" ciclistas que consiguieron abrir un corredor "humanitario".
A la salida, taquicárdico perdido e indignado, encontré varias patrullas de policía que "vigilaban" desde fuera al gentío. Corrí a avisarle a uno de ellos de que a la vuelta de la esquina podían tener un "Madrid Arena" en cualquier momento. Con una sonrisa de desprecio me dijo que estábamos en un espacio abierto y que él no podía hacer nada. Me fui a dormir orgulloso de estar vivo, aunque deprimido por pertenecer a tan estúpida clase animal.

3 comentarios:

  1. Te comprendo absolutamente.

    En momentos así sólo hay una cosa que tal vez pueda dar resultado. Es gritar: !Si me queréis, irse!

    Chema

    ResponderEliminar
  2. Y claro en esa situación, gritar un "fuegoooo".... no solucionaba mucho no??

    ResponderEliminar
  3. Y yo que creia al empezar a leer la entrada que ibas a hablar de la hecatombe seminuclear de la mascletá. Con el "pequeño Lucio" como protagonista, jo que desilusión.

    ResponderEliminar