Me llamó la atención un fragmento de las memorias de Stefan
Sweig en el que daba consejos a posibles escritores y recomendaba guardarse
siempre un trocito de la verdad, no contar todo lo que uno sabe, reservarse
algo como “back up” por si más adelante hay que justificarse. Él sabio
austriaco lo argumentaba citando a varios de los más preparados e inteligentes
pensadores, filósofos e intelectuales de la historia, quienes siempre habían
mostrado una actitud humilde y modesta ante sus lectores y conciudadanos.
Las bibliotecas están llenas de ese tipo de citas. Sólo sé
que no sé nada. Es la máxima de quien realmente sabe mucho, de quien aprende a
base de leer y leer, estudiar, experimentar y tener un espíritu inquieto que
busca aprendizaje en la llama de un fuego, en la tapa de un yogurt o en el sonido del viento. Nunca, es
decir, nunca, oirás a alguien realmente inteligente presumir de serlo.
Simplemente por que la vanidad, la chulería y la arrogancia son fanfarronas
maneras de demostrar lo que uno no es. Uno puede intuir si es más o menos
inteligente que otra persona, pero en esa misma inteligencia está el no
decirlo, el disimularlo, el guardárselo para sí porque es una valiosa arma que puede servir.
Si vas presumiendo por ahí de listo, si eres vacilón y
prepotente, si además lo mezclas con un tema tan enfarragoso como el machismo y
además lo haces en medio de una campaña electoral, solo puedo decirte que
tienen una manifiesta inferioridad intelectual. Vamos, que eres tonto. Del
culo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario