Imaginé la velada de mi vecina hablando de lo largo que
había sido este verano, que todavía estaban brotando tomates en las tomateras a
pesar de estar metidos en plena temporada de setas, mientras su marido le
recriminaba alguno de los últimos incidentes protagonizados por el cafre de su
cuñado, que, por cierto, sí que es bastante cafre, y decidí actuar de
inmediato. Con esa agilidad tecnológica que me caracteriza y ayudado por un
bote del inefable Loctite, conseguí poner en orden el aparato en cuestión e
incluso llegué, yo solito, a resintonizar todas las cadenas y colocarlas en
orden en el menú del televisor. No es difícil porque pones la primera en el
canal 1, la segunda en el canal 2, Antena 3 en el 3, la Cuatro en el 4 y así
hasta que llegas a la 7 y pones lo que te sale de la punta del miembro viril,
como hace todo el mundo ¿no?
Una vez resuelto tan dramático episodio, me quedé pensativo
tras comprobar la enorme dependencia que mis vecinos tenían de la caja tonta,
muy similar a la que mis hijos y yo mismo, tenemos de la caja imbécil. Me di
cuenta de cuales eran sus prioridades vitales y de que no tenían ni la menor
idea de quién era Granados, ni Blesa, ni Ruz, ni sabían donde está Siria, ni
Burkina Faso, ni Ukrania… Igualito que mis hijos, tan distintos y tan iguales.
Y me acordé de esa frase tan manida en el franquismo y en la transición que
resumía ese bienestar social generalizado: “Pan y fútbol”. Ahora hemos
evolucionado con la revolución digital, ahora al pueblo le basta con “tele y
wifi”.
¿ Te ha sobrado algo de Loctite ?...porque nosotros hemos dejado de ver la mitad de los canales.
ResponderEliminarcafre, hediondo, y miserable, el cuñado de tu vecino digo.
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