lunes, 10 de noviembre de 2014

EL GUIRIGAY

Un profesor de mis hijos es especialista en expresiones decimonónicas. Cada vez que hay un poco de jaleo en clase, es decir cada día, les dice cosas como "esto es un guirigay", "esto parece un mercado persa", "dejaos de rifirafes", "menudo galimatías"... Y yo, que también soy del siglo pasado, me acuerdo muy a menudo de ellas y las repito en mitad de las discusiones familiares o los sábados por la noche cuando presencio los instructivos espectáculos televisivos que varios canales nos ofrecen.
Me gusta el periodismo y me gusta la política, así que es fácil que me enganche a cualquier debate, tertulia o programa relacionado con la actualidad. Sin embargo, el show del prime time de los sábados es digno de estudio por su mal gusto y su indigna explotación comercial de la polémica.
Los jerifantes de las cadenas televisivas saben bien que las broncas, las discusiones y la sangre les dan audiencia y por subir eso que ellos llaman el share, son capaces de las más atroces indignidades. Esas tertulias enfrentan en la pantalla a los más beligerantes representantes de izquierda y derecha, con un moderador que lejos de apaciguar ánimos o conciliar posiciones, alimenta la polémica y va introduciendo temas escabrosos para que el programa tenga un ritmo trepidante, para que no falte ni un segundo de discusión, si puede ser con gritos, con insultos e improperios, cuanto peor, mejor. Lo tienen comprobado, el sistema funciona porque el que lo ve un segundo se queda enganchado y cuesta mucho escuchar a uno de esos "distinguidos" personajes sin esperar la contestación del de en frente. Por eso la audiencia sube y estos programas, teóricamente de política, tienen unas inusitadas audiencias y están dando grandes beneficios a las compañías que los emiten. Buena muestra de que esto funciona es que los propios partidos políticos no dejan pasar la oportunidad de tener su cuota de pantalla en esas emisiones, convencidos de que el que no está ahí, no existe.
A mí me genera taquicardia, me pongo súper nervioso, me muerdo las uñas y me subo por las paredes; quiero contestar por ellos, estoy a punto de escupir sobre la pantalla y me pongo frenético. Pensaba que eran sensaciones personales, pero hablando con muchos amigos me han dicho que les ocurre exactamente lo mismo. Buscando esa reacción que crea dependencia, las teles buscan la máxima polémica invitando a personalidades del calibre de Miguel Ángel Rodríguez, Pilar Rahola o Jorge Verstrynge y llevando a periodistas tan ecuánimes e imparciales como Inda o Marhuenda.
Pero si escribo esto es porque me preocupa enormemente que el periodismo se haya pervertido hasta tal punto y juegue en su propio interés con cosas tan importantes y cruciales como la estabilidad de un país o la convivencia de sus ciudadanos. Estoy seguro de que los directivos alientan la confrontación y disfrutan con las peleas. Serían felices con el estallido de una guerra civil si esa noche tienen más audiencia que el resto de teclas del mando.
Pie de foto: Esto es lo más parecido que he encontrado a un guiri-gay... Perdón.

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