Uno de los candidatos republicanos de Estados Unidos, de cuyo nombre no quiero acordarme, ha ocupado media columna de periódico con sus xenófobas declaraciones. Media columna es una salvajada en tiempos en los cuales el periódico es un monográfico de la prima de riesgo y de la extensión del riesgo de contagio a la deuda francesa que desliza la postura del Elíseo para que el instituto emisor se implique más en las soluciones a la crisis. Pero en media columna hay espacio suficiente para explicar las palabras de este cafre coreligionario de la genial Sarah Palin, que dijo algo así como que "el español es una lengua de ghettos". No le faltaba razón al hombre porque el español al que él se refiere es el de los inmigrantes mexicanos y centroamericanos que suelen vivir en las zonas más deprimidas de las ciudades, que les gusta trabajar en oficios humillantes y cobrando lo menos posible. Sí, es cierto, son un poco guetos, pero los gueto siempre están promovidos y creados por un estado opresor, represor, fascista. ¡Uy! me está hirviendo la sangre como a todos los españoles que leímos esa noticia. Mi instinto nacionalista que estaba dormido desde la final del Mundial de Sudáfrica, ha vuelto a despertar. Cómo se atreve ese mequetrefe a meterse con nuestra lengua, la lengua que hablamos más de 438 millones de personas, 45 de ellos en USA. Defendamos el español, vivan los hispanoparlantes, incluso los de las colonias.
Coño, me estoy dando cuenta de una cosa, pero si resulta que también hablan castellano los "sudacas", "guachupinos" y toda esa gente que viene a España a vivir en los barrios más mediocres. Qué curioso, a nadie le sale el nacionalismo lingüístico para defender a estos, ni nadie reconoce que también les condenamos a vivir en algún que otro gueto como los centros de internamiento de extranjeros. Todavía recuerdo comentarios de una conocida, un tanto nazionalista española, repudiando a los inmigrantes porque vienen a quitarnos nuestro trabajo, a utilizar nuestros hospitales y a llenarnos el país de delincuentes. Seguro que habéis oído a más de uno decir cosas así.
El otro día, en mi nochecita en el hospital lo comprobé. La mujer de la limpieza, el camillero, la camarera del bar y supongo que los del mortuorio, eran sudamericanos. Por cierto, también lo eran dos de los doctores que con gran profesionalidad atendieron a Diego; de hecho, una quería "jalarle" el dedo, a lo cual yo me negué porque sonaba muy raro.
Los mismos nacionalistas que darían su vida por el español son los que no entienden que alguien sea nacionalista catalán, vasco o corso y se llenan la boca con esa grandilocuente frase de "yo soy ciudadano del mundo, de un mundo sin fronteras ni nacionalismos". Pero gilipichas, entonces entrarían en nuestro país todos los sudacas, negros y moros del mundo, porque ellos también se supone que son ciudadanos de un mundo sin fronteras ni nacionalismos ¿en qué quedamos?
Que distinta es la historia según el papel que te toca jugar. Qué fácil es ser nacionalista o lo contrario, racista o tolerante, indignado o indigno.
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