No me gusta odiar. Diría que lo odio. De hecho ni siquiera odio a Jiménez Losantos. Bueno, sí. Sin embargo hoy he odiado de corazón y con cierto sadismo a un ser humano al que desconozco y no tengo ninguna intención de conocer porque no respondería de mis actos. Estoy hablando del inventor de los tornillos de estrella y por consiguiente del destornillador de estrella. Ese tipo era un jeta y un inútil. Un jeta porque se aprovechó de un invento tan sencillo y bien llevado a cabo como es el destonillador, para intentar ganar dinero con una nueva versión totalmente inoperante. Y un inútil porque dejó el invento a medias sin conseguir que funcione en la mayoría de los casos.
Destornillador o screwdriver o tornavis, en cualquier idioma es una palabra muy bonita, pero en cuanto le añades “de estrella” pasa a ser tremendamente desagradable. El tamaño del tornillo nunca coincide con el del destornillador; si es pequeño, no entra; si es grande no engancha. Tiene que ser del tamaño exacto para que funcione, pero aun así, en muchos casos tampoco funciona bien porque la puntita es demasiado larga y evita que las estrías agarren. Pero es que además siempre corres el riesgo de forzar el tornillo, deformar la ya de por sí amorfa estrellita y quedarte con un tornillo más inútil que el propio Senado. Si has tenido suerte, no te habrás cortado con el perfil del lavaplatos o con el propio tornavis, pero seguro que te llevas de recuerdo un par de ampollitas en los dedos.
El día de los muertos lo suelo pasar en familia, es decir en casa. Y estar en casa supone cambiar la bombilla, arreglar el interruptor, echarle sal al lavaplatos (debe ser para que la comida no esté sosa) y ajustar los tornillos de estrella de la bisagra del armario. Los putos tornillos de estrella. Normalmente ese trabajo lo hace mi amigo Luis, quien cae en la trampa de mi inutilidad y a cambio de una cerveza o cinco termina siendo él quien desgasta las cabecillas de los tornillos, no porque no sea un manitas, que lo es, sino porque a base de cervezas acaba haciendo el trabajo totalmente mamado.Creo que el menda era un tal Phillips. Bien podía haber aprendido de Parker y su destornillador plano, o del tío Allen tan cuadriculado con sus tamaños ordenados por números o del de la llaves planas (¿quién ha visto la 12-13?) o incluso del de la llave inglesa, aunque este tampoco se pasó de preciso. Yo, que soy un poco anticuado en esto de las nuevas tecnologías, me quedo con el martillo y las tenazas: unas sacan lo que el otro mete.
Lo que a Dios se le resiste con el martillo lo endereza. Por decir algo.
ResponderEliminarSi la puntita de tu destornillador es demasiado larga y evita que las estrías se agarren, hazle la fimosis.
ResponderEliminarPobre Luis. Muchos domingos aparece en casa tan contento a tomar un aperitivo y luego comer cuando ve a Diego con cara de aquí te pillo, aquí te mato, con el taladro en la mano y cara de deseperación. La mayoría de làmparas y estanterías de casa las ha colgado èl sin despeinarse y con una paciencia infinita. Prepàrate Luis que en la casa nueva vas a tener que beber muchas cervezas......
ResponderEliminar¡¡¡¡ Matilde¡¡¡¡ me voy a chivar a La Carmen ¡¡¡¡
ResponderEliminar¿ Y que me dices de los tornillos de los muebles de Ikea ? En mi casa, abras el cajon que abras, siempre aparece una llave en forma de Z, solo utilizable para muebles de Ikea.
Oye Luis ¿ como te viene pasarte por Boadilla ? Yo ofrezco Mahou y aceituna rellena de anchoa
Ya sabéis que no me importa hacer esas cosas, hasta me gusta. De todas formas exageran, he colgado dos lámparas y poco más. Ahora, la cerveza bien fría, y nada de aceitunas, jamón. Por cierto mañana voy a colgar una tele en otra casa...
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