Sin embargo, esta noche han venido a cenar unos amigos de San Francisco, una curiosa familia multicultural con padre indio, madre alemana, hijos americanos y residentes en Estocolmo. Hablan cuatro idiomas y conocen el mundo como la palma de la mano, ya que su destino laboral les ha ido posando en diferentes continentes y antagónicas capitales. La cena ha sido divertida porque entre ellos hablan a veces en indio, a veces en alemán, mientras que los niños mayores hablan en inglés y los pequeños en sueco...Muchiglotas. Pues bien, los pobres estaban encantados de estar en España de ver calor en el ambiente (y mira que han pillado la puta ciclogénesis explosiva) y sobre todo en la gente. Nos comentan que están asqueados en Suecia, que la gente es fría y cerrada, que no existe vida social, que el nivel de vida será alto y lo que quieran, pero que eso no es lo que debe considerarse calidad de vida.
Claro que ellos vienen de San Francisco, que es la más latina y abierta de las ciudades americanas, pero saben de qué hablan y no pueden entender que la sociedad llegue a cerrarse hasta tal punto; la única explicación, y no es poca, es el clima. Con toda esa conversación recorriendo el mundo, he recordado mis sensaciones cuando viajaba semanalmente por todo el mundo en mi profesión de periodista deportivo; visitaba lugares maravillosos, conocía capitales espectaculares, pero siempre terminaba diciendo lo mismo: como en España no se vive en ningún sitio. Tenemos, por latitud, el mejor clima de la tierra, sin excesivos fenómenos naturales agresivos; contamos con una variedad geográfica y paisajística brutal; hemos forjado un estilo de vida y de comportamiento de mente abierta y cercanía social hacia el prójimo; nuestra gastronomía es de primerísima división y realmente variada... Coño, que lo tenemos casi todo para poder ser uno de los lugares más envidiables del planeta, con la mejor calidad de vida.
Y sin embargo estamos sumidos en esta densa, espesa y putrefacta niebla creada por una serie de corruptos anquilosados que se han creído que el país es suyo y pueden hacer y disponer a su gusto, enriquecerse, saltarse las leyes, reinterpretarlas, rehacerlas a su gusto, menospreciar al pueblo, insultarlo cada día y esparcir por todo el país está asquerosa sensación de desazón y escepticismo que no nos merecemos. Por eso tras escuchar a nuestros amigos hablar de Suecia, de Alemania, de India, o de Estados Unidos, hemos llegado a la conclusión de que España es un gran país y quien sobra son esos apoltronados que nos dirigen y que además se llenan la boca de falso patriotismo cuando defienden la marca España, su marca España, que no la nuestra. Hay que echarles a gorrazos.