Ahora que uno ya sólo sirve para dar consejitos y recordar batallas, siempre que tengo oportunidad de asesorar a jóvenes estudiantes e incluso a mis hijos, recomiendo apostar profesionalmente por lo que a uno le guste y conozca bien. Obviamente mi propio ejemplo me permite explicarlo bien y la foto que he encontrado revolviendo archivo, ilustra lo que cuento.
Todavía no era mayor de edad, pero llevaba años subido a la furgoneta de mi amigo y piloto de motocross, Carlos Tertre, de carrera en carrera. De mi padre había heredado su afición a la fotografía y había tomado prestada sin que se diera cuenta su Canon AE1. Tenía claro cuales eran mis pasiones, la moto y la fotografía, y aposté por ellas. Leyendo revistas y más revistas, comprobé que una de ellas, Solo Moto, no sacaba casi nada de las carreras que había en la zona centro, así que les mandé una cartita ofreciéndome de colaborador y a la semana siguiente me llamaron confirmando su interés. Así empecé este camino en el que de alguna forma sigo, iba a las carreras en mi Vespa 200, hacía fotos, las revelaba yo mismo, escribía la crónica y me iba al aeropuerto a pedirle a un pasajero o piloto de avión, que me lo llevase a Barcelona. De vez en cuando también me encargaban colocar alguna pancarta de la revista e incluso repartir octavillas o merchandising. Al final de mes me mandaban una liquidación de mis colaboraciones, por la que me sacaba unos 50 ó 60 euros al mes, lo cual, evidentemente, no me daba ni para pagar la gasolina y los carretes de fotos. Era mi culpa, porque el día que me llamaron ejercí de novato a la perfección con ese típico: "Para mí, el dinero es lo de menos, lo que quiero es aprender"; me lo tomaron al pie de la letra. Eso sí, yo era feliz y aprendía a pasos agigantados. En ese sentido y aunque duré poco tiempo en esa publicación, hoy sigo recordando con un enorme agradecimiento a Joan García Luque que fue quién me dio esa oportunidad; como a Jose Egido, que me abrió la puerta de Marca o Claudio Boet, que me fichó para Motociclismo.
No voy a negar que todos los comienzos son difíciles, pero sí saco una lectura a posteriori muy obvia: si tienes la suerte de poder trabajar en lo que te apasiona, es mucho más fácil ser buen profesional y disfrutar del trabajo como si no fuese una obligación. Ya sé que no todo el mundo tiene la suerte que yo tuve para poder hacerlo. Por eso cada día le rezo un par de padre-nuestros a San Columbano, el patrón del motociclismo.
Lo curioso del tema es que treinta y dos años después, la cosa ha cambiado muy poco, la Vespa sigue igual, yo he mejorado sin las gafas, la Montse sigue imponente y sigo dedicándome al maravilloso mundo de la pancarta.
PD. Siento mucho que el fondo de la foto sea tan indigno estadio, pero no sé usar Photoshop para recortarlo.
¿Cómo que la cosa ha cambiado muy poco? ¿Es que te has teñido el pelo de moreno y yo no me he enterado?
ResponderEliminarjajajajajaja......parezco Camarón de la Isla!!!!!
ResponderEliminarjajajajajjajaaaaa ¡¡¡ no puedo parar de reír ¡¡¡. Cuñaaaaaaaaa, eras la versión femenina del Cigala...jajjajaajajajajajajaa ¿porque el cuñao no se quito el casco para la foto?...jajajajajajjaaaa ¡¡¡.
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