lunes, 30 de marzo de 2015

DEMAGOGIA INDIA

Ayer había boda en el hotel, (estos tíos se casan muchísimo), pero tuvimos suerte de que nuestra habitación diera hacia el otro lado y no nos enteramos de nada. Eso sí, el despertador ha sido un pelín más desagradable que los pavos reales del otro día: seis cazas volando raso y emitiendo un estruendo tan fuerte que hemos saltado de la cama dispuestos a morir cuan pinchos morunos en cuanto uno de ellos atravesara el muro del hotel. Es lo que tiene estar cerca de Pakistán en un país que vive en tensión con su vecino. A lo largo del día hemos ido de sobresalto en sobresalto con los malditos avioncitos haciendo demostraciones de poderío ante sus súbditos. Tanto que Montse y yo hemos coincidido en la misma apreciación, por muy demagógica que pueda parecer: con lo que han gastado estos tíos en los vuelos de hoy podían haber dado de comer a todos los intocables de Jaisalmer durante un mes o podrían haber canalizado las aguas fecales de esta maravillosa ciudad del desierto, conocida como ciudad dorada, pero con un tufillo a mierda realmente traumático.
Jaisalmer se parece bastante a Marrakech, en lo bueno y en lo malo. Es, si cabe, más bonita en cuanto al continente, con sus fastuosos palacios tallados, sus místicos templos y el increíble fuerte. También tiene una vida comercial cuasi medieval que impacta, sin llegar a tener esa atmósfera mágica que posee la plaza de Djemaa El-Fna. En pestilencia y basura por la calle la supera, gracias a las caquitas de las vacas, que serán sagradas, pero ¡joder cómo cagan!.
Pues sí, estos necesitan un tanto de demagogia o populismo, de los que están tan de moda para intentar cambiar el rumbo de un país tan maravilloso. Menos gastos megalómanos y más resolver las cosas de la gente. El primer ministro Modi no va mal porque acaba de proponer a todos los ricos que renuncien al subsidio que reciben todos los ciudadanos para la compra del gas para así poder invertirlo en los más necesitados. Como si en nuestro país propusieran que los que tenemos ya seguro médico privado renunciemos a nuestro derecho sanitario en la Seguridad Social o algo así; no me parece mal, toma nota Pablo Iglesias.
No sé mucho de la India y no voy a hablar gratuitamente, pero lo que sí que digo por la experiencia de cuatro días es que este gigantesco país, del que sólo he visto una pequeña parte que no es ni mucho menos la más pobre, necesita un plan de choque brutal, como cuando Indira Ghandi decidió sembrar árboles en el desierto esparciendo semillas con helicópteros o llevar agua a los pueblos más secos a través de canales o, sobre todo, como hacen cada día las organizaciones como la de Vicente Ferrer y tantas otras suplantando el papel de los ineptos gobernantes y logrando importantes avances locales.
Esto te lo dicen a gritos los niños que ves por la calle, ellos son el futuro y merecen algo más que un retrete en la cuneta. Esto de usar a los niños para estos mensajes también es demagogia y también lo sería si empezase a hacer las comparaciones entre la vida que les ha tocado vivir a mis hijos y la que tienen la gran mayoría de los que cada día nos saludan y sonríen para la foto. En el fondo, para eso les hemos traído, para que algo de lo que están viendo se les quede metido en la conciencia para siempre.
Eso sí, el desierto como tal, es mucho más feo que el Sahara, aunque, con tanto verde los camellos están felices, pero no más que Lucito saltando en las dunas.
PD. Si mañana me vuelven a despertar los aviones os daré nuevas ideas demagógicas para invertir ese dinero.




domingo, 29 de marzo de 2015

EL RAJPUTA

Aunque pueda parecer que me estoy refiriendo a alguno de los conductores que nos hemos cruzado estos días y de cuya madre me he acordado cariñosamente, rajputa es el gentilicio del Rajasthan, la zona de la India que estamos recorriendo. Los rahputas, como la mayoría de los indios (de la India), son fanáticos seguidores del bollywood, el cricket y la religión, las tres drogas duras que les hacen olvidar muchos de sus males. El bollywood les tiene ensimismados y está tan de moda que cada año se hacen más de 500 películas sobre el tema; el cricket es el deporte nacional y hace dos días India perdió la semifinal de la Copa del Mundo contra Australia; los niños lo juegan en cualquier calle y es todo un gustazo juntarte con chavales sin que te hablen de Messi o Ronaldo; y la religión, como en tantos otros sitios, es el opio del pueblo que les mantiene adormecidos y conformistas, con sus millones de dioses y templos de veneración a increíbles imágenes o símbolos.
Son una potencia económica mundial en base a la gran clase media que vive en las metrópolis y que son el motor del país en los rankings del Banco Mundial, el Fondo Monetario y esos otros estamentos tan importantes, pero cuando sales a las calles o a las carreteras, lo que te encuentras es la otra cara de la India, tremendamente pobre y mísera. Las desigualdades dicen que son enormes, pero realmente todavía no hemos conseguido ver a nadie de los que tienen mucha pasta y sí a miles y miles de parias.
Como es habitual, me gusta informarme y he realizado un estudio sociológico basado en una encuesta bastante fiable con un margen de error del 1% tras consultar a un total de una personas baja. Según la encuesta, uno de cada un indios cree que el primer problema de la India es la Corrupción; os suena ¿verdad? pues se trata de todo un tejido corrupto que va desde arriba de la clase política hasta la parte más baja de la sociedad. En fin, nada que envidiar a la nuestra, salvo que aquí puedes quitarte las multas sacando la cartera cuando te para un poli, aunque no seas familia de Espe ni nada. El segundo problema que preocupa al indio (nunca mejor dicho) es la enorme población; resulta muy difícil manejar un país que, por grande que sea, tiene 1.200 millones de personas y en numerosas áreas la densidad de población es seis veces mayor a la de España. La tercera preocupación, también de carácter social, son al mismo nivel la religión y las castas, que tienen atenazado al país impidiéndole avanzar por su formato e inmovilismo de siglos atrás.

El encuestado es un tipo inteligente y formado y ha basado sus respuestas en estos puntos que de alguna forma pueden aunarse en uno solo, la miseria, pero que es consecuencia de sumar los otros conceptos. Tampoco ha mencionado nada el encuestado del medio ambiente o la cuestión sanitaria, porque ha reconocido haberse acostumbrado a vivir en esas condiciones y considera muy complicado cambiar ese mal endémico a corto plazo (otro día me extenderé sobre este tema). En cambio sí ha reconocido que no se cree ni le interesa ese sentimiento patrio que tratan de transmitir todos los gobiernos buscando un enemigo externo para que su pueblo se olvide de sus problemas internos. En este caso siempre se intenta tener bien presente el peligro del enemigo Pakistán y más aún en la zona del Oeste en la que estamos ahora mismo. "First the people, always the mission", dicen los anuncios por las calles con una foto de un caza indio, pero me da que las autoridades no hacen mucho por cumplir la primera parte del eslogan.

sábado, 28 de marzo de 2015

NOCHE DE BODAS

Seguimos aquí, muy a pesar del egoísmo solidario y del piloto y copiloto que rigen nuestro destino y que parecen empeñados en vernos cuanto antes reencarnados en cualquier otro animal. Hoy hemos descubierto otras sabias teorías del código de circulación indio. Una muy obvia es que todo se resume a la expresión "there are no rules" y la otra es que no han entendido muy bien el concepto de velocidad media porque nuestro pilotillo de Force India nos dijo que haríamos una media de 60 km/h y lo cumple a rajatabla, el muy capullo va siempre a sesenta, aunque haya vacas, camellos, bicis o camiones en medio de un pueblo o aunque encontremos una autopista recién construida y despejada. He pensado en explicarle como funciona lo de la media con el ejemplo del pollo consumido o los polvos consumados al año, pero creo que no va a entender mi lógica, así que seguiré perdiendo vidas en las zonas chungas y durmiéndome en las fáciles.
Bueno, dormir no me vendría mal porque la última noche fue un absoluto martirio. La cosa no es lo que parece, aunque pintaba bien el nidito de amor que nos habían preparado para nuestra segunda jornada en la India, en un Haveli o antiguo palacio de los comerciantes de la ruta de la seda, la noche resultó un tanto sonada. Tras la habitual bronca a los chicos para que acabasen su concurso de pinos amontonados en el retrete (prefiero no explicar el reglamento) y apagasen sus electronic devices, nos fuimos a dormir, Montse con tapones en los oídos y yo sin ellos. A los cinco minutos comenzó a sonar una megafonía a todo trapo con los grandes éxitos del bollywood, seguidos por una actuación en directo de la banda fiestera del Rajasthan; había una boda en el pueblo y hasta las tres de la mañana fue imposible pegar ojo. Hice el imbécil porque estuve dudando si levantarme e ir a ver cómo es una boda india, que me despierta curiosidad, más aún después de la conversación con Verinder, nuestro guía, quien nos contó que él se casó con su mujer sin conocerla, como hacen el 97% de los indios. Los padres arreglan entre sí el matrimonio de sus hijos por conveniencia y pensando que pueden llevarse bien entre ellos, por ser de la misma casta y por los datos suyos que conocen. A su boda fueron 800 invitados y tras casarse pudo ver por fin a la que ahora es su mujer y madre de su hija. Parece feliz y lo ve todo muy normal, incluso nos ha dicho que lo que peor lleva del matrimonio son los suegros... Qué gente más rara estos indios.
Pues eso, que tanta curiosidad me despertó el tema y la música que no pude dormir y cuando ya lo conseguí, me despertó la hija de mis queridos suegros porque tenía calor y no encontraba el mando del ventilador. Hice de buen marido, encendí el cacharro y volví a dormirme bajo el vendaval, pero por poco tiempo, porque con las primeras luces del día empezaron a chillar como gatos en celo, sobre el tejado de la habitación, media docena de pavos reales enloquecidos. Qué bucólico suena, pero que desagradable es el jodido graznido.  
Total, que hoy pensaba dormir durante el trayecto en la furgoneta, pero ya os he contado que no me fío nada ni del piloto ni del copiloto ni del egoísmo solidario y después de visitar el templo de las ratas que tanto nos han recomendado nuestros amigos Berta y Jose... prefiero no creer en la reencarnación.
Lo peor del tema es que en el trayecto hemos podido cruzarnos con más de diez o doce coches de novios, espero poder dormir algo hoy.




viernes, 27 de marzo de 2015

EL EGOÍSMO SOLIDARIO

Un día en la India ha servido para perder el miedo al avión. Definitivamente hay cosas mucho más peligrosas en la vida. Cualquiera de los tropecientos adelantamientos realizados en el día de hoy servirían en nuestro país para largas batallitas de sobremesa. El jugo que podría dar eso de "al tomar la curva nos encontramos de frente un autobús que adelantaba a un camión que había invadido la calzada contraria porque en la suya había una vaca comiéndose la mercancía de un motocarro que había volcado..." Te dirían que estás exagerando, como hacéis todos cuando contáis vuestras batallitas, pero no, en este caso te estarías quedando corto. Todo lo que os cuente es poco.
Cuatro tipos en una moto y el que conduce va hablando por el móvil; un camión de plátanos volcado en la autopista; centenares de motocarros repletos de carga y de personas; un autobús escolar empotrado contra una tapia de barro; una furgoneta en dirección contraria por el carril central de la autovía; la carretera cortada mientras dos amigos se saludan con los coches detenidos; vacas pastando en la mediana; baches profundos, charcos pestilentes; camellos tirando de carros de heno; tuc-tuc o ricksaw con más de quince personas dentro; rebaños de bueyes cortando los dos sentidos; mujeres cruzando con la compra en la cabeza; procesión de veneración a no sé qué santo... Esto es la India, el caos más absoluto que puedas imaginar en una carretera.
Y después de eso uno puede preguntarse cómo estamos vivos y a qué dios le debemos el milagro. Igual es que no lo estamos y realmente no somos nosotros mismos sino nuestra reencarnación en otro ser que ya descubriréis cuando volvamos.
El caso es que después de varias horas analizando los movimientos de nuestro conductor he llegado a varias conclusiones: la primera es que el insoportable y cansino uso del claxon tiene su utilidad porque no se utiliza a modo recriminatorio como en nuestra tierra, sino a modo de aviso para que los demás vehículos sepan de tu existencia; el piiiiii que en España suele ir acompañado de ¡coño! o ¡Hijoputa!, aquí va seguido de ¡cuidado!. Por eso los camiones llevan detrás unos grandes carteles "Horn please" solicitando que toques el claxon para avisarles si quieres adelantar. El resultado no es malo para el tráfico aunque horrible para el dolor de cabeza. La otra conclusión filosófica sobre la conducción en este país-continente es que la circulación se rige por el espíritu egoísta solidario. Lo explico: "voy a pasar por cojones, pero haré todo lo posible para que pases tú también". Curioso sistema que permite agilizar este caos con menos accidentes de los que en buena lógica deberían tener, en base a ensanchar las carreteras hasta el límite de las uñas de los tenderos que bordean la calzada, a reducir las distancias entre vehículos hasta medirlas con milímetros y a tener claro el orden del sistema de castas (camión, bus, coche, tuc tuc, moto, bici, peatón...).
Os seguiremos informando desde este fascinante mundo, si es que seguimos en él...

jueves, 26 de marzo de 2015

VOLANDO VOY


Volar un día después del dramático accidente de los Alpes no es nada fácil. Más que nada porque el aluvión de información que te rodea solo hace que ahondar en la herida y buscar morbosos y lacrimógenos argumentos. El presidente de la Asociación de hosteleros de Benavente da su pésame al President Mas y los tertulianos sabelotodo demuestran no tener ni puta idea tampoco de aeronáutica.
Y yo, que me cago en los pantalones en cuanto huelo el queroseno, me tranquilizo con todos los argumentos del sentido común escuchados a los expertos entre lágrima y lágrima e imágenes del fuselaje del Airbus descerrajado. Cada dos segundos despega en el mundo un avión como el del accidente; cada año son casi 50 millones los aviones que vuelan sobre nuestras cabezas; las posibilidades de morir en un accidente aéreo son menores a las de que te caiga un rayo y, sobre todo, y ya que tiramos de estadística, las probabilidades de que haya otro accidente al día siguiente son prácticamente nulas. Así que, ¡yuppie!, a volar.
A pesar de todo, nada consigue que la mente desconecte ni un solo momento del luctuoso incidente. En cada turbulencia, en cada bache, en cada niño que llora o en cada adolescente que chilla, uno se acuerda de esas inocentes víctimas. Y de las anécdotas como la del que cambió su vuelo en el último momento y cuando llegamos a Londres con retraso y perdemos la conexión con Dehli, empiezas a pensar si serás el afortunado que se ha bajado en el último momento del avión siniestrado o si por el contrario, serás el desgraciado que se ha subido en el último momento. Me anima que el nuevo vuelo es ahora de Virgin, todo colorido y profesionalidad. Vuelvo a hacer un esfuerzo de desconexión, sobrevolamos Brandeburgo, donde los conciertos, después Berlín, donde el muro, y más tarde Varsovia, donde los pactos, pero no sirve de nada porque pronto aparece en el mapa Ukrania, Rusia y su disputada frontera sobre la que surcamos el aire a más de 11.000 metros de altura para intentar que no nos envíen algún recadito en forma de misil. La sombra del temor vuelve a aparecer con fuerza y más porque tras esa zona de conflicto llega otra y uno duda si el avión tirará por el sur hacia Irak o por el este hacia Afganistán y Pakistán. Mi único temor entonces es que tengamos un aterrizaje de emergencia y le dé a alguien por regalarnos un pijama naranja.
Al final, después de catorce horas de viaje, estamos en New Dehli, agotados físicamente y con pocas fuerzas para afrontar psicológicamente el contraste de este país, que es una de las primeras economías del mundo y a su vez es líder en mugrienta miseria. Una primera impresión nos recuerda a una mezcla de Casablanca, Dakar y otras ciudades africanas, aunque con más motos y sin poder haber sentido aún la magia tranquila indú.
Vamos a descansar.

PD. Evidentemente cuando volamos no sabíamos la verdadera causa del accidente de los Alpes. Ahora además de controlar la calidad y antigüedad del avión, habrá que ir atento a las caras de psicópatas de la tripulación.

viernes, 20 de marzo de 2015

EL REMEDIO O LA ENFERMEDAD


Cuando la policía detecta que hay uno o varios asesinos en un estadio repleto hasta la bandera, lo último que se le ocurre hacer es anunciarlo en megafonía, porque con eso provocaría una estampida con las consiguientes avalanchas y amontonamientos: una tragedia. El sentido común es el que debe regir en cualquier situación de crisis, donde todo buen profesional sabe que lo primero que hay que evitar es que el remedio sea peor que la enfermedad.

Estoy hablando de eventos y de deportes, donde tengo cierta experiencia, pero creo que esto es aplicable a otros ámbitos, como la economía, de los que admito que no tengo ni repajotera idea.

Y desde ese desconocimiento, me atrevo a juzgar lo ocurrido en los últimos días con el Banco de Madrid como una soberana chapuza nacional digna de Pepe Gotera y Otilio. Las autoridades detectan irregularidades en un banco, tienen constancia de que la entidad está ayudando a ciertos clientes a blanquear dinero procedente de asuntos turbios. Lo lógico me hubiera parecido actuar sigilosamente, investigar policialmente, detectar a los delincuentes y a sus cómplices y detenerlos, evitando así males mayores. Sin embargo lo que se ha hecho ha sido todo lo contrario, encender los focos, poner la megafonía a tope, llamar a la prensa y montar el show sin predecir las consecuencias. Y el resultado es que sin remediar nada, porque no consta que se haya detenido a ningún responsable ni a ninguno de los narcos o delincuentes, lo que sí se ha conseguido es agravar hasta la muerte la enfermedad del banco y que paguen justos por pecadores.

Sí, porque no sabemos si terminarán enchironando a peligrosos mafiosos y haciendo pagar a los usureros directivos del banco, pero lo que sí es ya un hecho es que los muchísimos ciudadanos de a pie, más o menos ricos, igual da, sin tener nada que ver, van a perder buena parte de su dinero y que los empleados se van a ir a la calle.

No había que ser muy avispado para saber que en el mismísimo momento en que anunciaban la intervención, centenares de titulares iban a vaciar sus cuentas por precaución y que eso iba a llevar al banco a la suspensión de pagos y a la absoluta pérdida de credibilidad y de futuro. Pero debe ser que alguno del Banco de España o del ministerio tiene menos repajotera idea que un servidor.

Y lo que me sorprende del tema es que nadie diga nada, que los ministros responsables estén escondidos, que nadie sepa quién es el culpable de este desaguisado, que los periodistas no hinquen el diente y que la gente no salga a la calle a pedir cuentas. A Bankia hubo que salvarlo con veintitantos mil millones públicos porque no se podían poner en juego los ahorros de los ciudadanos (eso decían), pero en este caso, como es un banco más pequeño… que les den a los ciudadanos y a los empleados, difundimos la imagen de que todo está podrido y nadie dirá nada.

No tengo ni tenía dinero en el Banco de Madrid, pero por desgracia sí tengo algún familiar duramente perjudicado y me parece que volvemos a estar ante una de esas situaciones en las que no todos somos iguales ante la ley y donde los que pagan el pato siempre siguen siendo los mismos. Y mi pregunta incómoda, ¿qué pasaría si se detectase alguna situación irregular como estas en el Santander o el BBVA?

domingo, 15 de marzo de 2015

LA DESPEDIDA

Ahora que estoy en condiciones de dar clases particulares de literatura y en concreto de la Generación del 98, tengo que reconocer que mi cerebro se encuentra cláramente marcado por las teorías de este insigne grupo. Las tres semanas que llevo repasando con mi hijo han dejado secuelas en mi interior y, de tanto insistirle a él, he terminado por ser un militante existencialista, desengañado y melancólico que trata de resolver todas sus dudas interiores sobre el sentido trágico de la vida.
No es que esté depresivo ni nostálgico, simplemente que las teorías de toda esta generación de escépticos han calado y respaldo la pérdida de fe de Unamuno, el derrotismo de Baroja ante el poco humano ser humano, la distorsionada realidad de Valle Inclán o la bucólica tristeza de Machado. Los párrafos de San Manuel Bueno Mártir hablando desesperado de que estamos en este mundo para morir y nada más y que los creyentes son afortunados por poder contar con una esperanza, por falsa que sea, son el perfecto resumen de ese sentimiento... Del sentido trágico de la vida.
Lo viví en persona hace unos días con una escena que quedará grabada en mi memoria para siempre, (lo que tampoco es demasiado). Quedaban dos plazas del avión al Sahara sin ocupar y un amigo saharaui me llamó de urgencia con un compromiso: "Diego necesito que lleves a dos personas, me tienes que guardar esas dos plazas para la ida, a la vuelta sólo volverá uno, la otra plaza vuelve vacía". Dicho y hecho, lo que me pida este amigo va a misa.
Una vez en el aeropuerto y en medio del lío por el embarque de todo el charter, se presentó ante mí uno de los viajeros enviados por mi amigo, un chaval joven que iba a viajar con su abuela. Facturaron su equipaje y se fueron a una esquina del aeropuerto rodeados por cinco o seis familiares que hacían corro alrededor de la abuela, sentada en una silla de ruedas. Yo seguía atendiendo a viajeros y resolviendo imprevistos, pero por el rabillo del ojo observaba la conmovedora escena; uno a uno se iban arrodillando ante la mujer, débil y enferma, y tras acariciarle con ternura las manos y la cara, rompían a llorar desconsoladamente. Poco a poco fui deduciendo quién era quien en el grupo familiar, un hermano, un par de hijos y varios nietos daban su último adiós a su abuela en una dolorosísima estampa entre maletas y carros metálicos. Lo del último adiós se suele aplicar para los muertos, pero en este caso la buena mujer estaba allí, viva y consciente de lo que esas caricias significaban.
Me vino a la mente una petición de mi padre cuando se enteró de su fatal enfermedad: "sólo os pido no saber nunca que no hay esperanza, no puedo imaginar la horrible sensación de saber que está todo perdido" y pensé que aquella mujer y sus allegados estaban viviendo en ese momento y en ese frío aeropuerto, esa horrible sensación.
Durante todo el vuelo no hablé con casi nadie y permanecí en mi asiento reflexionando sobre algo tan normal para ellos como irse a morir a su tierra y sobre el dolor de la despedida, la verdadera, la última, la trágica. Entendí entonces lo de "a la vuelta una plaza vuelve vacía" y me quedé dormido imaginando el momento en que mi plaza vuelva vacía.

PD. No está mal para un lunes, ¿verdad?... y además mi hijo suspendió el trágico examen.

miércoles, 11 de marzo de 2015

CAPITAL DE ESPAÑA

Madrid es la capital de España, te lo cuento por si no te has enterado o no has visto la nueva decoración de los coches de Policía Municipal de la villa y corte. Deberíamos estar orgullosos de ser capitalinos porque eso significa que no somos provincianos, que no somos paletos y que como buenos madrileños somos chulapos, chulapones, y estamos encantados de conocernos, pero...
...Pero día tras día nuestra ciudad y nuestra comunidad autónoma uniprovincial sirve de escarnio, vergüenza y ejemplo del caciquismo más casposo que puedas imaginar, de la corrupción más mezquina y miserable envolviendo a todas las instituciones locales. La lista de casos de prevaricación, amiguismo, robo, corrupción en general, en nuestro querido Madrid es absolutamente lamentable, solo equiparable con la de Valencia, pero además aquí lo aderezamos todo con ese toque sobrado y chulesco que encima tienen nuestros personajillos. Los Blesa, González, Granados, Aguirre y compañía no se caracterizan precisamente por su humildad y modestia y además de sus cuestionables actos siempre tienen ese puntito perdonavidas que tanto sobra en el carácter "madridista".
Sin esa chulería no se entendería esa inexplicable decisión decorativa de diseñar un nuevo escudo para embellecer los coches de la poli, con la leyenda de "Madrid, capital de España". No lo entiendo. Pero además de no entenderlo, me parece una provocación. Los madrileños sabemos muy bien que esta ciudad que amamos y sufrimos indistintamente, es desde hace siglos la capital del Estado español y podemos o no, estar orgullosos de ello, pero no tenemos ninguna necesidad de restregárselo a nadie. Al resto, a los que nos visitan desde otra comunidades, no hay que recordarles cuál es la capital, lo saben perfectamente y sufren sus consecuencias. Digamos que no es un atributo del que presumir y hacerlo, me parece una paletada de tamaño descomunal.
Pero lo que me ha llevado a escribir esto con indignación no es esto sino los anuncios que a cada minuto oigo en la radio durante estos días, en los que en plena precampaña electoral se nos venden los éxitos y virtudes de la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid como si fuésemos imbéciles. He llegado a contar y la tercera parte de las cuñas que emiten estos días son de ambos organismos. Las de la Comunidad son de gran utilidad informativa, con una sobre la calidad de los colegios que hay en Madrid, otra sobre la eficacia del servicio de urgencias 112 y una tercera más irrisoria todavía sobre la reducción de impuestos. La del ayuntamiento es simplemente una cuña de turismo de Madrid emitida en Madrid, para que la oigamos todos los madrileños y viajemos a la capital.
El asunto es absolutamente vergonzoso y demuestra que los políticos no han entendido nada de lo que la sociedad les ha dicho durante los últimos años y nos siguen tratando como imbéciles. Juegan con nuestro dinero, lo malgastan en su propio beneficio, nos tratan de manipular y acallan a los medios informativos dándoles migajas que ellos aceptan con obsceno y cómplice servilismo. Claro, que nos tratan como imbéciles porque actuamos como imbéciles. Tiempo al tiempo: 24M.

lunes, 9 de marzo de 2015

EN FEBRERO, A DIETA

A finales de febrero siempre adelgazo. Es una buena terapia para afrontar la primavera y la operación bikini con más optimismo. La dieta es sencilla, basta con combinar tortilla de patatas sin sal, con espaguetis con tomate, lentejas sin chorizo, cous cous con mucha verdura, pan con mantequilla y mermelada para desayunar y enormes cantidades de te, bien cargado de azúcar. Hay que saber muy bien resistir a las tentaciones y no aceptar ningún festín en forma de pinchitos viscerales de cabra o camello. Es importante que además muevas un poco el esqueleto, cargues unas cuantas maletas, te des unas carreritas por el desierto y lleves a cuestas durante todo el día una mochila de más de diez kilos. Eso sí, por la noche, para cumplir con el plan, hay que dormir sobre el suelo, con algo de frío, tapones en los oídos para no despertarte con tus propios ronquidos o con esa voz lejana que te canta al amanecer. También es recomendable mantener prietas las filas en cuanto al ritmo intestinal para evitar visitar en demasiadas ocasiones al agujero negro. El plan es infalible y cada año dejo en el camino mis tres o cuatro kilitos, que en una semana es todo un logro, aunque no os preocupéis que tardo bastante menos en recuperarlos.
Son ya quince los años que llevo viajando a los campamentos saharauis de Tindouf y tengo que reconocer que este año iba con menos ganas que otras veces. En parte porque ya se ha convertido en una rutina el ritual de la última semana de febrero, pero también porque leía en las caras de muchos de los míos, y no tan míos, cierta preocupación por esas cosas tan feas que pasan en algunas partes del mundo musulmán. Evidentemente no hice caso a ninguna de las dudas y tiré de información, lógica y sentido común para concluir que no era ninguna locura lo que hacíamos y que haberlo cancelado hubiera supuesto, por un lado, la claudicación ante los violentos y por otro, dar la espalda a nuestros amigos saharauis. No era justo, ni era necesario, aunque sin duda hubiera sido más cómodo y no hubiera puesto en peligro las cuentas corrientes de todos vosotros que, estoy seguro, habríais contribuido a pagar mi rescate. Perdón, lo retiro, no se pueden hacer bromitas con este tema, es un pacto de caballeros que tenemos entre todo el equipo que viajamos allí y no está bien que ahora yo lo rompa.
Pues a pesar de una cierta inquietud previa por el peso de la responsabilidad, tengo que reconocer que pocas veces me he encontrado más a gusto y seguro en aquel terreno, por naturaleza inhóspito, en aquel escaparate de la injusticia mundial. Trabajando con ilusión y buen rollo en un equipo de verdadera buena gente, gente buena; bromeando y entendiéndome con mi brother Brahim y sus lugartenientes locales; sintiendo la permanente complicidad del mio caro Mattia; disfrutando viendo a cientos de participantes disfrutar de una experiencia única; tratando de escapar sin conseguirlo del politiqueo, que tampoco allí me gusta y sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, abrazando, jugueteando, charlando y emocionándome con mi familia, en mi jaima. Dumaha, Mohamed, Minetu, Ali, Mohandahmed, Saleh, Ayoub y Hamdi no leen este blog, pero saben lo mucho que les queremos todos y cada uno de los que alguna vez hemos invadido su jaima.
Por eso mi dieta de febrero no cambia, disfruto encantado de ese te pringoso que nos ha contagiado a todos el resfriado del abuelo, de esas intensas conversaciones mirando a las estrellas mientras nos lavamos los dientes y de los interminables saludos que nos despiertan cada mañana. Por supuesto que sí, en febrero, aunque sólo sea una vez al año es imprescindible esta dieta fantástica que te deshincha los michelines y te "resetea" el cerebro. Asignatura obligatoria.