sábado, 28 de marzo de 2015

NOCHE DE BODAS

Seguimos aquí, muy a pesar del egoísmo solidario y del piloto y copiloto que rigen nuestro destino y que parecen empeñados en vernos cuanto antes reencarnados en cualquier otro animal. Hoy hemos descubierto otras sabias teorías del código de circulación indio. Una muy obvia es que todo se resume a la expresión "there are no rules" y la otra es que no han entendido muy bien el concepto de velocidad media porque nuestro pilotillo de Force India nos dijo que haríamos una media de 60 km/h y lo cumple a rajatabla, el muy capullo va siempre a sesenta, aunque haya vacas, camellos, bicis o camiones en medio de un pueblo o aunque encontremos una autopista recién construida y despejada. He pensado en explicarle como funciona lo de la media con el ejemplo del pollo consumido o los polvos consumados al año, pero creo que no va a entender mi lógica, así que seguiré perdiendo vidas en las zonas chungas y durmiéndome en las fáciles.
Bueno, dormir no me vendría mal porque la última noche fue un absoluto martirio. La cosa no es lo que parece, aunque pintaba bien el nidito de amor que nos habían preparado para nuestra segunda jornada en la India, en un Haveli o antiguo palacio de los comerciantes de la ruta de la seda, la noche resultó un tanto sonada. Tras la habitual bronca a los chicos para que acabasen su concurso de pinos amontonados en el retrete (prefiero no explicar el reglamento) y apagasen sus electronic devices, nos fuimos a dormir, Montse con tapones en los oídos y yo sin ellos. A los cinco minutos comenzó a sonar una megafonía a todo trapo con los grandes éxitos del bollywood, seguidos por una actuación en directo de la banda fiestera del Rajasthan; había una boda en el pueblo y hasta las tres de la mañana fue imposible pegar ojo. Hice el imbécil porque estuve dudando si levantarme e ir a ver cómo es una boda india, que me despierta curiosidad, más aún después de la conversación con Verinder, nuestro guía, quien nos contó que él se casó con su mujer sin conocerla, como hacen el 97% de los indios. Los padres arreglan entre sí el matrimonio de sus hijos por conveniencia y pensando que pueden llevarse bien entre ellos, por ser de la misma casta y por los datos suyos que conocen. A su boda fueron 800 invitados y tras casarse pudo ver por fin a la que ahora es su mujer y madre de su hija. Parece feliz y lo ve todo muy normal, incluso nos ha dicho que lo que peor lleva del matrimonio son los suegros... Qué gente más rara estos indios.
Pues eso, que tanta curiosidad me despertó el tema y la música que no pude dormir y cuando ya lo conseguí, me despertó la hija de mis queridos suegros porque tenía calor y no encontraba el mando del ventilador. Hice de buen marido, encendí el cacharro y volví a dormirme bajo el vendaval, pero por poco tiempo, porque con las primeras luces del día empezaron a chillar como gatos en celo, sobre el tejado de la habitación, media docena de pavos reales enloquecidos. Qué bucólico suena, pero que desagradable es el jodido graznido.  
Total, que hoy pensaba dormir durante el trayecto en la furgoneta, pero ya os he contado que no me fío nada ni del piloto ni del copiloto ni del egoísmo solidario y después de visitar el templo de las ratas que tanto nos han recomendado nuestros amigos Berta y Jose... prefiero no creer en la reencarnación.
Lo peor del tema es que en el trayecto hemos podido cruzarnos con más de diez o doce coches de novios, espero poder dormir algo hoy.




3 comentarios:

  1. Si no puedes con ellos... ya sabes, únete a ellos!!! próximo bodorrio que te cruces te autoinvitas y te tomas unas bailando bolibudiense.

    Y la hija de tus suegros una Santa, que lo sepas, jajajaja.

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  2. Si contado así, parece hasta gracioso. Pero la foto de la paellera con la rata no la pillo...¿ el dinero es para la rata?.
    Y lo de las macetas encima del coche de bodas, tampoco lo pillo mucho.

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  3. Para cuando puedas, una entrada especificando el reglamento ;)

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