Qué placer. Pocas cosas dan tanto placer como dejar vacía una nevera. Los que sois padres de una buena tribu, bien me entenderéis. Cuando al final del fin de semana te encuentras un frigorífico repleto de sobras de toda la semana y decides que no vas a cocinar. Un poco de arroz con tomate, un puñao de espaguetis carbonara, dos cachos de bonito con salsa, medio solomillo a la plancha, una ensalada revenía y mogollón de frutas a punto de enmohecer. La nevera está llena de cacharros y decides sacarlos todos, poner al microondas a trabajar a destajo y le echas un poco de marketing en la presentación: "Hoy chicos, cenamos platos combinados". Un trocito de cada cosa, un mix infumable al más puro estilo vietnamita y de postre un poco de macedonia. El resultado, inigualable, niños contentos y frigorífico vacío, qué más puedes pedir.
Nos educaron así. Lo que te sirves en el plato te lo comes. No se tira la comida. Hay muchos niños que se mueren de hambre y tú no vas a tirar nada a la basura. Llevas toda la vida oyéndolo y eso provoca que te hayas convertido en todo un Diógenes gastronómico, en un papá basura, que antes de tirar cualquier resto de comida a la basura, optas por zampártelo, aunque sea el postre de aperitivo o la carne de postre. La culpa de tu exceso de peso es de las sobras que se dejan tus hijos. Pero bienvenido sea, qué gusto da vaciar despensas, neveras, armarios...Qué bien se come cuando no hay nada de comer y que gusto da volver después de las vacaciones y pasarte una tarde inolvidable de Carrefour, llenando carro, vaciando Visa y renovando fechas de caducidad de las conservas.
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