La crítica literaria siempre ha acusado a este blog de escatológico. Qué esperaban de un panfleto escrito por niños para niños. Caca culo pedo pis caca. Sin embargo en esta ocasión me iba a limitar a hablar de una de esas extrañas aficiones-obsesiones del dominguero castellano, entre los que me encuentro. Algunos van a recoger setas, otros quedan a jugar al mus después de comer, los más son de aperitivo en el bar hablando de fútbol, todavía quedan algunos que lavan el coche a cubos, los más jóvenes optan por la vídeo consola portátil y los de mediana edad intentan ocultar el paso de los años dedicándose al deporte de manera compulsiva.
Pero de todos ellos destaca el currante ruidoso, ese ser que se pasa la semana puteado en la oficina, esperando el momento sagrado del fin de semana para armarse de gasolina, aceite, motosierra o desbrozadora y amargar la existencia a todos sus vecinos. Ese soy yo. Muy de cuando en cuando, pero cuando lo hago, lo hago a conciencia. ¿Habéis probado alguna vez una desbrozadora? es un placer divino, vas avanzando a gran velocidad, liberando al mundo de malezas, arrancando cardos, degollando zarzas y de vez en cuando aniquilando pobrecitas flores sin que tu santa parienta lo vea.
Lo reconozco, soy un enfermo de la motocaca (así se ha llamado siempre en casa) y cuando la arranco no puedo parar hasta que se consume todo el depósito y más allá. Siego delante de mi casa, siego el camino de acceso, siego por detrás, siego por delante, siego las cunetas de la carretera y como un demente poseído avanzo a gran velocidad por todo el pueblo dispuesto a acabar con cualquier mal hierbajo, sea o no vegetal.
En el pueblo ya me conocen y cuando me ven ataviado con mi atuendo de motocaca se encierran en las casas con tapones en los oídos. Y como si de una película de terror se tratara, una silueta con un pañuelo del Sahara Marathon, unas gafas de motocross y una indumentaria cochambrosa, va avanzando de amapola en margarita y de cardo borriquero en ortiga. Pero lo peor de todo es que la historia nunca acaba bien y siempre termino guardando la puta máquina en el garaje, lesionado o cabreado o averiado o demacrado... Aunque nunca con una humillación tan grande como la del último fin de
semana, en el que mi falso altruismo me llevó a desbrozar la maleza del
parque infantil, con tal mala suerte de que entre unos matorrales había
una señora ñorda de uno de los perros del pueblo. La motocaca por fin hizo honor a su nombre y a gran velocidad seccionó en mil pedazos el pastoso excremento, esparciendo por el aire pequeñas gotas de eso que todos conocéis como mierda y que produce un desagradable y oloroso impacto cuando se estrella en minúsculas partículas contra tu cara... Y todavía me duele, todavía me huele.
PD Mi motocaca nada tiene que ver con la de la imagen, que es la utilizada por el Ayuntamiento de París para retirar las boñigas perrunas.
Hachetetepebarrabarra y después lo que quieras poner. Es un título demasiado ambíguo para un blog, demasiado abierto. Pero así es este espacio. Unos días abierto para la alegría, otros para la pena; para la esperanza o el escepticismo; la reflexión o la ironía... Lo que salga de los huevos ¿no?
miércoles, 29 de mayo de 2013
domingo, 26 de mayo de 2013
AMIGO PANINI
Si en cada sobre salieran seis cromos diferentes y tuvieras la infinita suerte de que nunca se repitieran, la colección completa, más el álbum, te saldría por 95 euros. No está mal para un hobby de niño. El problema es que la cosa tiene trampa; el negocio está mucho mejor estudiado de lo que parece; son muchos años de cromos, muchas generaciones que han crecido con la ilusión de completar la colección...Qué utopía.
El señor Panini sabe jugar muy bien con la ilusión de los chavales y desarrolla una estrategia de márketing magistral, para forrarse y vaciar el bolsillo de los desgraciados papás. Lo primero que hace es dosificar la aparición de ciertos jugadores, como siempre se ha hecho, y por mucho que tu vayas una y otra vez al kiosco a comprar sobres, es posible que el portero del Osasuna todavía no haya entrado ni en imprenta, mientras que el defensa "guarro" del Espanyol está repetido en cada sobre. Luego, cuando ya crees que lo tienes todo controlado, empiezan a producir nuevos fichajes o a inventarse categorías (ídolos, súper crack, balones de oro, porterazo, actualización, plus entrenador, amante del linier...) y los noventa euros se duplican o triplican en cuanto te despistas y luego llega la trampa definitiva y te incluyen al final del álbum las "ediciones especiales" y el sobrecito pasa a costar de 1 a 5 euros. ¡Vaya timo, tío Panini!
La otra opción es delegar y dejarte llevar por las artes negociadoras de tu hijo, pero eso supone arriesgar demasiado y que por conseguir a "Lugano, nuevo plus defensa" sea capaz de cambiar un taco de 120 cromos. Es verdad que es una afición tradicional, bonita y sana y que los padres la promocionamos porque nos recuerda nuestra ya lejana niñez con aquello de: "sí le, no le, sí le, sí le... chup, chup, chup".
Pero como tampoco la técnica del trueque consigue llevarnos al objetivo final, siempre tienes que pasar por el clásico de los clásicos, mañanita de domingo en la plaza de Quintana, cambiando, comprando, vendiendo o siendo estafado. Y si ni aún así lo has conseguido, siempre te queda la opción de hacer el pedido final, para lo cual las nuevas tecnologías han dado un buen empujón. Antes mandábamos el precio de los cromos en sellos de correos y ellos te los enviaban, ahora todo queda resuelto en internet en un pispas.
Todo vale con tal de no llegar al final de temporada con un montón de páginas por completar. Así que voy a revisar la lista porque nos queda sólo una semana. Eso sí, en mi próxima vida, me pido Panini.
El señor Panini sabe jugar muy bien con la ilusión de los chavales y desarrolla una estrategia de márketing magistral, para forrarse y vaciar el bolsillo de los desgraciados papás. Lo primero que hace es dosificar la aparición de ciertos jugadores, como siempre se ha hecho, y por mucho que tu vayas una y otra vez al kiosco a comprar sobres, es posible que el portero del Osasuna todavía no haya entrado ni en imprenta, mientras que el defensa "guarro" del Espanyol está repetido en cada sobre. Luego, cuando ya crees que lo tienes todo controlado, empiezan a producir nuevos fichajes o a inventarse categorías (ídolos, súper crack, balones de oro, porterazo, actualización, plus entrenador, amante del linier...) y los noventa euros se duplican o triplican en cuanto te despistas y luego llega la trampa definitiva y te incluyen al final del álbum las "ediciones especiales" y el sobrecito pasa a costar de 1 a 5 euros. ¡Vaya timo, tío Panini!
La otra opción es delegar y dejarte llevar por las artes negociadoras de tu hijo, pero eso supone arriesgar demasiado y que por conseguir a "Lugano, nuevo plus defensa" sea capaz de cambiar un taco de 120 cromos. Es verdad que es una afición tradicional, bonita y sana y que los padres la promocionamos porque nos recuerda nuestra ya lejana niñez con aquello de: "sí le, no le, sí le, sí le... chup, chup, chup".
Pero como tampoco la técnica del trueque consigue llevarnos al objetivo final, siempre tienes que pasar por el clásico de los clásicos, mañanita de domingo en la plaza de Quintana, cambiando, comprando, vendiendo o siendo estafado. Y si ni aún así lo has conseguido, siempre te queda la opción de hacer el pedido final, para lo cual las nuevas tecnologías han dado un buen empujón. Antes mandábamos el precio de los cromos en sellos de correos y ellos te los enviaban, ahora todo queda resuelto en internet en un pispas.
Todo vale con tal de no llegar al final de temporada con un montón de páginas por completar. Así que voy a revisar la lista porque nos queda sólo una semana. Eso sí, en mi próxima vida, me pido Panini.
viernes, 24 de mayo de 2013
EL FILÓSOFO
"Ya llevamos casi doscientos mil años compartiendo vida inteligente y aún no somos suficientemente hábiles para entender lo frágiles que somos cuando atacan desde dentro y revientan los cimientos en segundos..." Yo tarareo la canción "Frágiles" de Ruidoblanco y mi hijo Martín, que escucha muy atento, me mira y dice "Es verdad papá, qué razón tiene la canción" y como padre ansioso que soy (como todos los padres y madres de este mundo) me quedo agobiado pensando en el comentario filosófico del chaval y en quién habrá sido la indeseable que le ha roto el corazón a mi chiquillo. Un padre, por el hecho de serlo, tiene que estar siempre a la defensiva de yernos o nueras que puedan dañar el corazoncito de su retoño.
Ahora en serio, flipo cuando los enanos se ponen filosóficos, sobre todo porque lo hacen muy de mucho en mucho. La siguiente del Tinxo fue en inglés, mientras hacía los deberes el sábado pasado; refunfuñando le escuché decir: "If school isn't a place to sleep, home isn't a place to study"... Debería haberle regañado y castigado, pero me hizo tanta gracia su ocurrencia, que no pude hacer otra cosa que reírme y felicitarle por el certero comentario
Y eso que el chavalillo no estudia todavía la asignatura de filosofía. Su hermano mayor, sí que lo hace y hoy, su profesor, que debe ser un rojo rojísimo, le ha puesto un ejercicio sobre la libertad: les ha pedido buscar una canción o poema sobre la libertad y disertar en torno al concepto. Obviamente me he enfadado muchísimo porque el maestro está intentando adoctrinar a los chavales con conceptos revolucionarios y marxistas, en lugar de hablarles del Espíritu Santo. El caso es que el chico ha hecho un trabajo excepcional sobre el poema "Yo te nombro libertad" de Pagliaro; eso sí, para ello antes ha tenido que pasar por el vergonzante momento de oír a su padre recitando a gritos, algo alterado, como si estuviera en algún mitin de los setenta o en algún concierto del gran Georges Moustaki.
Y puestos a filosofar, ha llegado el pequeñajo y también ha reivindicado sus derechos: "Papá ¿yo cuando voy a hacer la primera comunión?..." Menos mal que su madre ha estado rápida y le ha contestado: "Cuando vayas todos los domingos a misa"... y nos hemos quedado todos en silencio. Filosofando.
Ahora en serio, flipo cuando los enanos se ponen filosóficos, sobre todo porque lo hacen muy de mucho en mucho. La siguiente del Tinxo fue en inglés, mientras hacía los deberes el sábado pasado; refunfuñando le escuché decir: "If school isn't a place to sleep, home isn't a place to study"... Debería haberle regañado y castigado, pero me hizo tanta gracia su ocurrencia, que no pude hacer otra cosa que reírme y felicitarle por el certero comentario
Y eso que el chavalillo no estudia todavía la asignatura de filosofía. Su hermano mayor, sí que lo hace y hoy, su profesor, que debe ser un rojo rojísimo, le ha puesto un ejercicio sobre la libertad: les ha pedido buscar una canción o poema sobre la libertad y disertar en torno al concepto. Obviamente me he enfadado muchísimo porque el maestro está intentando adoctrinar a los chavales con conceptos revolucionarios y marxistas, en lugar de hablarles del Espíritu Santo. El caso es que el chico ha hecho un trabajo excepcional sobre el poema "Yo te nombro libertad" de Pagliaro; eso sí, para ello antes ha tenido que pasar por el vergonzante momento de oír a su padre recitando a gritos, algo alterado, como si estuviera en algún mitin de los setenta o en algún concierto del gran Georges Moustaki.
Y puestos a filosofar, ha llegado el pequeñajo y también ha reivindicado sus derechos: "Papá ¿yo cuando voy a hacer la primera comunión?..." Menos mal que su madre ha estado rápida y le ha contestado: "Cuando vayas todos los domingos a misa"... y nos hemos quedado todos en silencio. Filosofando.
lunes, 20 de mayo de 2013
ESTA EUROPA NUESTRA
Decir que has visto el Festival de Eurovisión debería ser algo vergonzante a mantener en secreto, no sea que algún día alguien te lo eche en cara y tengas que dimitir de tu cargo como vicesecretario de la comunidad de vecinos. Sin embargo, en los tiempos que corren, uno ya no sabe lo que está bien o mal visto; en numerosas ocasiones lo viejo, lo feo, lo cutre... es admirado como rompedor, innovador, atrevido... Si es anticuado, lo puedes llamar vintage y recupera el glamour; si es hortera, puedes decir kitsch y ya no tienes que sonrojarte porque te guste un sofá de skay naranja con terciopelo de leopardo en las orejas.
Eurovisión es todo eso y más, es vintage, kitsch, hipster, friki... repugnante. Por eso me encantó. Recuerdo que mi padre odiaba a Valerio Lazarov porque era el realizador de todo tipo de programas de variedades de los setenta y los ochenta y yo, como buen hijo, heredé ese repudio por los cantantes de playback, rodeados de bailarines afeminados y señoritas despampanantes, a la par que hostiables. Está claro que eso sigue vendiendo porque las teles de los países de este primer mundo siguen apostando por ese formato casposo, donde lo retro vende, incluido el bueno de José María Iñigo.
No sé en qué consiste su atractivo, pero el producto "guayominí" tiene ese efecto morboso que provocan las cosas extremadamente desagradables, que te impide apartar la vista de ellas, aunque sepas que te van a hacer daño en la mismísima conciencia. De un accidente, de un tullido o de Eurovisión, cuesta mucho retirar la mirada para no ver lo que no quieres ver.
También sirve para análisis sociológicos, para ahondar en el infinito límite que el espanto puede dar de sí en cuestión de coreografías, trajes y canciones. También para descubrir algún que otro número de gran valor técnico y estético, en un impresionante despliegue de medios que puede costarle el puesto al capo de Eurovisión, si la Markel ha visto el programa.
Pero, sobre todo, a mí me sirvió para percatarme de lo que es Europa. Resulta que ahora hay muchos más países que cuando yo era pequeño (por cierto, alguno que no está en Europa), pero todos tienen claro que el concepto Europa les importa un cojón, todos están atentos a sus vecinos, a sus intereses estratégicos o comerciales y pasan olímpicamente de la objetividad, de la imparcialidad y por supuesto de la música. Los nórdicos votan a los nórdicos, los del este a los del este, los centroeuropeos a los centroeuropeos y a España... Qué queréis que os cuente de España que no sepáis a estas alturas; tan sólo presentaros a Ryan Dolan y su vídeo representando a Irlanda, para que así entendáis por qué no fuimos los últimos.
Eurovisión es todo eso y más, es vintage, kitsch, hipster, friki... repugnante. Por eso me encantó. Recuerdo que mi padre odiaba a Valerio Lazarov porque era el realizador de todo tipo de programas de variedades de los setenta y los ochenta y yo, como buen hijo, heredé ese repudio por los cantantes de playback, rodeados de bailarines afeminados y señoritas despampanantes, a la par que hostiables. Está claro que eso sigue vendiendo porque las teles de los países de este primer mundo siguen apostando por ese formato casposo, donde lo retro vende, incluido el bueno de José María Iñigo.
No sé en qué consiste su atractivo, pero el producto "guayominí" tiene ese efecto morboso que provocan las cosas extremadamente desagradables, que te impide apartar la vista de ellas, aunque sepas que te van a hacer daño en la mismísima conciencia. De un accidente, de un tullido o de Eurovisión, cuesta mucho retirar la mirada para no ver lo que no quieres ver.
También sirve para análisis sociológicos, para ahondar en el infinito límite que el espanto puede dar de sí en cuestión de coreografías, trajes y canciones. También para descubrir algún que otro número de gran valor técnico y estético, en un impresionante despliegue de medios que puede costarle el puesto al capo de Eurovisión, si la Markel ha visto el programa.
Pero, sobre todo, a mí me sirvió para percatarme de lo que es Europa. Resulta que ahora hay muchos más países que cuando yo era pequeño (por cierto, alguno que no está en Europa), pero todos tienen claro que el concepto Europa les importa un cojón, todos están atentos a sus vecinos, a sus intereses estratégicos o comerciales y pasan olímpicamente de la objetividad, de la imparcialidad y por supuesto de la música. Los nórdicos votan a los nórdicos, los del este a los del este, los centroeuropeos a los centroeuropeos y a España... Qué queréis que os cuente de España que no sepáis a estas alturas; tan sólo presentaros a Ryan Dolan y su vídeo representando a Irlanda, para que así entendáis por qué no fuimos los últimos.
domingo, 19 de mayo de 2013
LA PAELLA VOLADORA
En San Francisco aprendí a hacer paellas, no me quedó más remedio porque todos los amigos reivindicaban su derecho a probar el plato típico de nuestro país. Antes se decía lo de el plato típico por excelencia, pero desde el 75, está mal visto el comentario. El caso es que tirando de recuerdos y de Google, me salieron unas paellas más que decentes para lo poco valenciano que soy.
Es cierto, me identifico muy poco con aquella tierra, pero no porque le tenga manía sino porque nunca ha habido nada que me haya atraído de forma especial. Trabajé durante una temporada en un siniestro pueblo valenciano y quizás eso me marcó, porque fue un año bastante complicado. Insisto en mi falta de argumentos, pero ni me atrae el litoral levantino, ni la ruta del bacalao, ni las fallas, ni la mascletá, ni Rita Barberá, ni Camps, ni Fabra, ni Camilo Sesto, ni Francisco... aunque, eso sí, mantengo grandes amigos (siempre y cuando no lean esto).
Sin embargo, al césar lo que es del césar, y lo cierto es que este país le debe mucho a la paella y a los petardos valencianos y por eso hemos decidido hacer un homenaje, mezclando ambos ingredientes; claro está, que previamente nos calzamos el espectacular arroz de la taberna "Los Brothers", un recomendable garito de buen comer y mejor beber. El resultado de tan curiosa mezcla lo podéis comprobar en este vídeo, que a punto estuvo de costarnos un disgusto, pero que posiblemente consiga el objetivo vital de mi hijo Martín: tener un vídeo en YouTube con tropecientas mil visitas. Yo intento convencerle para que no le quite el sueño... y no precisamente el de morfeo.
PD: Este experimento es peligroso y no debe practicarse en casa. Manténgase la paellera o, mejor dicho, el petardo, fuera del alcance de los niños. En caso de sartenazo consulte a su médico.
Es cierto, me identifico muy poco con aquella tierra, pero no porque le tenga manía sino porque nunca ha habido nada que me haya atraído de forma especial. Trabajé durante una temporada en un siniestro pueblo valenciano y quizás eso me marcó, porque fue un año bastante complicado. Insisto en mi falta de argumentos, pero ni me atrae el litoral levantino, ni la ruta del bacalao, ni las fallas, ni la mascletá, ni Rita Barberá, ni Camps, ni Fabra, ni Camilo Sesto, ni Francisco... aunque, eso sí, mantengo grandes amigos (siempre y cuando no lean esto).
Sin embargo, al césar lo que es del césar, y lo cierto es que este país le debe mucho a la paella y a los petardos valencianos y por eso hemos decidido hacer un homenaje, mezclando ambos ingredientes; claro está, que previamente nos calzamos el espectacular arroz de la taberna "Los Brothers", un recomendable garito de buen comer y mejor beber. El resultado de tan curiosa mezcla lo podéis comprobar en este vídeo, que a punto estuvo de costarnos un disgusto, pero que posiblemente consiga el objetivo vital de mi hijo Martín: tener un vídeo en YouTube con tropecientas mil visitas. Yo intento convencerle para que no le quite el sueño... y no precisamente el de morfeo.
PD: Este experimento es peligroso y no debe practicarse en casa. Manténgase la paellera o, mejor dicho, el petardo, fuera del alcance de los niños. En caso de sartenazo consulte a su médico.
miércoles, 15 de mayo de 2013
EL VIEJO
Los trabajadores mayores son vaguetes, están resabiados, de vuelta de todo, se escaquean, son más caros y son reivindicativos. Los jóvenes, en cambio, se dejan la piel, tienen ganas de aprender, son moldeables y obedientes, son mucho más baratos y su ilusión les impide quejarse. Esto, que parece una broma, es el criterio seguido a rajatabla por la mayoría de las empresas, el mandato de la sociedad capitalista en la que la economía está por encima de las personas.
Pero lo peor del asunto no es que esta teoría la lleven a cabo las compañías privadas, lo realmente grave es cuando ese sin sentido es aplicado por el propio estado, guiado por ese mal llamado liberalismo, y amparado en la imperiosa necesidad de cuadrar sus números y reducir el déficit público.
Hace unas semanas un estúpido ministro japones sugirió que lo mejor que podían hacer los ancianos enfermos de su país era morirse para evitar gastos al estado; en estos días los médicos más viejos de la Comunidad de Madrid han recibido una fría carta de la Consejería de Sanidad jubilándoles irremisiblemente de inmediato, ¡A la puta calle!
Algún gris, inexperto e insensato politicucho, aconsejado por mediocres burócratas, llamados asesores, pero que sólo son palmeros o pelotas, ha hecho un frío cálculo de ahorro, como el que hace el jefe de compras que cambia la marca de papel higiénico para reducir gastos. Es lo que tienen los recursos humanos, que tratan a las personas como cosas y teniendo en cuenta el valor cuantitativo y no el cualitativo.
Y me pongo a pensar en lo ciego que debo de estar yo o lo raro que debo ser, porque cuando voy al colegio a hablar con los profesores de mis hijos, me echo a temblar cuando me topo con alguno jovencito y me tranquilizo cuando veo a un maestro entrado en años. Y cuando trato con un abogado o un asesor o un notario y le pido consejo, me ofrece infinita confianza el criterio de cualquier profesional mayorcito y desconfío de los yogurines. Y cuando voy al médico y aparece un doctor/doctora muy joven, escondo todas mis piezas para que no las toque, no quiero ser su conejito de indias, ni servirle para su aprendizaje... Y así podría seguir con infinidad de profesiones.
Casi siempre, la experiencia es un grado.
Que nadie me malinterprete, no estoy menospreciando a los jóvenes, pero ellos tienen otros valores como la valentía, la ilusión, el ingenio, la creatividad, la mente abierta... son emprendedores y suplen con su energía la falta de conocimiento que otorga la experiencia. Y por supuesto, también hay un montón de profesiones y actividades donde la juventud tiene mucho más que aportar... De hecho, la mía es una de ellas, así que voy preparándome, que cualquier día me llega la cartita.
Pero lo peor del asunto no es que esta teoría la lleven a cabo las compañías privadas, lo realmente grave es cuando ese sin sentido es aplicado por el propio estado, guiado por ese mal llamado liberalismo, y amparado en la imperiosa necesidad de cuadrar sus números y reducir el déficit público.
Hace unas semanas un estúpido ministro japones sugirió que lo mejor que podían hacer los ancianos enfermos de su país era morirse para evitar gastos al estado; en estos días los médicos más viejos de la Comunidad de Madrid han recibido una fría carta de la Consejería de Sanidad jubilándoles irremisiblemente de inmediato, ¡A la puta calle!
Algún gris, inexperto e insensato politicucho, aconsejado por mediocres burócratas, llamados asesores, pero que sólo son palmeros o pelotas, ha hecho un frío cálculo de ahorro, como el que hace el jefe de compras que cambia la marca de papel higiénico para reducir gastos. Es lo que tienen los recursos humanos, que tratan a las personas como cosas y teniendo en cuenta el valor cuantitativo y no el cualitativo.
Y me pongo a pensar en lo ciego que debo de estar yo o lo raro que debo ser, porque cuando voy al colegio a hablar con los profesores de mis hijos, me echo a temblar cuando me topo con alguno jovencito y me tranquilizo cuando veo a un maestro entrado en años. Y cuando trato con un abogado o un asesor o un notario y le pido consejo, me ofrece infinita confianza el criterio de cualquier profesional mayorcito y desconfío de los yogurines. Y cuando voy al médico y aparece un doctor/doctora muy joven, escondo todas mis piezas para que no las toque, no quiero ser su conejito de indias, ni servirle para su aprendizaje... Y así podría seguir con infinidad de profesiones.
Casi siempre, la experiencia es un grado.
Que nadie me malinterprete, no estoy menospreciando a los jóvenes, pero ellos tienen otros valores como la valentía, la ilusión, el ingenio, la creatividad, la mente abierta... son emprendedores y suplen con su energía la falta de conocimiento que otorga la experiencia. Y por supuesto, también hay un montón de profesiones y actividades donde la juventud tiene mucho más que aportar... De hecho, la mía es una de ellas, así que voy preparándome, que cualquier día me llega la cartita.
lunes, 13 de mayo de 2013
EL OWNER
Tengo la destructiva manía de escuchar los anuncios de radio y desmenuzarlos con crueldad. En más de una ocasión he citado algún ejemplo. El otro día me topé en las ondas con uno que no tenía desperdicio: invitaban a acudir a un glamuroso evento denominado, tal como lo dijo el locutor, "Jors reisin expiriens plei tur"... Y se quedó tan ancho. Y yo empecé a desmenuzar con mi primera pregunta existencial: "¿Nos hemos vuelto idiotas?". Primero pensé que se trataba de una artimaña para que sólo acudan al hipódromo los angloparlantes, pero cuando seguí escuchando y vi que daban todos los detalles de las carreras y del contenido del evento, cai en la cuenta de que estábamos ante un nuevo caso de nuestro paletismo hispano, que nos hace ver las cosas de distinto color si están en inglés. No es lo mismo "carreras de caballos en el hipódromo" que "horse racing experience"...¡Por Dios!, en el primero huele a establo y mierda de yeguas, mientras que en el segundo se respira fashion y perfume Channel.
Los que trabajamos en este sector somos todos muy dados a la estupidez del espanglish y soy el primero en reconocer que la mayoría de nuestros proyectos están bautizados en la lengua de "Sespir", pero hay casos que rozan el ridículo, como la tarjeta de visita que me dieron el otro día, de una tal Pepa Pérez, owner de Pepa Group. Nunca he compartido la obsesión que tiene casi todo el mundo por tener título o cargo, lo más pomposo posible, en su tarjeta y, ahora también, en su perfil de redes sociales. Me parto el píloro cuando leo a profesionales autónomos que se autodenominan CEO de su empresa o gente como la tal Pepa, que presume de "owner"; quizás en inglés quede más suave, como la caca de caballo, pero ir presumiendo de dueño, jefe, propietario o puto amo, dice algo malo de tu estilo. Claro, que si le has puesto a la empresa tu propio nombre, ya queda claro cuál es tu style.
Pero qué lecciones os va a dar alguien que trabaja en Last Lap para marcas como Red Bull, Nike o PlayStation y que sufre a diario las correcciones de sus hijos a cada palabro que dice en inglés.
Menos mal que a continuación escuché otro anunció totalmente antagónico, de la refinada marca francesa de perfumes Yves Rocher, que cansada de luchar contra la garrula pronunciación del francés que hacemos en nuestro país, ha dejado de llamarlo "Iv goshé" para decir abiertamente "Ibes Rocher", tal como suena... Y claro, la colonia ya no huele igual, pasa a tener un aire a sobaco campesino del mismo Socuellamos. Lo dejo, me voy con Yoni Guolquer, mai fren...
PD. Al escuchar la voz del locutor, me salía el tono de Constantino Romero y al mirar la cara del campesino, veía a Alfredo Landa. Parte de my life.
Los que trabajamos en este sector somos todos muy dados a la estupidez del espanglish y soy el primero en reconocer que la mayoría de nuestros proyectos están bautizados en la lengua de "Sespir", pero hay casos que rozan el ridículo, como la tarjeta de visita que me dieron el otro día, de una tal Pepa Pérez, owner de Pepa Group. Nunca he compartido la obsesión que tiene casi todo el mundo por tener título o cargo, lo más pomposo posible, en su tarjeta y, ahora también, en su perfil de redes sociales. Me parto el píloro cuando leo a profesionales autónomos que se autodenominan CEO de su empresa o gente como la tal Pepa, que presume de "owner"; quizás en inglés quede más suave, como la caca de caballo, pero ir presumiendo de dueño, jefe, propietario o puto amo, dice algo malo de tu estilo. Claro, que si le has puesto a la empresa tu propio nombre, ya queda claro cuál es tu style.
Pero qué lecciones os va a dar alguien que trabaja en Last Lap para marcas como Red Bull, Nike o PlayStation y que sufre a diario las correcciones de sus hijos a cada palabro que dice en inglés.
Menos mal que a continuación escuché otro anunció totalmente antagónico, de la refinada marca francesa de perfumes Yves Rocher, que cansada de luchar contra la garrula pronunciación del francés que hacemos en nuestro país, ha dejado de llamarlo "Iv goshé" para decir abiertamente "Ibes Rocher", tal como suena... Y claro, la colonia ya no huele igual, pasa a tener un aire a sobaco campesino del mismo Socuellamos. Lo dejo, me voy con Yoni Guolquer, mai fren...
PD. Al escuchar la voz del locutor, me salía el tono de Constantino Romero y al mirar la cara del campesino, veía a Alfredo Landa. Parte de my life.
jueves, 9 de mayo de 2013
LOS DE VERDE
Los de verde son mis hijos. Ya os comenté una vez que tienen cierta debilidad por este color. Siempre llevan alguna prenda de ese tono. No sé de quién habrán heredado tan benemérita costumbre... Los dos mayores sí sufrieron esa tortura psicológica paternal que les obligaba a vestir iguales los domingos, ya fuera para ir a misa o a tomar un helado. Nosotros fuimos a más y llegamos a vestir con la misma ropa a su "hermano" saharaui, Gali, que lo aceptaba con resignación. Como podéis imaginar, a Gali no le llevamos nunca a misa (a los otros tampoco, pero no digáis nada que mi suegra se piensa que sí), pero tuvo que posar en infinidad de fotos de marinerito con Diego y Martín.
De eso se ha librado Lucito, porque los mayores tienen ya bastante crecido el bello púbico como para aceptar semejante cabronada. Ahora ellos deciden su indumentaria, del mismo modo que sus aficiones. Por eso el enano lleva unas botas de Messi que le están dos números grandes y el mediano unos pantalones que le están dos números pequeños. Y por eso Martín dedica buena parte de su tiempo a inventar o descubrir maldades que le enseña al peque.
Sus últimos descubrimientos no están nada mal. Ha comprobado la conectividad entre las tuberías del cuarto de baño y se dedica a llenar de agua el lavabo y a soplar con fuerza por el sumidero superior hasta que salen burbujas por la bañera o el retrete. Obsesionado por los conductos interconectados, también ha descubierto la unión entre boca y nariz y la demuestra con un curioso experimento: se mete los auriculares por los agujeros de la nariz, pone música a todo volumen y abre la boca para que todos oigamos lo bien que canta; es un poco grimoso y asquerosito el tema, pero bastante flipante. Por último y por seguir con los conductos, han empezado a cumplir una norma de educación que les prohibe peerse fuera del servicio; ahora se acercan al baño, abren la puerta, se encorvan hacia adelante, sueltan el recado y salen corriendo. Algo es algo. Ahora tengo que conseguir que entiendan que no basta con dejar dentro el sonido, que lo que más nos molesta es el olor... Su tía, ¡qué guarro soy!.
Otro día os hablaré de sus estudios, aunque como anticipo os diré que Martín, que es bilingüe, saca malas notas en inglés y que Lucio me pide de vez en cuando que le ponga un dictado para mejorar su ortografía; en el último el muy animal escribió "enbergadura"... Ya le expliqué que eso no se escribía todo junto.
De eso se ha librado Lucito, porque los mayores tienen ya bastante crecido el bello púbico como para aceptar semejante cabronada. Ahora ellos deciden su indumentaria, del mismo modo que sus aficiones. Por eso el enano lleva unas botas de Messi que le están dos números grandes y el mediano unos pantalones que le están dos números pequeños. Y por eso Martín dedica buena parte de su tiempo a inventar o descubrir maldades que le enseña al peque.
Sus últimos descubrimientos no están nada mal. Ha comprobado la conectividad entre las tuberías del cuarto de baño y se dedica a llenar de agua el lavabo y a soplar con fuerza por el sumidero superior hasta que salen burbujas por la bañera o el retrete. Obsesionado por los conductos interconectados, también ha descubierto la unión entre boca y nariz y la demuestra con un curioso experimento: se mete los auriculares por los agujeros de la nariz, pone música a todo volumen y abre la boca para que todos oigamos lo bien que canta; es un poco grimoso y asquerosito el tema, pero bastante flipante. Por último y por seguir con los conductos, han empezado a cumplir una norma de educación que les prohibe peerse fuera del servicio; ahora se acercan al baño, abren la puerta, se encorvan hacia adelante, sueltan el recado y salen corriendo. Algo es algo. Ahora tengo que conseguir que entiendan que no basta con dejar dentro el sonido, que lo que más nos molesta es el olor... Su tía, ¡qué guarro soy!.
Otro día os hablaré de sus estudios, aunque como anticipo os diré que Martín, que es bilingüe, saca malas notas en inglés y que Lucio me pide de vez en cuando que le ponga un dictado para mejorar su ortografía; en el último el muy animal escribió "enbergadura"... Ya le expliqué que eso no se escribía todo junto.
martes, 7 de mayo de 2013
EL MÁNAGER
Algunas veces uno es preso de sus palabras y debe arrepentirse en público. Sí, en su día ironicé con cierta malicia sobre el estado civil ideal para ser un buen deportista: "lo mejor es que sean huérfanos y solteros"-dije-. Hoy, que mi hijo ha debutado en competición, participando en el Campeonato de Madrid de Descenso en mountain bike, tengo que salir a enmendar mis declaraciones: "Puede ser bueno que sean solteros, pero de ninguna forma, huérfanos".
Si llegué a aquella conclusión fue a base de sufrir, como mánager, primero, y como organizador, después, decenas de impertinencias, reivindicaciones y meadas fuera del tiesto, por parte de padres y/o novietas de esos potenciales campeones del mundo que no llegaron a serlo por mi supuesta culpa.
Un buen padre debe siempre defender a su hijo por encima de cualquier objetividad, imparcialidad o sensatez. Un buen padre debe apoyar a su hijo en todo lo que hace y presionarle para que haga las cosas mejor. Un buen padre debe proteger a su hijo de los crueles ataques de reglamentos, árbitros y rivales. Un buen padre debe decidir por su hijo para que este no se equivoque y, sobre todo, para que no le engañen... Eso es lo que yo percibía viendo muchos de los partidos de fútbol, baloncesto o petanca de los niños en el colegio, o tratando con deportistas profesionales en las carreras de bicis y motos. El padre anima, chilla, insulta, ataca al árbitro, menosprecia al rival, opina por el chaval, negocia, malmete, desconfía, protesta, amenaza...
Antes de hacer mi broma sobre el estado civil, ya tenía mi ránking de "papás" de deportistas de distintas especialidades y sus afanes de protagonismo robado al hijo. Los hay chupacámaras, biógrafos que escriben libros de autoayuda para criar campeones, pero sobre todo justicieros que defienden a sus churumbeles frente a las injusticias de jueces y cronometradores; de estos últimos recuerdo a uno que se ganó el título honorífico de "campeón del mundo de tiempo intermedio medido por padre". En el otro lado de la balanza sitúo al padre de un gran amigo piloto de motocross que se sentaba a leer el periódico y le decía al chico antes de la salida: "hijo, no corras mucho".
Por eso, la carrera de Dieguillo era más un examen para mí que para el propio protagonista. Ya sabía que él iba a estar a la altura, no se iba a poner nervioso y se iba a empapar al máximo de esa primera experiencia. Es feliz y ha dado la talla, deportivamente no me importa, pero sí como persona. La duda era saber si yo iba a saber estar en mi sitio, si iba a mantener los nervios fríos, sin que él se diera cuenta de que dormía mal, agobiado por un posible accidente; sin empezar a caer en ridículas supersticiones, sin ir de listillo, sin intentar beneficiarle con triquiñuelas y sin hacerle pasar ningún momento de vergüenza de esos de "Dieguitooo, ponte la chaqueta que esta refrescando..."
Es cierto que se pasa mal, que cuando oyes la sirena de una ambulancia piensas que se ha caído él; que cuando vez los saltos y los cortados del circuito te cagas en el organizador; que cuando te cruzas con alguno de los pilotos "bad boys", rezas para que no sea su amigo... Pero en cada ocasión me acordaba de algún padre que me tocó sufrir profesionalmente y me contenía. Al final me limité a darle un buen servicio de manager, llevándole de acá para allá, resolviéndole alguna cuestión logística y dándole toda la información necesaria. A partir de ahí, confianza, mucha confianza para que él elija y decida. Él es el que va en la bici y el que sabe lo que puede o no puede hacer.
El resultado es que el terminó feliz y agradecido y yo orgulloso de él y de haber sabido quedarme en mi sitio, para que nadie le desee huérfano... Aunque quizás la haya cagado escribiendo esta entrada.
PD. Recordarme mañana que os cuente cosillas de los otros dos cafres, que tengo unas cuantas por ahí guardadas...
Si llegué a aquella conclusión fue a base de sufrir, como mánager, primero, y como organizador, después, decenas de impertinencias, reivindicaciones y meadas fuera del tiesto, por parte de padres y/o novietas de esos potenciales campeones del mundo que no llegaron a serlo por mi supuesta culpa.
Un buen padre debe siempre defender a su hijo por encima de cualquier objetividad, imparcialidad o sensatez. Un buen padre debe apoyar a su hijo en todo lo que hace y presionarle para que haga las cosas mejor. Un buen padre debe proteger a su hijo de los crueles ataques de reglamentos, árbitros y rivales. Un buen padre debe decidir por su hijo para que este no se equivoque y, sobre todo, para que no le engañen... Eso es lo que yo percibía viendo muchos de los partidos de fútbol, baloncesto o petanca de los niños en el colegio, o tratando con deportistas profesionales en las carreras de bicis y motos. El padre anima, chilla, insulta, ataca al árbitro, menosprecia al rival, opina por el chaval, negocia, malmete, desconfía, protesta, amenaza...
Antes de hacer mi broma sobre el estado civil, ya tenía mi ránking de "papás" de deportistas de distintas especialidades y sus afanes de protagonismo robado al hijo. Los hay chupacámaras, biógrafos que escriben libros de autoayuda para criar campeones, pero sobre todo justicieros que defienden a sus churumbeles frente a las injusticias de jueces y cronometradores; de estos últimos recuerdo a uno que se ganó el título honorífico de "campeón del mundo de tiempo intermedio medido por padre". En el otro lado de la balanza sitúo al padre de un gran amigo piloto de motocross que se sentaba a leer el periódico y le decía al chico antes de la salida: "hijo, no corras mucho".
Por eso, la carrera de Dieguillo era más un examen para mí que para el propio protagonista. Ya sabía que él iba a estar a la altura, no se iba a poner nervioso y se iba a empapar al máximo de esa primera experiencia. Es feliz y ha dado la talla, deportivamente no me importa, pero sí como persona. La duda era saber si yo iba a saber estar en mi sitio, si iba a mantener los nervios fríos, sin que él se diera cuenta de que dormía mal, agobiado por un posible accidente; sin empezar a caer en ridículas supersticiones, sin ir de listillo, sin intentar beneficiarle con triquiñuelas y sin hacerle pasar ningún momento de vergüenza de esos de "Dieguitooo, ponte la chaqueta que esta refrescando..."
Es cierto que se pasa mal, que cuando oyes la sirena de una ambulancia piensas que se ha caído él; que cuando vez los saltos y los cortados del circuito te cagas en el organizador; que cuando te cruzas con alguno de los pilotos "bad boys", rezas para que no sea su amigo... Pero en cada ocasión me acordaba de algún padre que me tocó sufrir profesionalmente y me contenía. Al final me limité a darle un buen servicio de manager, llevándole de acá para allá, resolviéndole alguna cuestión logística y dándole toda la información necesaria. A partir de ahí, confianza, mucha confianza para que él elija y decida. Él es el que va en la bici y el que sabe lo que puede o no puede hacer.
El resultado es que el terminó feliz y agradecido y yo orgulloso de él y de haber sabido quedarme en mi sitio, para que nadie le desee huérfano... Aunque quizás la haya cagado escribiendo esta entrada.
PD. Recordarme mañana que os cuente cosillas de los otros dos cafres, que tengo unas cuantas por ahí guardadas...
domingo, 5 de mayo de 2013
EL COMEMIERDAS
Para ser un lunes después de un puente, todos estáis esperando que arremeta con ira contra Mourinho, Montoro, Merkel, Mato, Mariano o cualquier otra eme que se me cruce en el camino. Claro está que ni mi mujer, ni mi hijo, ni mi apellido entran en esa pestosa lista, a pesar de sus emes. Tampoco el titular de la entrada pretende insultar a nadie; de hecho es autobiográfico, el perfecto resumen de lo que han sido estos agradables días de puente para un servidor.
Los urbanitas tenemos por costumbre huir al campo, a pueblos casi abandonados, lejos del ruido de la ciudad, en la naturaleza, con pajaritos que pían y ranas que croan, sin guasap ni estrés... sí, así es nuestro pueblo. Bueno, es así por arriba, lo que se dice por encima del suelo, porque por debajo... ¡Uy! por debajo...
Por debajo cruza todo el pueblo, de arriba a abajo, en paralelo al río, una tubería de tubo corrugado de gran diámetro que se detiene en nueve estaciones de via crucis, en cada una de las cuales está instalada una enorme arqueta o alcantarilla que recoge los tubos más estrechos, también corrugados, que van llegando de cada casa; cada uno de esos tubos afluentes descarga sobre el tubo principal, que va ganando cauce hasta llegar a su desembocadura final.
Por un lado esta la red general de alcantarillado y por otro la de desagüe de aguas fluviales, lo que se dice lluvia. La red fluvial suele atascarse con la arena que va llenando las arquetas hasta taponar totalmente la entrada al sifón lateral, de imposible acceso.
La red fecal suele atascarse con rosas y margaritas que los vecinos amorosamente depositan en sus retretes. La limpieza de las primeras se realiza tumbándote en el suelo y sacando a mano o con una paleta toda la arena, lombrices y plasticuchos que puedas y conectando después una manguera a presión que desatasque el sifón. Las segundas son algo más incómodas, porque requieren quitar la tapa grande y pesada de la alcantarilla, bajar abajo con una escalera y sacar con un cubo todas las piedras que atascan el paso de las rosas y, claro, ya que estás allí recoges con el cubo todas las flores que puedes; después, también metes agua a presión, pero con mucho cuidado de que no te salpique en la cara. Se recomienda no realizar esta operación cuando las casas están ocupadas porque las rosas recién tiradas huelen muy fuerte; también es importante no tener ningún enemigo cerca, que pueda tener tentación de cerrar la alcantarilla contigo dentro.
Pues eso, que lo sé todo de urbanización de fluidos, redes de saneamiento y otras guarrerías fontaneriles. Después de dos días de trabajos comunitarios para desatascar todos los desagües del pueblo, he llegado a dos conclusiones: que la mierda, como la muerte, nos hace a todos iguales, y que el año próximo, cuando el alcalde nos convoque para hacer unos trabajillos... Va a ser que tengo mucho lío ese día. Lo siento.
Los urbanitas tenemos por costumbre huir al campo, a pueblos casi abandonados, lejos del ruido de la ciudad, en la naturaleza, con pajaritos que pían y ranas que croan, sin guasap ni estrés... sí, así es nuestro pueblo. Bueno, es así por arriba, lo que se dice por encima del suelo, porque por debajo... ¡Uy! por debajo...
Por debajo cruza todo el pueblo, de arriba a abajo, en paralelo al río, una tubería de tubo corrugado de gran diámetro que se detiene en nueve estaciones de via crucis, en cada una de las cuales está instalada una enorme arqueta o alcantarilla que recoge los tubos más estrechos, también corrugados, que van llegando de cada casa; cada uno de esos tubos afluentes descarga sobre el tubo principal, que va ganando cauce hasta llegar a su desembocadura final.
Por un lado esta la red general de alcantarillado y por otro la de desagüe de aguas fluviales, lo que se dice lluvia. La red fluvial suele atascarse con la arena que va llenando las arquetas hasta taponar totalmente la entrada al sifón lateral, de imposible acceso.
La red fecal suele atascarse con rosas y margaritas que los vecinos amorosamente depositan en sus retretes. La limpieza de las primeras se realiza tumbándote en el suelo y sacando a mano o con una paleta toda la arena, lombrices y plasticuchos que puedas y conectando después una manguera a presión que desatasque el sifón. Las segundas son algo más incómodas, porque requieren quitar la tapa grande y pesada de la alcantarilla, bajar abajo con una escalera y sacar con un cubo todas las piedras que atascan el paso de las rosas y, claro, ya que estás allí recoges con el cubo todas las flores que puedes; después, también metes agua a presión, pero con mucho cuidado de que no te salpique en la cara. Se recomienda no realizar esta operación cuando las casas están ocupadas porque las rosas recién tiradas huelen muy fuerte; también es importante no tener ningún enemigo cerca, que pueda tener tentación de cerrar la alcantarilla contigo dentro.
Pues eso, que lo sé todo de urbanización de fluidos, redes de saneamiento y otras guarrerías fontaneriles. Después de dos días de trabajos comunitarios para desatascar todos los desagües del pueblo, he llegado a dos conclusiones: que la mierda, como la muerte, nos hace a todos iguales, y que el año próximo, cuando el alcalde nos convoque para hacer unos trabajillos... Va a ser que tengo mucho lío ese día. Lo siento.
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