Decir que has visto el Festival de Eurovisión debería ser algo vergonzante a mantener en secreto, no sea que algún día alguien te lo eche en cara y tengas que dimitir de tu cargo como vicesecretario de la comunidad de vecinos. Sin embargo, en los tiempos que corren, uno ya no sabe lo que está bien o mal visto; en numerosas ocasiones lo viejo, lo feo, lo cutre... es admirado como rompedor, innovador, atrevido... Si es anticuado, lo puedes llamar vintage y recupera el glamour; si es hortera, puedes decir kitsch y ya no tienes que sonrojarte porque te guste un sofá de skay naranja con terciopelo de leopardo en las orejas.
Eurovisión es todo eso y más, es vintage, kitsch, hipster, friki... repugnante. Por eso me encantó. Recuerdo que mi padre odiaba a Valerio Lazarov porque era el realizador de todo tipo de programas de variedades de los setenta y los ochenta y yo, como buen hijo, heredé ese repudio por los cantantes de playback, rodeados de bailarines afeminados y señoritas despampanantes, a la par que hostiables. Está claro que eso sigue vendiendo porque las teles de los países de este primer mundo siguen apostando por ese formato casposo, donde lo retro vende, incluido el bueno de José María Iñigo.
No sé en qué consiste su atractivo, pero el producto "guayominí" tiene ese efecto morboso que provocan las cosas extremadamente desagradables, que te impide apartar la vista de ellas, aunque sepas que te van a hacer daño en la mismísima conciencia. De un accidente, de un tullido o de Eurovisión, cuesta mucho retirar la mirada para no ver lo que no quieres ver.
También sirve para análisis sociológicos, para ahondar en el infinito límite que el espanto puede dar de sí en cuestión de coreografías, trajes y canciones. También para descubrir algún que otro número de gran valor técnico y estético, en un impresionante despliegue de medios que puede costarle el puesto al capo de Eurovisión, si la Markel ha visto el programa.
Pero, sobre todo, a mí me sirvió para percatarme de lo que es Europa. Resulta que ahora hay muchos más países que cuando yo era pequeño (por cierto, alguno que no está en Europa), pero todos tienen claro que el concepto Europa les importa un cojón, todos están atentos a sus vecinos, a sus intereses estratégicos o comerciales y pasan olímpicamente de la objetividad, de la imparcialidad y por supuesto de la música. Los nórdicos votan a los nórdicos, los del este a los del este, los centroeuropeos a los centroeuropeos y a España... Qué queréis que os cuente de España que no sepáis a estas alturas; tan sólo presentaros a Ryan Dolan y su vídeo representando a Irlanda, para que así entendáis por qué no fuimos los últimos.
Ves Eurovisión, te tragas Master Chef.....pronto te vemos comprando la revista AR.............nos tenías engañados con Luis LLach, te regalaré el último de Chenoa.
ResponderEliminar"Por cierto, alguno que no está en Europa" ... Diego a ver si dejas de meterte con Inglaterra.
ResponderEliminarChema