Para ser un lunes después de un puente, todos estáis esperando que arremeta con ira contra Mourinho, Montoro, Merkel, Mato, Mariano o cualquier otra eme que se me cruce en el camino. Claro está que ni mi mujer, ni mi hijo, ni mi apellido entran en esa pestosa lista, a pesar de sus emes. Tampoco el titular de la entrada pretende insultar a nadie; de hecho es autobiográfico, el perfecto resumen de lo que han sido estos agradables días de puente para un servidor.
Los urbanitas tenemos por costumbre huir al campo, a pueblos casi abandonados, lejos del ruido de la ciudad, en la naturaleza, con pajaritos que pían y ranas que croan, sin guasap ni estrés... sí, así es nuestro pueblo. Bueno, es así por arriba, lo que se dice por encima del suelo, porque por debajo... ¡Uy! por debajo...
Por debajo cruza todo el pueblo, de arriba a abajo, en paralelo al río, una tubería de tubo corrugado de gran diámetro que se detiene en nueve estaciones de via crucis, en cada una de las cuales está instalada una enorme arqueta o alcantarilla que recoge los tubos más estrechos, también corrugados, que van llegando de cada casa; cada uno de esos tubos afluentes descarga sobre el tubo principal, que va ganando cauce hasta llegar a su desembocadura final.
Por un lado esta la red general de alcantarillado y por otro la de desagüe de aguas fluviales, lo que se dice lluvia. La red fluvial suele atascarse con la arena que va llenando las arquetas hasta taponar totalmente la entrada al sifón lateral, de imposible acceso.
La red fecal suele atascarse con rosas y margaritas que los vecinos amorosamente depositan en sus retretes. La limpieza de las primeras se realiza tumbándote en el suelo y sacando a mano o con una paleta toda la arena, lombrices y plasticuchos que puedas y conectando después una manguera a presión que desatasque el sifón. Las segundas son algo más incómodas, porque requieren quitar la tapa grande y pesada de la alcantarilla, bajar abajo con una escalera y sacar con un cubo todas las piedras que atascan el paso de las rosas y, claro, ya que estás allí recoges con el cubo todas las flores que puedes; después, también metes agua a presión, pero con mucho cuidado de que no te salpique en la cara. Se recomienda no realizar esta operación cuando las casas están ocupadas porque las rosas recién tiradas huelen muy fuerte; también es importante no tener ningún enemigo cerca, que pueda tener tentación de cerrar la alcantarilla contigo dentro.
Pues eso, que lo sé todo de urbanización de fluidos, redes de saneamiento y otras guarrerías fontaneriles. Después de dos días de trabajos comunitarios para desatascar todos los desagües del pueblo, he llegado a dos conclusiones: que la mierda, como la muerte, nos hace a todos iguales, y que el año próximo, cuando el alcalde nos convoque para hacer unos trabajillos... Va a ser que tengo mucho lío ese día. Lo siento.
Imagino la escena, tipical spanish... El Diego metido en la alcantarilla, con una braga del Sahara maratón en la jeta, gafas de motocrós y casco de bici. Y desde arriba tres o cuatro desocupados, sabedores todos ellos del procedimiento a seguir, con las manos a la espalda dando su sabia opinión. "Está claro que así no es", "Diego más a la derecha", "no, no, así no", "cuidado no te resbales", etc, etc.
ResponderEliminarPara la próxima mejor te presentas tu a alcalde, y convocas a los sabios para meterse en la cloaca. O contratas a un profesional, casi mejor...
Y como hay mucho incrédulo/incrédula, tenemos una serie de instantáneas que dan buena fé, de lo que cuentas cuña. Ese hombre pala en mano, sacando "no se qué" de la alcantarilla y un corrito a su alrededor comentando la hazaña y decidiendo donde tomarse la primera cañita, que muy diurética y hay que probar si el trabajo esta bien realizado.....¡¡ prueba superada¡¡
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