España entera ríe la gracia de su pícaro del momento. Apenas
he oído adjetivos recriminatorios o inculpatorios dedicados a este mequetrefe.
Incluso los medios aprovechan lo anecdótico del caso para hacer crónicas de sus
excesos como si estuvieran hablando de las fechorías de cualquier vividor de
prensa amarilla.
Sí, ya que no
lo oigo, seré yo el que lo diga, el pequeño Nicolás es un ser repugnante, de
aspecto, de valores, de principios y de hecho…R-E-P-U-G-N-A-N-T-E. Aunque sea
sólo un chaval y posiblemente una víctima de un entorno o una educación mal
llevada, no puedo más que menospreciar y despreciar lo que ese personaje
artificial supone y significa. No nos dejemos manipular por la parte graciosa y
esperpéntica de la información, impidamos que una vez más los episodios de
corrupción queden desenfocados para que veamos a un sujeto y no captemos el
fondo.
En los sobres que Bárcenas daba a Rajoy y compañía, lo de
menos es saber si estos los declaraban o no en su IRPF; en los millonazos no
declarados por los Pujol preocupa más la procedencia que el pago a Hacienda; en
el pastizal que el PP pago por la reforma de su oficina, poco importa que sea
dinero B escapado del fisco; y en el caso de niñato FAES igual me da si se
hacía selfies con los políticos o se colaba en las galas. Lo realmente grave de
toda la corruptela en la que estamos inmersos no es su aspecto formal sino su
fondo, el verdadero porqué de todas esas operaciones, la procedencia del
dinero B y para qué se pagaba.
El dinero de los sobres o el de Oleguer, Jordi y compañía,
el de la sede de Génova o el del chalet del Viso viene siempre de oscuras
aportaciones de empresas, constructoras en su mayoría, que compran políticos a
cambio de concesiones. Ahí es donde los jueces deben tirar del hilo, no en si
pagaron o no impuestos (que también), y empezar a desenterrar contratos,
concursos amañados, comisiones multimillonarias, amiguismos bien pagados.
Porque el global de los mortales tiene muy clarito que los sobres, las cuentas
de Andorra y las oficinas de los corruptos son el pago de favores
inconfesables.
Por eso todo el fenómeno del niñato Nicolás no sólo no me
hace gracia sino que me provoca asco y nauseas porque resume ese estilo de país
podrido que tenemos en el que unos cuantos se hacen de oro a costa de esa
virtud no estudiada en ninguna universidad de rodearse de politicuchos con
bolsillos grandes. Enfoquemos la realidad.
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