Con la duda existencial de si será el ébola o el Estado Islámico quien acabe con mi existencia, sigo, como todos los españolitos, con inquietud y cierta ironía las noticias que hierven y se derraman a cada minuto. La verdad es que ya estaba algo agobiado antes del verano, cuando las informaciones que llegaban de África eran poco alentadoras. Leyendo varios informes de expertos y noticias sobre la expansión de la pandemia llegué rápido a la conclusión de que aquello iba en serio y que no era tan sólo una operación de marketing y ventas de las grandes farmaceúticas, como lo habían sido la gripe aviar y las vacas locas. También, y a pesar de que el contagio no es tan fácil como parece, entendí lo que significa un efecto viral y como el gusanito se va multiplicando y expandiendo con más velocidad que un selfie de Jesulín de Ubrique duchándose en Facebook.
Y como ocurre en todas estas cosas cuando los afectados son de piel oscura y viven en esos países pobres que están siempre en guerra, deduje que el problema no se iba a tomar en serio y a atajar hasta que las víctimas no fueran blanquitos con nombre y apellidos, familia, casa en el pueblo e incluso mascota. Por eso suspiré cuando escuché en el Telediario que había algún infectado americano, al igual que cuando me enteré de que los de EI estaban decapitando a periodistas anglosajones. No me malinterpretéis, no me alegro por eso, lo veo lamentable, condenable y tristísimo, pero pensé que a partir de ese momento se tomarían medidas para atajar ambos problemas, tan distintos y tan similares, tan complejos y tan acuciantes.
Y así fue y así será. La OTAN, la OMS, el Pentágono, la Casa Blanca y hasta La Moncloa, se han puesto de una vez por todas manos a la obra para acabar con el enemigo exterminador que viene del sur y de oriente. No hace falta que os cuente que la vida no vale lo mismo en Liberia que en Cambridge, en Siria que en Phoenix, en Lagos que en Alcorcón. Y que la lesión de un surfista en el Estrecho siempre será más relevante que el hundimiento de la enésima patera en el mismo sitio. Vergonya. Así que esto no deja de ser una buena noticia para la humanidad porque mientras los periodistas
exprimen el morbo y las redes sociales afilan su irónico sadismo, Ana Mato, el consejero Rodríguez y el mismísimo Obama nos salvarán
Había pensado limitarme a escribir el listado de nombres de fallecidos en Sierra Leona o Guinea o Liberia, que son ya más de 3.500 y aunque suene a demagógico, cada uno es un ser humano, con sus ilusiones, sus preocupaciones, sus amigos, sus amores... aunque pobre y negro. Sólo el sábado pasado murieron en Sierra Leona 121 personas; pero eso fue el sábado, cuando todavía estaba todo controlado y habíamos conseguido que el mal no saliera de África. Qué tranquilidad.
También os iba a dar los nombres de los infectados y fallecidos por legionella en Sabadell, pero esto tampoco vende, son viejos, que les den... Eso sí al perro ni tocarlo, pobre animal, salgamos todos en manifestación, seamos solidarios, cambiemos este mundo insensible y cruel. ¡La que tenemos liada, qué no punda el cánico!
Que Ana Mato nos va a salvar???
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