La profesionalidad y la excelencia nunca se midieron en segundos o minutos, por mucho que se empeñen las empresas, los ejecutivos y el sistema capitalista en medir la eficacia de los trabajadores en términos temporales; eres bueno si contestas los mails en unos segundos, si estás disponible las 24 horas del día y las 24 de la noche, si haces informes a gran velocidad.
El conocimiento no es buen amigo del cronómetro, por mucho que los colegios, los profesores y los sistemas académicos se empeñen en medir las capacidades de los alumnos en agobiantes exámenes contra reloj; apruebas si consigues contestar más de la mitad de las ochocientas preguntas del examen en el tiempo récord de 45 minutos.
Y si no eres de esos, no vales, no sabes, no sirves... Aunque muy posiblemente estés mucho más preparado, conozcas la materia mejor que los más veloces y tengas la cabeza mucho mejor amueblada que la media. No existe examen o prueba de acceso que valore la serenidad, el sentido común, la comprensión, la creatividad o la empatía. Tanto en la empresa como en la escuela buscamos el mismo prototipo, tipos disciplinados, rápidos y silenciosos, con capacidad para aprender de memoria, que no cuestionen las órdenes ni los sistemas...
En semana de evaluación, cada vez que llega el niño a casa, la primera pregunta es: "¿te ha dado tiempo a acabar el examen?" y la respuesta es siempre la misma: "no, me he dejado dos o tres preguntas". Ante tan incoherente situación siempre nos impregna la indignación, acabamos protestando en el colegio y también allí encontramos una respuesta recurrente: "Es que en la selectividad el tiempo es muy importante y les tenemos que preparar para esos exámenes".
Pues mire, señor colegio, yo llevo a mi hijo a aprender, a educarse, a desarrollar sus aptitudes, a minimizar sus errores, a formarse, a socializarse, a adquirir conocimiento y a ser mejor persona, y ese debe ser el objetivo de todas y cada una de las muchas horas que el niño pasa en el centro (no cuento las más de diez horas semanales de deberes) y la selectividad, la revalida o las pruebas de acceso a la Universidad deben ser una mera consecuencia de ese trabajo bien hecho, pero nunca un objetivo único.
Si un niño estudia inglés es para saber inglés, para desenvolverse en los viajes, hablar con amigos, relacionarse profesionalmente y ser más libre en un mundo global. Mi hijo tiene la suerte de tener todo eso ya adquirido, pero eso no significa que esté preparado para superar el examen contra reloj que algún insensato insensible impuso hace mucho como sistema de medición y evaluación.
Lo malo del tema es que la mayoría de la gente no comparte mi opinión y los papás piden en el cole que les pongan más deberes, que les exijan más, que suban el nivel para que cuando lleguen al mundo laboral sean los más rápidos de los tiburones.
Qué pena de mundo veloz y fugaz, pronto la eyaculación precoz será un valor en alza.
Once more me gusta.
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Totalmente de acuerdo, el problema es cuando llegas a la vida laboral donde "el tiempo es oro" cuando se presenta un problema y se ha de solucionar para ayer porque retrasarse supone una pérdida, lamentablemente esta cadena es imparable y por donde cortamos?
ResponderEliminarEn ningún test de inteligencia, te hacen escribir un poema que haga llorar o cantar una canción que ponga los pelos de punta o pintar un cuadro en el que se te disparen las emociones...................noooooooo ¡¡¡ en este mundo eres inteligente, si te sabes de memoria 5 teoremas , 56 capitales y todo eso sin cometer una sola falta de ortografía. Así nos va......
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