La semana pasada recibí un mail que me dejó impactado y que todavía me provoca cierto escozor de conciencia. Venía de Avaaz, la organización internacional que muchos conocéis y que desde hace tiempo sigo. En su última campaña de sensibilización y movilización a través de la red, lejos de reivindicar derechos o exigir acciones de los gobernantes, llamaban a sus seguidores, en un dramático mail, a parar el ébola de forma activa, apuntándose de voluntarios para viajar a Liberia o Sierra Leona y combatir directamente la pandemia.
En su llamamiento, encabezado por varios de los responsables de Avaaz, con nombres y apellidos, pedían, en primer lugar, médicos o asistentes sanitarios voluntarios, pero también cualquier persona con un mínimo de voluntad y fortaleza psíquica para ayudar a cualquier labor logística. También pedían saber inglés. Doy los detalles para tranquilizar las conciencias de los que no son médicos, no son fuertes o no saben inglés.
Con los conocimientos básicos de un consumidor de ébola a través de los medios informativos, me acojoné, en primer lugar, y después me rendí ante la valentía de esa gente, ellos sí que son solidarios. ¡Vaya huevos!, yo soy incapaz y, aunque quisiera, sería una irresponsabilidad frente a los míos (esa es una buena excusa ¿verdad?). Después hice un seguimiento del tema con cierto escepticismo y volví a creer en la raza humana cuando me enteré de que ya se habían apuntado casi 4.000 personas, con más de 200 médicos entre ellos e incluso supe de un conocido que ya estaba rumbo a África para ayudar.
Cuando aquí estamos a punto de pasar página de este episodio para seguir hablando ya de otras noticias más frescas, porque la enferma se nos ha curado, no hay nuevos contagios, el perro ya es historia y no ha habido la más mínima dimisión, en el mundo sigue habiendo gente con lo que hay que tener y, sobre todo, con verdadero aprecio a sus congéneres hasta el punto de poner en riesgo su vida por salvar la de los demás, porque no creo que la mayoría de ellos lo haga por el egoísmo de evitar que esto nos alcance.
A raíz de ese shock pensé que había llegado el momento de hacer algo,
aunque sólo fuera idear algún tipo de acción para recaudar fondos o
tratar de ayudar, pero en ese momento me llamaron para una reunión de
trabajo y después me fui a recoger a los niños y a cenar con unos
amigos, lo normal. Y con esto ni me fustigo por no ir, ni acuso a nadie por no atreverse, simplemente hago un reconocimiento, sombrero en mano y en genuflexión, en agradecimiento a esos valientes altruistas.
Después recordé la frase que tanto me gusta y que siempre olvidamos: "Solidaridad es compartir lo que tienes, no lo que te sobra". Aunque sea la vida misma...
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