No lo puedo negar, me gusta el fútbol. Unos días más que otros. De hecho no tenía ninguna intención de escribir hoy hablando de este tema, pero es que no pensaba ir al partido, no esperaba sentarme al lado de Mourinho y mucho menos contaba con sacar algo positivo de ese estadio, así que estoy crecido.
Y es que cuando faltaba una hora para el partido, mi hijo Diego me ha dicho: "Papá, he acabado los deberes, ¿nos vamos al fútbol?." Y ante tanta insistencia he cogido pitando las bufandas del Espanyol y hemos salido por la puerta dispuestos a ir andando al Bernabeu; realmente íbamos buscando un taxi, pero no ha aparecido por ningún sitio y andandito andandito hemos llegado reventados, pero a tiempo y sin gastar un euro. Vamos a comprar la entrada y se nos abalanza un matrimonio que nos ofrece a mitad de precio sus dos abonos, justo en la primera fila del campo, con riesgo de que te den un balonazo. Sospechamos que pueda ser una trampa, tomamos precauciones y allí estamos, sentados al lado de Mourinho, oyéndole gritar a Arbeloa, insultar al árbitro, falar portugués...
También oímos los insultos del de detrás, el de al lado y el de 67 filas más atrás, que se sienten maltratados por el árbitro. A mi me maltrata mi vecina japonesa que no cesa de hacer fotos malísimas con el I-Phone y que cada vez que la coge Ronaldo grita ¡Cristianooooo! El fútbol se ve muy mal desde tan abajo, pero ves lo atletas que son los futbolistas, por mucho que se diga lo contrario, oyes los gritos del banquillo y de los propios jugadores e incluso llegas a oler su sudor, mezclado con el puro del abuelo de detrás que se va a morir sin ver a su equipo ganar otra Liga. Bueno, eso también me pasa a mí y no soy tan viejo.
Entre tanto Diego saca la camiseta de Jarque en el minuto 21 pero se ríen de él, después se reprime para no celebrar muy efusivamente nuestros goles y escucha con resignación las prepotentes predicciones agoreras del descanso: "Chaval, ahora os van a caer siete". Al final, a falta de taxis, nos volvemos de nuevo andando, contentos porque hemos hecho ejercicio, hemos ahorrado mucha pasta y ya somos penúltimos, con una ventaja de un punto sobre el colista.
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