martes, 9 de abril de 2013

MIS QUERIDOS MUERTOS

Dice aquel que hasta que la muerte nos separe. El otro decía que nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir. Aunque no deja de ser una visión un tanto optimista, lo cierto es que la muerte lo cura todo y en ese jodido momento todos deberíamos ser iguales; se acaba el asunto, seas rico o pobre, brillante o mediocre, bueno o malo, perico o culé, te espera el mismo futuro. Y ahora es cuando te crees que yo te voy a contar como es ese futuro... No, hombre, no, el final del cuento lo pone cada uno a su gusto, tú creerás que luego hay angelitos que te mecen las nubes mientras escuchas gregoriano; él dirá que hay una sala de espera en la que te sientas junto a Bárcenas, Pepiño, Iñaki, Correa y compañía y de ahí te van mandando al fuego eterno; ella pensará que según la cascas, pasas el túnel y te reencarnas en Encarna Sánchez o en Betty Missiego o incluso en cabra de la legión; y otros pensamos que la maquinaria se queda en reposo, apagada, en silencio, en blanco, en negro, en nada, no es, no está, na de na...
Sea donde sea que acaba el cuento, dicen que todos acaban igual, y ya me jode. Primero porque llevo toda la vida escuchando decir a diversas religiones que en el más allá cambiarán las cosas, habrá justicia, los últimos serán los primeros y todos esos mensajes tan igualitarios que me parecen súper coherentes si los intentáramos aplicar aquí, antes de que te chamusquen o te pongan ese cacho losa encima. La mayoría de las creencias son autocomplacientes con la muerte. Tú tranquilo, aunque estés con el agua al cuello, si luego tendrás una segunda vida mucho mejor... Y como no vuelve nadie a protestar...
Pero, sin necesidad de ponerse metafísico, mi mensaje hoy es que no todos los muertos son iguales, porque tampoco todos los vivos lo somos. Siempre existe ese pactado respeto que obliga a despedirse de cualquier ser humano destacando sus virtudes y escondiendo sus defectos en los rincones del ataúd, pero hay momentos en que surgen casualidades que obligan a la comparación. Ya me había roto los esquemas que la noticia del cuarenta aniversario de la muerte del genio Pablo Picasso fuese eclipsada por el fallecimiento de Sara Montiel, símbolo de un arte cuando menos "distinto"; pero lo que ya me ha creado un conflicto de sentimientos es la desaparición simultanea de dos seres tan antagónicos como Margaret Thatcher y José Luis Sampedro, una, ejemplo de poder, soberbia y sectarismo, y el otro, humilde representante del compromiso, la igualdad y la solidaridad. Yo sí que tengo muertos preferidos. Ojalá existiera el cielo y el infierno, para coincidir con ellos... Da igual dónde.

2 comentarios:

  1. Deseo concedido: te toca la eternidad en la habitación de al lado de Sara Montiel, la del otro lado es la de Pedro J. Por cierto, Luis LLach y Lori Meyers están en otro piso y no te dejan moverte....en eso consiste el infierno.

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  2. Pues yo espero que nada mas cascarla, lo primero que vea sea un gran cartel con letras luminosas, que diga: "TABERNA LOS BROTHERS"

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