
Es de sentido común que no hay que hacerse un análisis el 26 de diciembre porque uno corre el riesgo de que sus valores estén algo alterados por las catorce cañas del aperitivo-comida-merienda del sábado, por la incalculable cantidad de vino blanco, seguido de vino tinto, seguido de cava, seguido de Gin Tonic; vamos, que no descarto que tenga por lo menos un 4% de sangre en el alcohol que corre por mis venas. También es bastante posible que el ácido úrico, el colesterol, el clembuterol, la glucosa, la testosterona y el hematocrito estén tan pasados que pueda abastecer durante toda una temporada a medio Tour de Francia. Langostinos, besugo, centollo, pavo, foie, berberechos, turrón, polvorones están aun peleando en mi abdomen cogiendo número para ser atendidos por cada una de las glándulas o repugnantes órganos que ahí dentro habitan. Lo dicho, es de sentido común no hacerse análisis ni subirse a una báscula el día de San Esteban, pero es que uno carece de ese tipo de sentido.
Es curioso pero las enfermeras estaban comentando con cierto retintín que las fiestas y las comilonas sientan muy bien a todo el mundo porque tenían vacía la consulta. Es lo bueno de las fiestas, que sirven para olvidarse de los dolores y las penas y tomarse la vida con un poco más de cachondeo. Como el invidente que nos deseó suerte tras vendernos el cupón en el bar de las catorce cañas: "A ver si nos toca y nos cogemos un buen ciego". Por cierto, no he mirado si ha tocado... pero por si las moscas voy a ir enfriando las cervezas.
Te pido por favor que publiques los resultados de ese analísis. Luego,la deopresión y la hipocondria, es más facil de llevar entre todos.
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