martes, 13 de diciembre de 2011

MI BICICLETA

Mi bici es una Manitou de doble suspensión de los años noventa. Era una edición limitada, me costó una pasta y es preciosa. Ahora funciona bastante mal porque los amortiguadores se han agarrotado y porque su usuario principal ha pasado a ser esta panda que tengo en casa.
El domingo, como es habitual, Lucio se puso su casco y se subió a su bici; Martín se calzó sus zapatillas de pedales automáticos y se subió a la bici de Montse; Dieguillo se calzó su escayola y se subió en MI BICI. Según le vi, le metí un grito para que dejase la bici, no por ser mía sino porque no me parecía el ejercicio más apropiado para rehabilitar un pie roto. Como en todos mis consejos / órdenes entró en acción el radar antipadres que impide que nada de lo que digas llegue hasta el interior del oído. Se queda todo pegado en el cerumen. De hecho, cada vez que alguno de mis hijos se limpia las orejas con un palillo de bebé o también llamado palillo Johnson & Johnson, lo cojo de la papelera y analizo la amarillenta cera para leer "Apaga ya la Play...Ven a cenar... No digas tacos... Baja el volumen de los cascos... QUE BAJES EL VOLUMEN DE LOS CASCOS... Te importa apagar ya la tele... No cojas la bici que estás escayolado..." La verdad es que nunca entendí como se le puede poner un nombre así a una marca de palitos de oídos. Siempre he pensado que si hago una empresa con alguno de mis hermanos, nunca se me ocurriría llamarla Muñoz y Muñoz.
El caso es que el Muñoz escayolado, con su oreja taponada por el cerumen, cogió MI BICI y salió como un cohete a buscar a sus amigos, mientras su sufrido padre tenía que resignarse a montar en una vieja BH que le regalamos a Gali, nuestro chaval saharaui, cuando tenía 10 años. Imaginad la escena del niño en una bici a la que casi no llega y el padre "encogío" que en cada pedalada se rozaba los sobacos con las rodillas. Pues pasó lo que tenía que pasar, que en la tercera pedalada al del cerumen se le soltó un pie de los pedales y se metió una bofetada espectacular. Mientras se retorcía de dolor en el suelo, pensé en rematarlo con tal de no volver a vivir aquellos grandes momentos en el hospital. Pero no me dio tiempo. En un segundo pasé de asesino a víctima.
-"A quién se le ocurre hacer carreritas con el niño escayolado" -gritó Montse.
-"Si me he caído por la mierda de los pedales automáticos que llevas en la bici" -se excusó Diego-.
-"Es verdad, a ver si cambias esos putos pedales, dan todo el asco" -remató Martín.
Lo siguiente fue que mi primogénito me exigió que le arreglase MI BICI, que se había desajustado, para seguir su camino hacia casa, mientras yo volvía con mis rodillas sobaqueras reflexionando: "Quién me manda a mí ponerle pedales automáticos a MI BICI y obligarle al pobre niño escayolado a subirse en ella y pedalear a toda leche hasta darse un tortazo..." ¡Padres!

PD. Ayer no escribí nada porque volví a recaer del mal de Madina.

2 comentarios:

  1. ¿ Se puede tener morro? Vamos, que a la bici se le han agarrotado los amortiguadores, porque la estan usando unos niños que, a lo sumo Diego Junior, puede pesar 45 kilos. Nada que ver, claro esta, con la presion de los 95 kilos del dueño de la carisima Bici...... ¡manda pedales¡ ( por no decir otra cosa).

    ResponderEliminar
  2. De repente Diego vuelve a montar en bici, ( aunque tampoco es que fuera antes un loco de la MTB), le empieza a apasionar la caza, fuma puros, alguien asegura haberlo visto con un jersey de pico de color lila, ¿qué será lo próximo?

    ResponderEliminar