En estos tiempos en los que sólo importa la economía, voy a aportar una sencilla idea para ahorrar un buen puñado de millones (varios centenares). Una única medida que mejorará nuestra economía, salvará vidas de ciudadanos españoles y tendrá unos efectos colaterales infinitamente positivos. Hoy se cumplen diez años de presencia española en el país de las guerras. Hace una década que fuimos allí a salvar el mundo, a redimir a las víctimas del 11S, a encontrar a Bin Laden, a liberar a la mujer afghana, a acabar con los malísimos talibanes y a seguir esa moderna cruzada por la democratización global.
El resultado conseguido hasta ahora es poco menos que nefasto. La política desarrollada por la OTAN y dirigida desde la Casa Blanca ha dado más fuerza y legitimado a los señores de la guerra. Los criminales que han sembrado el terror en los últimos 30 años siguen teniendo las llaves de la principal fábrica de heroína del mundo, que defienden con el poder de sus armas, pero ahora sus movimientos mafiosos están amparados porque son parlamentarios o incluso ministros del gobierno de Karzai. Las mujeres siguen privadas de sus derechos más fundamentales, siguen siendo humilladas, raptadas, maltratadas y asesinadas. Las tropas de intervención han pasado de bienvenidas a odiadas. El pueblo afghano ve con amargura como el hermano mayor que venía a ayudarle, se ha aliado con sus opresores y sigue una política sin rumbo basada en bombardeos indiscriminados que siguen dejando miles de civiles muertos. Muchos de ellos se ocultan, se nos dice que son activistas, terroristas, talibanes y sólamente en los casos más escandalosos se reconocen los errores de la fuerza internacional.
Obama, que iba a cambiar esa triste trayectoria iniciada por el criminal Bush, está haciendo méritos para ser juzgado en el mismo tribunal; será el de la historia porque el de La Haya nunca podrá aspirar a tal honor. Sin ser capaz de cerrar Guantánamo y asediado por la crisis, la caza de Bin Laden a la americana, no ha sido suficiente para respaldar su gestión. El premio Nobel de la paz se tambalea por culpa de la guerra, ¡qué curioso!. Ahora está en la encruzijada de seguir allí pese al rechazo popular y el enorme coste económico o regresar ante el cabreo de la industria armamentística y de las familias de los cientos de marines muertos para nada. Una solución sería retirar las tropas y filtrar, así por casualidad, la foto del cadáver de Bin Laden. Eso le daría fuerza en aquel país.
Y nosotros ¿qué? Fuimos a ayudar al jefe que nos lo pedía, después ampliamos la presencia para contrarrestar la salida de Iraq; se decoró la decisión con populismo diciendo que una era una guerra y la otra una acción humanitaria. El resultado son ciento y pico soldados españoles muertos y millones de euros tirados a la basura.
Hoy, cuando se cumplen diez años de invasión, he terminado de leer el apasionante libro de Malalai Joya: "A woman among warlords". La activista que se jugó la vida enfrentándose a los señores de la guerra pidiendo su expulsión del parlamento, cuenta como fue ella misma la expulsada de las instituciones. Un crudo relato sobre las guerras afghanas que han asolado el país durante décadas, contra los rusos, entre los señores de la guerra, con los talibanes... muchas fases con el mismo resultado, el sufrimiento del pueblo y la discriminación de la mujer. Ahora su trabajo se centra en pedir la salida de las tropas internacionales para intentar que sean los propios afghanos quienes allanen su futuro hacia una sociedad más justa y en paz. Es tan contundente su relato que al terminarlo me he visto obligado a tres cosas: mandarle un mail de apoyo, enviar una donación a una asociación de mujeres afghanas y escribir esta humilde entrada para ayudar a difundir el mensaje, ¡Salgamos de Afghanistan!
Sé que alguien me tachará de demagogo pero tengo una máxima muy obvia: La paz no se consigue con guerras.
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