En el 2003 se puso en marcha la curiosa iniciativa "Decir la verdad al poder" cuyo objetivo era «despertar las conciencias del mundo y dar a conocer la labor solidaria que personas de las más diversas partes del globo han realizado en defensa de los Derechos Humanos y en contra de sus violaciones». El libro resultante y que tengo la suerte de tener, es muy interesante y recoge testimonios de prestigiosos activistas por la justicia y los derechos humanos. Entre ellos había un español de excelente reputación internacional: Baltasar Garzón.
Ese mismo juez "estrella" y ahora estrellado, fue el que luchó con todas las armas legales contra el terrorismo de ETA; el mismo que dirigió la liberación de Ortega Lara en su recóndito zulo de una nave industrial; el que hizo caer al gobierno socialista por exceder los límites legales en la lucha contra el terror a través del siniestro GAL; el que desenmascaró el narcotráfico; quien llevó un poco de esperanza a los dolidos corazones de los chilenos con la persecución al asesino Pinochet; el que pretendía enfrentarse a la mismísima Casa Blanca por sus atrocidades en Guantánamo... Todo ello le generó una aureola de gladiador, de valiente, pero también de hombre-espectáculo, rodeado siempre de polémica.
Pero su empeño por decirle la verdad al poder acabó mal. Hasta ahí podíamos llegar, cuando osó honrar a las víctimas del Franquismo desenterrando ese temido fantasma de la memoria histórica chocó de frente contra el muro del inmovilismo más retrógrado y cuando tuvo el descaro de tirar más de la cuenta de esa oscura red de financiación de Correa y sus secuaces, temblaron las catacumbas que unen ambos lados de la calle Génova.
Ahora, el juez espectáculo se somete al juicio espectáculo, al linchamiento judicial y mediático, basado en meros y cuestionables defectos de procedimiento. Resulta curioso que sus primeros errores juzgables hayan sido por escuchar a los imputados de Gürtel, que claramente continuaban sus movimientos a través de sus abogados, y por querer sacar a los fusilados de las cunetas. Qué pulcro y correcto fue cuando inculpó a Vera, Barrionuevo y compañía y cuando perseguía etarras. Nadie dijo nada.
Los políticos siempre tienen que decir eso de "respeto y creo a la justicia". Yo, como no soy político, no sólo no lo digo sino que creo que nuestra estructura judicial está trasnochada, es decimonónica y tiene claros tintes políticos. Hemos visto jueces sancionados levemente por errores y faltas garrafales e insultantes en casos de violaciones, violencia machista y pederastia, pero este es distinto, este no puede escaparse. Podría haber esperado al resultado del juicio, pero es que, aun temiéndome lo peor, creo que ya es exagerado el hecho de juzgarlo, que sólo atiende a ajustes de cuentas entre magistrados y a pugnas de color político.
El otro día me preguntaba por la visión de país de chirigota que estamos dando en el extranjero y hoy, tristemente vuelvo a pensarlo. Suscribo lo que decía una pancarta a la entrada del Supremo: "España al revés, corruptos y fascistas hacen juzgar al juez".
Quien debería decir la verdad es el Poder.
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