Trabajando como trabajo en el mundo de la publicidad, me repatean los anuncios que juegan con los sentimientos de las personas, que intentan rascar un poquito en nuestra conciencia para ganarse la simpatía del público con guiños emocionales. Aunque soy consciente de que tienen mucho éxito, mogollón de descargas en YouTube y en general gustan, a mí, que soy un tanto pejiguero, me crea rechazo ver la publicidad de chorizo en un supuesto homenaje a Gila o una recreación de las asambleas de indignados para promocionar la última tarifa telefónica. El último que me ha creado cierto ardor de estómago es el de Coca Cola, la marca número uno del mundo, que trata de apropiarse en su meloso mensaje de los sentimientos, el dolor, la alegría, la indignación, la esperanza, el sufrimiento o la bondad de los ciudadanos... Como si todo se lo debiéramos a "la chispa de la vida". Ahora ya sí que he terminado de liarlo y eso que Alex de la Iglesia es un tipo que merece todos mis respetos, pero coincide que ese es el nombre de su última película y que también es el director del anuncio de Campofrío. Y como ya digo que soy pejiguero o tocahuevos, también me ha chocado una de las noticias que sale en el anuncio de Coke: "Un marroquí devuelve 400 décimos de lotería de Navidad extraviada"; me sorprende por motivos de corcondancia genero-número, debería ser extraviados ¿no?; pero también por la presencia de la nacionalidad del honesto personaje. Si hubiera sido un joven vasco, extremeño o sepulvedano, también hubieran escrito su procedencia ¿verdad?. No sé, creo que el titular no es muy agraciado y que su autor ve con cierta extrañeza que un marroquí pueda ser tan honrado.
El otro día, en una de esas cañas que de vez en cuando nos tomamos por Huertas, nos asedió un abuelillo marroquí que vendía baratijas de bar en bar. El hombre era entrañable y pronto se dio cuenta de que eramos público fácil y nos colocó varios mecheros de talla XXXXXL y un par de lámparas halógenas. Estuvimos un rato charlando con él sobre su maravilloso país, su extraordinaria gente, sus preciosas ciudades y, por desgracia, sus malos mandatarios. Fue él quien le puso el apodo a Mohamed VI: "El Rey malo".Quizás hablaba así porque llevaba ya treinta años viviendo en España y no tenía el coco tan comido como la mayoría de sus compatriotas. Yo le hablé del Sahara, saqué mi escaso repertorio árabe para decirle tres o cuatro frases y hacerle reír. Un gran tipo con el que me hubiera quedado tomando un vino, un té o incluso una Coca Cola. Sin embargo, durante todo el tiempo que estuvimos hablando, el camarero estuvo gesticulando, haciendo comentarios en alto y mostrando su rechazo por la presencia de aquel hombre y hacia nosotros por hablar con él.
Creo que todavía tenemos un larguísimo camino que recorrer para evitar tantísimos prejuicios como tenemos con la gente de otra cultura u otra raza, para dejar de meter en la misma bolsa a todo un colectivo por lo que hagan algunos individuos. Poco después de escribir esto he leído la columna de Rosa Montero El Negro, que tanto éxito ha tenido, y sobre la que deberíamos reflexionar.
A mi de la Mahou *****, me gusta hasta el anuncio. Cuando lo vi la primera vez, tengo que reconocer que llore. Me refiero al anuncio del tio que se queda sin trabajo y se va a tomar unas cañas con los colegas y estos, cada vez que se le va quedando vacio el vaso, le ponen otro. Snifffff, Snifffff.
ResponderEliminarEl tipo marroquí del que habla Diego era adorable y genial. Yo me lo habría llevado a casa y lo habría adoptado como abuelo postizo para los niños y alegrarnos la casa a los demàs. Si no llega a ser por lo pudorosos que son con el contacto físico con las mujeres le habría dado un gran abrazo y hasta un beso sonoro. ¡Viva Marruecos y su gente maravillosa!
ResponderEliminarSabes que el articulo esta publicado hace 7 años?
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