Como el año que fue otra vez el champagne y las uvas y el alquitrán de alfombra están... Y si no sabéis dónde estoy, buscarme allí porque mi organismo tiene un especial magnetismo que se siente atraído por el kilómetro cero. Debe ser algo hereditario o por lo menos aprendido a base de ir todas las semanas con mi madre a comprar trufas y bollos a La Mallorquina. A parte de unos cuantos kilitos de más, todos los hermanos adquirimos una cierta querencia por el centro de Madrid, que llegamos a sentir como el pasillo de nuestra casa. Cuando pase de esta segunda edad en la que habito, a la tercera, ya podéis imaginar dónde voy a vivir. Soy un urbanita y me enorgullezco de ello.
Y para no romper con la tradición, ahora estamos tratando de transmitir a nuestros hijos esa misma pasión por el Madrid de los Austrias e incluso el de algunos Borbones. Siempre que podemos nos vamos al centro, a cenar en Las Bravas la mejor tortilla y el mejor pulpo de Madrid y después el mejor helado, en Palazzo. El otro día les hice un "completo" de padre clásico. Tranquilos, que no les llevé de putas. Fuimos a ver las luces de la ciudad, recorriendo en coche las principales avenidas para que vieran la iluminación de Navidad; hay que reconocer que Goya, Serrano, Arenal y la Plaza Mayor están espectaculares. Cuando ya no les conseguía sacar más exclamaciones de la garganta, paramos en la Plaza Mayor para recorrer los puestos de artículos navideños con el único objetivo de encontrar el "caganet" más repugnante... Y lo encontramos: una figura de Angela Merkel jiñando, lo peor de lo peor. El ritual continuó con el paso por la Puerta del Sol para ver el reloj, pisar el Km cero, que les provoca mucha emoción e inquietud "¿De verdad que estoy en el centro de España?", para terminar cenando en la taberna más grande del mundo; se entra por Cádiz y se sale por Barcelona. Intentamos ir a Las Bravas, pero los cuatro establecimientos estaban rebosando de gente y con cola en la calle...¡Bendita crisis!
Ya eran casi las doce cuando Lucio decidió que quería tomar postre y qué mejor que un chocolate con churros en San Ginés. Media hora de cola que merece la pena por degustar un poco de rica historia y por ver las caras de placer de las japonesas a las que Lucio llamaba "chinas" a gritos.
Ya de camino a casa intenté reforzar algunos conocimientos básicos (Sespir y compañía) que había notado algo flojos en la cultura de mis hijos. Por eso al pasar por delante del Prado les pregunté por los artistas más relevantes de la historia. Esta vez me sorprendieron positivamente:
-"Leonardo, Velázquez y Picasso", -contestó Diego-.
-"Y el abuelo Lucio, ¿no?", -matizó Martín-.
¡Pues claro que sí!... No dicen que los madrileños somos chulos...
Di que sí, hoy yo llevo a la valencianita de Lucía a recorrer todo el Retiro de punta a punta, y cada vez que venimos le toca tragarse alguna exposición con la loca de su madre. Claro que también ha estado, esta vez sin mi, con su primo, en el Corte Ingles, que si no revienta.
ResponderEliminarMadrid es una ciudad maravillosa. Solo por vivir en ella y habernos acostumbrado hace que no nos demos cuenta. Pero cuando vives una temporada larga fuera te das cuenta de lo que mola y lo mucho que la echas de menos. Para mi una de las mejores cosas son las cañas bien tiradas de Madrid..... Insuperables.
ResponderEliminarMi hija nos dijo el otro día que queria ir a Paris por su comunion. Pero no os creais que queria ir a Paris como todo niño que se tercie, no. Mi hija queire ir a Paris para visitar la Torre Telepizza............con dos huevos ¡¡¡ de casa Lucio claro¡¡
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