jueves, 21 de febrero de 2013

UN HIGO CHUMBO

Siempre me gustaron esos programas de televisión en los que entrevistan a niños pequeños hablando de cosas que desconocen, desbordando inocencia y sin ningún tipo de pudor. Lo que no imaginaba es que yo iba a ser protagonista de una encerrona con una jauría de enanos, ansiosos de conocimiento y sin el más mínimo recato para preguntar. Ayer, en una de esas charlas en colegios, a las que me invitan de vez en cuando, me encontré por sorpresa con un auditorio más joven de lo esperado: 200 chavales de 6 y 7 años.
Por suerte mi hijo pequeño tiene esa edad y tengo suficiente experiencia para saber en qué tono hablarle y cómo explicarle las cosas para que no me haga ni puto caso. Estos, como todavía no tenían confianza, se portaron muy bien y atendieron receptivos a las diapositivas y las anécdotas o curiosidades sobre la vida de los saharauis. Todo muy bien hasta que al final llega el turno de preguntas: ¿Es verdad que en el desierto hay conchas porque antes era un mar?, ¿Cómo es posible que fuese un mar, cómo llegó el agua hasta allí?, ¿Y si fue un mar, todavía está mojada la arena?, ¿Si en el desierto no hay árboles, cómo es posible que puedan respirar el aire sin oxígeno?, ¿Es verdad que en el desierto la única planta que aguanta es el cactus?, ¿Tienen higos chumbos todos los cactus?, ¿A qué saben los higos chumbos?, ¿Cuando toman el te de la muerte, se mueren?, ¿Es peor una tormenta de arena o una de rayos?... Y así hasta el "campana y se acabó" de la salvadora profesora. Tengo que reconocer que incluso comprendí y envidié a Rajoy el día que puso el televisor delante de los periodistas. Por un momento tuve que hacer de geólogo, biólogo, meteorólogo y detodólogo. Pero lo peor estaba por llegar...
Ya al final, un simpático chavalillo se levanta y orgulloso me informa: "Pues mi papá es marroquí..." Como podéis imaginar, esa es la única pregunta que llevo bien preparada y salí airoso con mis elogios al pueblo marroquí, a la belleza del país y mis duras críticas a sus tiranos gobernantes. Aunque tengo que reconocer que esta vez me tuve que morder la lengua para no hablar de sus continuos pisoteos a los derechos humanos, del permanente insulto a la comunidad internacional, de la insistente humillación a los residentes saharauis y de ese lamentable juicio, precedido de torturas, en el que han condenado a cadena perpetua a buena parte de los activistas saharauis de Gdeim Izik. Fue entonces cuando me acordé de la edad de mi hijo y pensé que no iban a entenderlo bien... Seguí hablando de higos chumbos.

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