lunes, 14 de noviembre de 2011

ENCERRADO EN ESTE HOSPITAL

Tomando Pentotal voy perdiendo el sentido... No estaba entre mis planes celebrar el cumpleaños en el hospital pero es la penitencia que tuve que pagar como castigo por haber iniciado a mi hijo en el mundo de la moto. Aunque el verdadero castigo le ha tocado al pobre Dieguillo, que se ha roto el pie en una caída tonta en la última excursión del fin de semana.
Menuda experiencia!!! Tendría para el guión de varios capítulos de una serie o para todo un año de entradas en este blog, y eso que sólo pasamos allí una noche. Vaya nochecita en el hospital, el propio lesionado estaba más impresionado por las disparatadas situaciones que vivimos que por su propia avería. Nada más llegar se vio envuelto en una curiosa parrilla de salida, junto a otros seis contrincantes en sillas de ruedas: José Luis con esguince de tobillo jugando al fútbol; Luciano, de 78 años,  con esguince de pie por caída a la salida del baño; El Johny o "crestas", con dedo gordo roto por patada al poste jugando al fútbol; una joven sin nombre pero con muy mal genio, que se había caído de una escalera (también pie escachifollao); y otros dos algo más discretos y lentos en la conducción de la silla. Con ellos mantuvo un entretenido pique, de admisión a urgencias, de urgencias a trauma, de trauma a radiología, de radiología a trauma, de trauma a radiología que ha salido mal la placa, de radiologia a trauma y descanso. Sí, en medio de la carrera siempre ponen una hora y media de descanso porque es el cambio de turno y no es cuestión que los facultativos que van a entrar en el turno de noche lleguen sin haber apurado bien el cafecito. Ya en la reanudación, cerca de la medianoche, vimos con envidia como todos nuestros rivales salían victoriosos hacia casa con sus trofeos de escayola. Nosotros no. Nos preguntaron la causa de la lesión y cuando dijimos la palabra moto todo cambió. Nos pusieron un stop & go al grito de una enfermera superamable pero contundente: "A este hay que llevarle a boxes, a la zona naranja".
Y allí estábamos en boxes, rodeados por una pobre anciana que supongo que ya no está entre nosotros, por un aspirante a poner su foto en la trasera de los paquetes de tabaco y por un presunto delincuente permanentemente custodiado por dos policías. La parada en boxes tampoco tuvo desperdicio. El motivo era una supuesta observación que paso a ser sospecha e indagación basada en el principio jurídico de la presunción de culpabilidad. Con mucha amabilidad, pero de repente todo el mundo empezó a tratarme como maleante. Los médicos buscaban por todo el cuerpo del chiquillo muestras de maltrato o similar, las enfermeras hacían preguntas con doble sentido y analizaban las miradas entre padre e hijo; una de ellas dudaba de mi paternidad (yo también) y sorprendida me contestó: "pero ¿vive usted con él?". Por suerte Diego se durmió un ratito, a pesar de los ronquidos del tío enfisema, los pitidos del monitor cuando el corazón de la anciana se atascaba o la conversación de las enfermeras intercambiando opiniones sobre un nuevo medicamento que tenía que ver con los enemas, el potasio, el mear y el cagar.
Aquello empezaba a apestar cuando, ya entrada la madrugada, nos comunicaron que teníamos que pasar la noche en el hospital y que ingresaríamos en planta. Intenté decir que preferíamos volver a casa, pero lo entendieron como un intento de fuga; pedí permiso para ir a casa a por lentillas, ropa y algo de comer, pero me contestaron con un rotundo NO. "Usted tiene que estar con el chico todo el tiempo, no puede apartarse de él porque es menor". Una de ellas, insisto que desbordando amabilidad, me explicó que este protocolo es así porque hay casos de maltratos, porque hay padres separados que "secuestran" a los niños, porque hay niños que se escapan y por un montón más de supuestas maldades. Yo mostré mi desacuerdo con tanta burocracia y por ser víctima de "justos por pecadores". Empezaba a sentirme un auténtico delincuente cuando una celadora terminó de arreglarlo: "Si quiere irse un momento pídale permiso a los policías, que como están vigilando a otro enfermo, igual no les importa mirar a su hijo".
Cuando ya veía que perdía la custodia de mi hijo, nos sacaron de boxes y pasamos a planta, donde ya quedó patente que estábamos secuestrados. Quise bajar a aparcar bien el coche y coger el cargador del móvil pero no me dejaron, así que allí me quedé sin lentillas para Diego, sin móvil, sin dinero, sin muda, sin neceser, sin cenar y con un hijo dolorido y hasta las narices de su paseo de siete horas por todo el hospital. El chaval tuvo suerte y pudo cenar unas natillas y en una muestra de generosidad que me hace pensar que realmente sí es mi hijo, me dejó chupar el reverso de la tapa.
Con la esperanza de que apareciera pronto mi amigo Jose a sacarnos de allí, senté todo mi sentimiento de culpa en un siniestro sillón abatible, y ya con el estómago "lleno", me relajé y pasé la noche pensando en los cooperantes secuestrados en el Sáhara. Me dio por ahí.
PD Jose nos sacó pronto y ya estamos en casa.

5 comentarios:

  1. La ultima vez que dormí en el Hospital, tuve que pasarme la mitad de la noche buscando una almohada para mi madre... Mientras las enfermeras no paraban de repetirme que pusiera hojas de reclamaciones para que les compraran mas material...

    Virgencita, que no nos pase nada...

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  2. Y yo sin enterarme de nada y eso me pasa por ser solo lamujerdelhermano.
    Cada dia lo tengo mas claro, en mi casa no entra una moto.

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  3. Diego me uno a todas tus opiniones hospitalarias, no hace mucho me hice un vuelo rasante Denia - Madrid, porque se supone que operaban a Antoñito de urgencia. Lógicamente me dio tiempo a llegar sin problemas, y hablar con el jodío doctor que decidió que no era necesario operarle. La próxima vez que le de una crisis o le opera, o le opero yo a él, pero de otra cosa. Por cierto Marta, por lo que tengo entendido en tu casa hay unas poquitas motos, incluida una para tu retoña... En fin, animo al pirata pata palo, y felicidades atrasadas, como siempre al padre y al hijo.

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  4. ¿Te atendieron no?, pues no te quejes, (estos días hay por los periódicos el caso de una mujer que se murió en el hospital porque no la pudieron atender bien).

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